La próxima vez que suba al monte San Antón, tenga cuidado donde pisa. Probablemente, para llegar a la cruz de la cima del cerro, tenga que cruzar caminos sobre alineaciones de piedras de formas cuadriculadas. Es posible que encuentre pequeños sedimentos de color rojizo, y se pregunte cómo han aparecido allí restos cerámicos que tanto recuerdan a tejas. Quizás entonces tropiece, repare en alguna de alineaciones de piedras y se pregunte: ¿quién demonios puso esta roca aquí? Y es posible que la respuesta le sorprenda.
Algo parecido le ocurrió al director del Museo de Nerja, el arqueólogo medievalista Juan Bautista Juanbu Salado, que habitualmente corre con su grupo de trekking o carrera de montaña por las conocidas como "tetas de Málaga". En el libro Málaga, ciudad de al-Ándalus, Salado leyó una hipótesis que le llamó la atención: en San Antón pudo estar situado el castillo-prisión de Airós. Y empezó a ver la zona otros ojos.
"Cada vez que vengo, veo más", explica desde la propia cumbre a EL ESPAÑOL De Málaga. Se refiere a las alineaciones de piedras ("Cualquier arqueólogo que pase por aquí te dirá que es un muro, impepinablemente", dice, señalando una de ellas), los restos cerámicos ("Hay algunos pocos que son a torno lento, muy característica", explica) e incluso un pozo ("No te extrañe ni un momento que eso pueda ser el aljibe", aventura).
Salado no es el único arqueólogo especialista de al-Ándalus que sostiene que la cima del San Antón está llena de restos medievales. Piden que se realice un estudio topográfico para poder estudiar el cerro con perspectiva, identificar las estructuras y, si procede, señalarlas y protegerlas. Pero ¿qué sabemos de la misteriosa fortificación que sitúan en lo alto del cerro?
Airós
María Isabel Calero está jubilada, fue vicerrectora de Cultura y profesora titular del área de Filología Árabe en la Universidad de Málaga. Virgilio Martínez Enamorado es investigador y doctor en Historia Medieval por la misma UMA. Juntos escribieron el libro Málaga, ciudad de al-Ándalus (1995), en el que dedican unas páginas al castillo de Airós.
En al menos tres obras distintas de la época de al-Ándalus se recoge la existencia de esta fortificación, cercana a la ciudad y a la costa. En Airós o Ayrus fue donde un rey de la taifa de Málaga del siglo XI, Ibdris III, había encerrado a sus primos Muhammad y Hasan por conspirar contra él. Esa misma fortificación se menciona como conquistada por el califa Abderramán III para sofocar una rebelión.
Tras el siglo XI, las referencias a Airós desaparecen -la fortificación probablemente acabase derrumbada- y los historiadores de la era contemporánea lo han identificado con el castillo de Gibralfaro. Calero y Martínez Enamorado difieren.
"Los que han tratado la conexión entre Gibralfaro y Airós olvidan o, simplemente, desconocen que en las mismas fuentes en las que se cita Ayrus aparece ya el topónimo Gibralfaro plenamente consolidado, aludiendo, eso sí, a la maqbara (cementerio o necrópolis islámica) que se sitúa a sus pies y nunca a un supuesto castillo, probablemente inexistente en aquellas fechas, lo que avalaría aún más nuestra propuesta", subrayan en su libro.
Es decir, los mismos historiadores andalusíes ya se referían, por un lado, a Airós y, por otro, a Gibralfaro, que además en aquel momento probablemente todavía no fuese ni el castillo que posteriormente hemos conocido.
"En un aspecto no hay la menor duda es en la cercanía de Airós con respecto a Málaga, porque todos los autores árabes que se refieren a este emplazamiento lo ponen de manifiesto. Sin querer pecar de osados, no sería descabellado proponer el Cerro de San Antón, importante altura de 513 metros que se levanta sobre la barriada de El Palo, como el lugar de Airós, habida cuenta de la estructura castral que se levanta en su cumbre", concluyen Calero y Martínez Enamorado.
Ahí está: "La estructura castral que se levanta en su cumbre". Las alineaciones de piedras que reconoció, con ropa de runner, Juanbu Salado
¿Y ahora?
Consultado por este periódico, Virgilio Martínez Enamorado se reafirma en que en lo alto del monte San Antón se puede identificar de forma clara una estructura castral. Tal es su certeza que hasta se pregunta si estará reconocida como tal en el Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad. No lo está.
Para Juanbu Salado, ese sería uno de los próximos pasos a dar. "Si de esto se hace un trabajo de investigación y se confirma que pertenece a Airós, automáticamente se convierte en Bien de Interés Cultural", explica citando el aún vigente decreto de protección de los castillos españoles, por el cual el Estado debe proteger los restos de cualquier fortificación histórica en territorio nacional, cualquiera que sea su estado de conservación.
Antes, Salado cree que hay que "identificar las estructuras que hay, hacer una topografía, analizarlas...". Él prevé en un paseo por el monte muros de fortificación y auxiliares, una construcción de perímetro amplio con una dispersión muy grande y estructuras de apoyo: "Está claro que todo está lleno tanto de alineaciones de piedras como de derribos de mampostería", afirma, refiriéndose a las dos cumbres y al llano intermedio.
"Lo importante sería ir delimitando espacios", dice, para lo que ya plantea poner por delante a las instituciones un estudio arqueológico de la zona, que tanto con él como Martínez Enamorado se proponen para dirigir. Según Salado, "una vez ubicadas las estructuras, se puede hacer alguna excavación puntual", pero mínima.
El objetivo final sería el de proteger el yacimiento y buscar caminos alternativos al monte que no pasen por encima de los muros. "El senderismo en esta zona no quedaría anulado, sino enriquecido", defiende, y ya imagina hasta códigos QR junto a los restos que se puedan escanear con el móvil y recreen en realidad virtual cómo pudo ser la fortificación.
Así, cada vez que subiéramos al monte San Antón, podríamos saber que estamos caminando junto al castillo de Airós, la misteriosa cárcel de príncipes y reyes del siglo XI.