José Luis Martínez-Almeida llegó a la alcaldía de Madrid en 2019 con la promesa de que desalojaría la Ingobernable del edificio que este colectivo mantenía okupado en el Paseo del Prado. Y cumplió. Ese desalojo simbolizaba el fin de una era para el movimiento okupa de la capital tras años de ebullición con el empuje del 15-M.
Desde hace varios años, estos centros sociales okupados han ido cayendo como fichas de dominó en Madrid. Fueron desalojadas la Dragona, la Traba, la Salamanquesa, la Quimera o el Patio Maravillas, además de centros más pequeños. En el tiempo que el Almeida y Ayuso están al cargo del Ayuntamiento y el Gobierno de la Comunidad de Madrid, respectivamente, se han desalojado más de una decena de casas okupa.
Sin embargo, todavía quedan un puñado de lugares que se resisten con uñas y dientes a ser desalojados. Actualmente hay tres grandes oasis okupas en la Comunidad de Madrid: Atalaya de Vallecas, la EKO de Carabanchel y la Casika de Móstoles. Junto a estos, apenas una decena de pequeños enclaves que difícilmente devolverán al movimiento okupa la fuerza con la que contaba años atrás.
Madrid Total ha elaborado un listado de las casas okupa activas en la comunidad capitalina. Actualmente hay, al menos, 12 centros sociales okupados repartidos por la región. Todos están en la capital, salvo dos: la Fábrika (Collado Villalba) y la Casika (Móstoles). Puede haber más centros okupados que mantengan un perfil bajo.
El resto se reparten por los barrios de Madrid, principalmente en Carabanchel, donde hay tres. Entre estos se encuentra la EKO, una de las casas más veteranas y de mayor tamaño. Este “espacio sociocultural liberado autogestionado” -así se autodenomina- fue okupado en noviembre de 2011 y ha permanecido así desde entonces.
“Se trataba del antiguo economato de la zona: un lugar donde adquirir lo básico a precios asequibles. Un espacio del que las vecinas cuentan que era, además de todo, un sitio donde encontrarse”, explicó el colectivo en un comunicado por su décimo aniversario.
“Tras su cierre hacía más de 14 años, ya solo lo habitaban miles y miles de perchas, cientos de cajas de zapatillas vacías, rollos infinitos de etiquetas, neveras gigantes desvalijadas, kilómetros de estanterías y tres cristales vivos en las ventanas”,
26 años de okupación
El centro okupado más veterano de la Comunidad de Madrid es la Casika, ubicada en el casco antiguo de Móstoles. Este lugar lleva en manos de okupas desde diciembre de 1997, es decir, 26 años. Es la única casa okupa de la comunidad que permanece desde el siglo XX.
Es un centro habitual de reunión para grupos anarquistas y de la llamada "izquierda alternativa" en la zona sur de Madrid. También solía reunirse en este lugar la ONG Ecologistas en Acción. En su intentor a menudo se celebran conciertos, especialmente de punk y de rap.
Una de las principales reivindicaciones que mantenía este centro es la preservación de la zona antigua del casco urbano de Móstoles, integrado por viviendas de una o dos alturas, expresión de la arquitectura popular de los siglos XIX y primera mitad del XX.
Los okupas se oponían frontalmente al plan de ordenación urbana del Ayuntamiento de Móstoles aprobado en 2006, el cual significaba “la desaparición del casco antiguo” de la localidad. De poco sirvió, ya que el plan urbanístico entró en vigor en mayo de 2008.
La victoria de la Atalaya
Pese a que el movimiento okupa está de capa caída en la región, recientemente cosechó una importante victoria en los juzgados: la paralización del desalojo de la Atalaya, en Vallecas.
En mayo del año pasado, el Juzgado de Instrucción número 47 de Madrid dictó una orden de desalojo y dio a los okupas —que forman varios colectivos diferentes— cinco días para abandonar el inmueble. El edificio era el antiguo IES Magerit y pertenece a la Agencia de Vivienda Social (AVS), antes conocida como IVIMA y dependiente del Gobierno de la Comunidad de Madrid.
Asimismo, el juez imputaba a Pablo y Sara sendos delitos por usurpación del espacio y defraudar la corriente eléctrica. “Somos cabezas de turco”, protestó el primero cuando este periódico visitó el centro. Finalmente, en octubre del año pasado, el juez decretó la absolución de estos jóvenes y la paralización del desalojo.
La Ingobernable, en cambio, no tuvo esa suerte. Su primer desalojo tuvo lugar, la madrugada del 13 de noviembre de 2019. Hacía varios años que el colectivo mantenía un edificio okupado en la calle Gobernador, justo enfrente del Caixaforum.
Almeida, que había conseguido el cargo solo cinco meses atrás, advirtió desde su llegada a la alcaldía de que La Ingo tenía los días contados. En lo que no cumplió fue en el uso que se le daría al espacio una vez desalojado.
El alcalde aseguró que se convertiría en una biblioteca pública pero, en cambio, fue cedido a la Fundación Hispano-Judía para crear un museo judío. El exalcalde y exministro Alberto Ruiz-Gallardón era entonces vicepresidente de la nombrada fundación.
La Ingo volvió a la carga a los pocos meses, en marzo de 2020, cuando okupó un edificio propiedad del Gobierno central en la calle Alberto Bosch 4. Quizás la esperanza de que el Ejecutivo fuera más afín ideológicamente les hizo pensar que su andadura sería más exitosa. Pero no. Esa aventura duró poco más de un mes. No hubo desalojo como tal, ya que con España entera bajo el confinamiento domiciliario el edificio estaba vacío. Los agentes abrieron, entraron y cerraron.
El tercer edificio okupado por la Ingobernable fue el primero de titularidad privada. Concretamente era un inmueble de 3.500 metros cuadrados y cinco plantas que ocupaba los números 3 y 5 de la Calle de la Cruz, en pleno centro de la capital. El edificio pertenece a los hermanos Alejandro, Marcos y Daniel Fernández Luengo, propietarios de la cadena de peluquerías Marco Aldany y otras muchas empresas.
Los okupas permanecieron ahí un año, hasta el 24 de mayo de 2022. El colectivo ya nunca volvió a levantar cabeza tras su tercer desalojo, al tiempo que el movimiento okupa se iba desinflando en todo Madrid.
Las aperturas de nuevos centros sociales okupados en Madrid se miden con cuentagotas. En abril del año pasado se okupó una sede del Banco Santander abandonada, rebautizada como CSO Amparitxu. Está en el número 10 de la calle Padre Claret, en el distrito de Chamartín, y difícilmente alcanzará el tamaño y la relevancia que han tenido otros centros como lo tuvo la Dragona o la Ingobernable.
Lo mismo se puede decir de espacios como la Ferroviaria, la Animosa, la Enredadera o la Bankarrota. El movimiento okupa sobrevive en agonía, cada vez más relegado a espacios pequeños y de menor impacto.