A un paso muy acompasado y con muchas dificultades, los roles de género se van poco a poco disipando. Aunque todavía queda mucho camino por recorrer, la figura de la madre exclusivamente cuidadora, aquella que debe su vida a su familia y a su hogar, ha perdido enteros en pro de la corresponsabilidad.
Un ejemplo de ello es que cada vez en mayor medida, después de la ruptura de un matrimonio, los hijos pasan a ser una responsabilidad compartida entre ambos. Y no solo en términos legales, sino también en cuanto al tiempo necesario para sus cuidados.
Hace una década, ni el 10% de los divorcios entre parejas con hijos se cerraban con custodia compartida; ahora, sucede en más del 38% de los casos, según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística relativos a 2022.
El pasado año, según estas cifras, se llevaron a cabo 3.061 divorcios en Málaga. Casi el 45% de estas parejas no tenían hijos dependientes cuando decidieron romper su relación. Del 55% restante, la mayoría tenía dos o más dependientes (el 32% del total).
De esas 1.586 rupturas en las que hubo niños de por medio, 924, el 58,3% del total, se resolvieron con custodia para la madre, 607 (38,3%) compartida entre ambos progenitores y solo 40 (2,5%) para el padre.
Los datos todavía distan mucho de estar en equilibrio, pero al analizarlos con perspectiva, demuestran que la custodia compartida va ganando terreno con el paso de los años. Mientras que en 2013 resolvieron 194 de los divorcios, el 9,9% del total de casos en los que procedía; en 2022 se elevaron hasta 607, el 38,3% de total, un incremento del 212,9%.
En contraposición, son las custodias otorgadas a las madres las que han tornado en la dinámica contraria y se han reducido desde 2013 en un 44%, aunque sigue siguiendo la opción mayoritaria.
La prevalencia de la custodia compartida es, según han demostrado algunos estudios, un paso en pro de la igualdad de género. Un análisis publicado en 2021 por la Universidad de Barcelona, de hecho, sugiere que “el desarrollo de la parentalidad compartida después de la ruptura familiar en Europa es consecuencia del progreso lento pero constante de una igualdad de género cada vez más extensa y omnicomprensiva”.
Pese a ello, esta investigación advierte de que “su defensa debería ir acompañada por el fomento de reformas en diversos campos de la igualdad de género”. “El empoderamiento de las mujeres y de los hombres en los ámbitos en que tienen déficits, la mejora de sus derechos y capacidades, la reducción de la brecha de ingresos de género y el combate contra la violencia de género son las mejores garantías para alcanzar una sociedad equilibrada en la que la parentalidad compartida tras la ruptura familiar pueda desarrollarse y prosperar”, apunta.
Desde algunas asociaciones feministas recuerdan además que la custodia compartida, en algunos casos, no tiene que ser el mejor método. Ante todo, debe ser el interés del menor lo que rija las sentencias de divorcio, recuerdan, “así que es mejor ir caso por caso porque cada familia es un mundo y en algunas ocasiones la mejor vía puede ser otra”.
Una de las quejas recurrentes de este colectivo es, precisamente, el déficit de juzgados especialistas en estos temas. Según datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), en el país hay tan solo 128 juzgados de Primera Instancia especializados en asuntos de familia, “lo que deja a la mitad de las personas sin acceso a este tipo de servicio público cualificado para resolver cuestiones tan delicadas como el divorcio y la custodia de los hijos”, aseveran.