Eran pijos, pero eran peligrosos. Muy peligrosos. Esos términos pueden sonar contrapuestos en la actualidad, pero en los años 80 en Madrid era una realidad. Se hacían llamar la Panda del Moco -no está del todo claro por qué- y fueron una auténtica leyenda en las calles de la capital, donde llegaron a atemorizar por igual a punkis, quinquis o nazis.
Cuando parecía que solo unos pocos grupos tenían el monopolio de la violencia callejera -ya fuera por proceder de un estrato social bajo o por defender ideas políticas radicales-, de repente llegaron un puñado de niños bien con un irrefrenable gusto por repartir tortazos a diestro y siniestro. De repente, los pijos también se volvieron peligrosos.
Esta banda callejera se hizo fuerte a principios de los 80 en Madrid y su vida fue corta, aunque intensa. La historia fue poco a poco cayendo en el olvido hasta que el escritor y periodista Iñaki Domínguez comenzó a indagar en la vida de la Panda del Moco. Ahora, Domínguez publica La verdadera historia de la Panda del Moco, un libro en el que recoge las andanzas de esta anomalía de las tribus urbanas.
La Panda del Moco se fundó a finales de los años 70 en el entorno del distrito de Chamartín, principalmente, del colegio Santa Cristina. "Coincidió que se juntaron varias personas de carácter violento y decidieron empezar a pelearse", explica Domínguez en conversación con Madrid Total, que llegó a esta historia por casualidad, cuando estaba documentando su libro Macarras interseculares.
De ahí salieron el Judío (líder de la banda), el Francés, Pablo Full, el Italiano, el Garru, el Comun, el Nervios.... "Eran ocho o nueve muy conocidos, y luego a partir de ahí se empiezan a juntar un montón de chavales atraídos por ellos". Domínguez ha podido conocer a tres de ellos personalmente. "Me fascinó. Es como la arqueología, que estás buscando algo y no sabes realmente qué es".
"Generalmente, los macarras son de clase obrera, de clase marginal. Siempre he tenido una fascinación por el pijo malo, el pijo delincuente, que tiene una larguísima tradición de siglos. En los 90 había visto esa estela de la Panda del Moco, de pijos malotes, y también veía en la televisión noticias de delincuentes que habían cometido crímenes, pero eran de familias con dinero".
"Entonces, al estar investigando para el libro Macarras interseculares, descubrí a una figura al que llamo Javi Lacoste, que era un pijo malote. Fui tirando del hilo y vi que era de la Panda del Huevo, que fueron sucesores de la Panda del Moco. Fue ahí cuando supe de ellos y me puse a investigar".
Pijos contra fascistas
Hay un episodio que supone un punto de inflexión en la historia de estos pijos malotes. Ocurrió a principios de los 80 -ni el autor sabe fecharlo con exactitud- cuando la Panda del Moco se enfrentó de tú a tú con militantes de Primera Línea, un grupo de extrema derecha perteneciente a La Falange.
Loic Veillard, el Francés, narra en el libro cómo una noche, cenando en un Vips, se les acercaron unos compañeros de colegio, que les dijeron haber tenido problemas con miembros de Primera Línea. Así pues, siete integrantes de la Panda del Moco se plantaron en la discoteca Gaslight, dispuestos a partirse la cara con una veintena de fascistas.
Uno de los compañeros agredidos entró a buscar a los agresores. Cuando salieron, uno de los de Primera Línea mostró una pistola -probablemente falsa-. El Judío hizo lo propio con la suya, que era de verdad. "¿Queréis con pistola o queréis a hostia limpia?", les dijo. Para entonces, varios de los fascistas se habían marchado del lugar. Optaron por lo segundo.
Acto seguido comenzó una pelea a puños tan violenta que tiñó de sangre la acera de Príncipe de Vergara. La corta batalla terminó con una aplastante victoria de los pijos frente a los fascistas.
Un segundo episodio terminó de asentar la leyenda de la Panda del Moco. Sucedió en los alrededores del bar Caravelle, donde se reunían algunas de las bandas de macarras más duras de Vallecas. De nuevo, la Panda del Moco se impuso "a hostia limpia".
Desde entonces, la fama de la Panda del Moco se disparó. "Esa pelea les hizo muy famosos. Rompió esquemas", asegura Domínguez. Muchos se intentaron adherir a ellos, muchos otros aseguraron haberles visto en acción sin que así fuera. La mitificación de este grupo llegó como una forma de reivindicar que los pijos no solo eran víctimas de los macarras, sino que también podían ser verdugos.
"Realmente no perseguían nada, porque ya lo tenían todo. Era por la adrenalina. La búsqueda del caos y del riesgo", explica Domínguez. "He hablado con macarras, como atracadores de San Blas, que les conocían y decían que la Panda del Moco era intocable entonces. Se defendían muy bien y estaban bien arropados. Eran intocables por su propia reputación".
"Eran realmente peligrosos. Uno de ellos acaba de ser acusado de tráfico de drogas. Al Judío le han cogido con 388 kilos de cocaína. Es una persona que no va de broma. Luego el Francés no es lo mismo, pero está relacionado con delincuentes y personas corruptas que aparecen en los documentales de Equipo de investigación. Luego hay otros que han desarrollado una vida normal".
"Cuando eran chavales, pues eran más peligrosos aún. Si hacen eso en la actualidad, imagínate cuando eran más violentos y más brutos. Se pegaban con cualquiera que fuera temido. Su idea era que, por muy pijos que fueran, iban a plantar cara a cualquiera". La Panda del Moco nunca llegó a matar, al menos, que se sepa.
Prisión e indulto
El principio del fin de la Panda del Moco llegó en el verano de 1983. "Se metieron en una casa y robaron 14 millones de pesetas de la época. Fue un amigo el que les dijo de robar en esa casa, lo que se llama un santo [un infiltrado en el lugar del golpe]. El Judío y el Francés cometieron el robo, pero al final el chaval se chivó y fueron condenados a varios años de cárcel".
El Francés acabó en la cárcel de Carabanchel y asegura que se escapó en una revisión médica. Pero fue indultado en 1995, según figura en el BOE. Para ese indulto ayudó una acción que protagonizó en Marbella, unos años antes, en 1984.
El 23 de agosto de ese año, tal y como está recogido en la hemeroteca, Veillard salvó a dos niños y a una madre de morir ahogados. Eso contribuyó a que el ministro Juan Alberto Belloch, de Justicia e Interior con Felipe González, le otorgara el indulto y recibió una medalla de plata de parte de la Sociedad Española de Salvamento de Náufragos. “Tenía influencia y tenía contactos a través de su padre”, señala Domínguez.
Posteriormente, el Francés sirvió como mano en la sombra de Vox, al ayudar a acabar -con métodos cuestionables- con la concejal de Galapagar Cristina Gómez y el diputado extremeño Juan Antonio Morales. Su relación con el partido de extrema derecha viene a través de Víctor Sánchez del Real, exdiputado y cofundador del partido. El político siempre negó la relación entre ambos, pero varias fotografías certificaron que se conocían.
La Panda del Moco, por su parte, creó escuela, y en los años 90 había varios grupos de pijos malotes que intentaron emularles, sin llegar a adquirir su popularidad. "Estaban la Panda del Huevo, la Panda del Chicle, los Marlboro, los Tigres de Jácara, los Mantecos…", enumera Domínguez. De los miembros fundadores, "uno está preso ahora. Pero casi todos acabaron bien".