La incorporación de las redes sociales a todos los ámbitos del día a día ha confirmado una máxima: lo que no se comunica, no existe. Plataformas como Facebook, Twitter o Instagram son parte indispensable a la hora de desarrollar una estrategia comercial. Pero su uso no siempre está ligado a fines económicos, sino que a veces trae consigo fines inmateriales, como la visibilización del cáncer. Uno de los precursores de esta labor fue el malagueño Pablo Ráez, el joven enfermo de leucemia que concienció a España de la necesidad de donar médula.
Ráez fue diagnosticado en marzo de 2015, poco antes de pasar por el quirófano para operarse de una lesión de rodilla. Tras una analítica, los médicos comprobaron que todos los niveles estaban descompensados. Un año después, en 2016, puso en marcha la campaña Reto un millón, consiguiendo que las donaciones de médula aumentaran un 1200% respecto al año anterior en la provincia de Málaga.
En febrero se cumplirán seis años de su muerte, pero el tiempo no ha conseguido borrar la imagen de Ráez, con el brazo en alto "sacando músculo" y su lema: "Siempre fuerte". No ha sido el único que ha buscado refugio, motivación y esperanza en las redes sociales. Su nombre forma parte de una larga lista en la que se encuentran otros influencers de la vida, como Elena Huelva.
Este martes conocíamos el fallecimiento de la joven sevillana. Huelva había publicado Mis ganas ganan. Nadie nos ha prometido un mañana, vive el presente (Montena, 2022), un libro en el que contaba su lucha contra el sarcoma de Ewing, un cáncer que se produce en los huesos o tejido blando alrededor de estos, siendo más frecuente en niños y jóvenes. El mismo que padeció Alex Lequio, hijo de Ana Obregón.
Este agosto también nos dejaba, tras cuatro años de enfermedad, el alicantino Carlos Sarriá (2002), más conocido como Charlie. En su cuenta de TikTok (con más de tres millones de seguidores) relataba las idas y venidas al hospital, los momentos de ilusión, pero también el bajón por las recaídas: "Adiós hijos de puta, nos vemos en la otra vida", se despedía en el último post de Instagram.
La periodista Olatz Vázquez fallecía en septiembre de 2021 debido al cáncer gástrico que sufría, empeorado al retrasarse el diagnóstico por la pandemia de la Covid-19. Así lo relató en su cuenta de Twitter: "La COVID-19 ha hecho muchísimo daño a otras enfermedades; a su detección, a su seguimiento y a su curación".
El 20 de marzo de 2020 recibió un mensaje que cambió su vida: "Debido a la alerta sanitaria hemos decidido retrasar tu gastroscopia al 9 de junio". Pese a pedir que reconsideraran su caso, le respondieron que habían estudiado su historial clínico: "No tienes nada grave". Tres meses después, los resultados confirmaron la noticia: padecía un cáncer gástrico con metástasis abdominal.
Noah Higón, de 23 años, es valenciana, tiene siete enfermedades raras y un libro publicado: De qué color son tus ojos. En esta obra recoge textos que ha ido escribiendo en diferentes hospitales desde que tenía 15 años: "Yo no me lucro de estar en redes sociales. Simplemente lo hago para visibilizar las enfermedades raras. El simple hecho de que estar en redes haya hecho que tú me estés entrevistando ya me parece un triunfo, no por mí, si no porque un medio está dando voz a las personas con enfermedades raras", contaba en una conversación con EL ESPAÑOL de Málaga.
Su caso es uno de los cientos que siguen encendiendo la luz del optimismo ante la angustia de la enfermedad.