La empresa Desokupa ha instalado este miércoles un control de acceso en el edificio okupado del número 133 del Paseo de las Delicias. Este inmueble es desde hace años un importante punto de prostitución clandestina. así pues, desde este miércoles ningún cliente podrá acceder al edificio.
Así lo ha confirmado Daniel Esteve, dueño de la empresa de desokupación a este periódico. El propio Esteve ha estado montando guardia desde primera hora de la mañana junto a varios de sus empleados.
Los clientes no podrán acceder, pero las chicas que viven dentro sí, "porque son víctimas", ha asegurado el empresario. "Vinieron aquí engañadas, así que pueden seguir en el edificio".
El empresario ha pactado esta medida con el propietario del edificio, que ha contratado los servicios de Desokupa. Así pues, se espera que las mujeres prostituidas vayan poco a poco abandonando el inmueble ante la imposibilidad de seguir ejerciendo la prostitución en el mismo.
Esta no es la primera intervención de desokupa en este inmueble. En 2019 ya fue desalojado tras pasar más de una década siendo uno de los puntos más calientes de la prostitución en Madrid.
Una vez que el edificio fue desocupado, quedó vacío durante poco tiempo. Los propietarios volvieron a alquilárselo a una persona que instaló pisos donde se ejerce la prostitución, de nuevo. Además, dejó de pagar el alquiler y la deuda acumulada en estos 11 meses ya asciende a cerca de 100.000 euros.
Finalmente, la empresa de Esteve y la propiedad han optado por una vía más pacífica -aunque más lenta- para recuperar el edificio, pese a que se preveía un desalojo rápido, como el sucedido en 2019.
'Babilonia del sexo'
Este inmueble era conocido como la Babilonia del sexo y estaba dedicado en su totalidad a la prostitución. Concretamente, es conocido por sus bajos precios. En 2020, cuando la pandemia había paralizado el mundo, la Policía Nacional tuvo que desplegar un operativo especial para bloquear la actividad de este lugar y un segundo prostíbulo clandestino en el número 127 de la misma calle.
Durante el estado de alarma, y el consiguiente confinamiento domiciliario, el ir y venir de clientes puteros no paró. Como si nada pasara. La Policía Nacional consiguió frenar la actividad en aquel momento, aunque no desalojar a las mujeres que había en el interior.
Estos dos burdeles se sitúan en lo que se conoce como "el triángulo de la prostitución" de Madrid, formado por la boca del Metro de Legazpi, la de Atocha y la esquina de los paseos de la Chopera y Santa María de la Cabeza. Es la zona con más prostíbulos clandestinos de toda la ciudad.