A Kevin le pasó, un poco a su manera, como a San Pablo; él también se cayó del caballo camino a Damasco. No se le apareció Dios, si acaso lo contrario. Kevin pasó de no creer que fuera para tanto aquello del coronavirus a convertirse en el paciente cero del rebrote en el municipio madrileño de Fuente el Saz de Jarama, la localidad con la tasa de incidencia más elevada de la Comunidad de Madrid, seis veces más alta que la media.
¿Y cómo es realmente el bicho? “Joder… yo había tenido fiebre antes, por supuesto, pero nunca me había pasado algo así”, explica mientras baja las escaleras de su piso, tras acceder finalmente a encontrarse con la reportera gráfica de EL ESPAÑOL. “Da mucho miedo. Aunque tomaba todas las medidas preventivas yo no creía mucho en el coronavirus… y mira”. ¿No creía que fuera real? “Sí, pero no que fuera para tanto”. Ahora Kevin, nombre ficticio a petición, se ha vuelto más papista que el Papa.
Lo que está pasando en Fuente el Saz, de 6.700 habitantes, retrotrae al municipio a sufrir escenas muy similares a las que se vivieron en los días previos a la declaración del estado de alarma. En bruto, sus datos pareciera que no son tan elevados. Según las últimas cifras ofrecidas por la Consejería de Sanidad de Madrid, tiene 44 casos de Covid-19 en los últimos 14 días, de los cuales 20 están aún activos.
Sin embargo, el municipio tiene una tasa de incidencia acumulada -casos confirmados por cada 100.000 habitantes- de un 657,11%. Esto es seis veces la media de la Comunidad y ocho veces la media de España, según los últimos datos disponibles este lunes. Las cifras que el municipio ha arrojado el mes de julio, con 26 casos en total, son las mismas que había en el mes de abril, en pleno pico de la pandemia. Una pena para todos porque en junio habían logrado atajar y sólo había tres. He aquí el famoso rebrote. El Ministerio de Sanidad ha confirmado 1.486 nuevos casos este lunes, 224 de ellos en Madrid.
El motivo de por qué se ha desencadenado todo esto no está claro, no hay un foco concreto y los vecinos confabulan sobre las posibilidades. Ni siquiera Kevin tiene idea de dónde lo sacó él, pero sí que el resto de los cuatro habitantes con los que comparte vivienda, entre ellos su hijo de seis años, se han contagiado todos. Dos de ellos siguen en un hotel medicalizado a la espera del alta.
Este diario ya visitó, el pasado miércoles, el barrio con los peores datos de Covid de Madrid: la zona sanitaria de Felipe II en Móstoles. Ahora es Fuente el Saz el que se lleva el mal premio del municipio con mayor incidencia. Desde el ayuntamiento de la localidad viven esto con una frustración que se palpa. Ellos tomaron medidas de prevención antes incluso de que fueran obligatorias y siguen siendo conservadores con ellas. Y sin embargo…
En la plaza, todo cerrado
Caminar por la Plaza de San Pedro, en el centro de la localidad, provoca una sensación que sería inverosímil si no fuera porque el coronavirus ya ha acostumbrado prácticamente a lo que venga. Si en los agostos madrileños dicen que sólo quedan los valientes, en Fuente el Saz ni eso. Únicamente hay parroquianos en los bares y en las terrazas, pero no hace falta ni reservar. Sitio hay de sobra.
Así, el restaurante Casa Benito ya sólo ofrece cenas, nada más. La Huerta, que vende frutas, cerrada. El bazar Manzana Verde más de lo mismo. La peluquería del centro tiene un horario colgado en la puerta pero ni caso, debería estar abierta y no lo está. Por las calles va apareciendo el desfile de negocios con la persiana bajada. Algunos están comiendo, otros han cerrado en los últimos días… otros ni han llegado a abrir al no poder recuperarse del primer golpe. En cierta forma, dice mucho de sus habitantes: no salen y quizás sea lo mejor.
“Sí, sí que ha bajado todo una barbaridad”, explica el encargado del bar Nido II, cercano a la Casa Consistorial. “La gente tiene miedo y se nota. Nosotros abrimos el 8 de julio”, explica. “Al principio veíamos que la cosa mejoraba”, dice mientras la palma de la mano dibuja un gráfico imaginario hacia arriba. “Pero ahora, de nuevo, todo abajo”, y la mano cae muerta. En el bar tienen el telediario puesto y todos lo miran esperando salir, no en vano, ya que los reporteros de la cadena están justo en la puerta. Así, un municipio tranquilo, tiene todos los ojos posados en él. La última vez que salió en las noticias fue el pasado mayo, porque robaron dos primates de un centro de rescate.
“Eres el tercer periodista hoy y el cuarto en dos días”, ríe Juan desde el mostrador de la farmacia en la que trabaja. “Yo creo que la gente, sí, quizás está algo más relajada de lo que debería”, explica. “Muchos no llevan mascarilla o la llevan mal puesta, que es igual de perjudicial. Sobre todo los jóvenes. ¿Hay muchos jóvenes? “Sí, y les ves que no mantienen la distancia social, que beben a morro de las mismas botellas y esas cosas”, añade.
Como no hay un evento claro e identificado del que haya salido el rebrote, como no hay un cumpleaños ni una boda que ha dejado X contagiados, en el pueblo empiezan a circular los rumores. Unos cuentan que los pacientes cero fueron una familia que se contagiaron porque vino un positivo a cenar. No es verdad. Moha cuenta que también hubo un brote en la discoteca el Espessial -sí, con dos ss en vez de c-, fruto una noche de fiesta en la que había más de 40 personas.
Preguntado al dueño del Espessial, no es del todo así. “Sí que hubo un contagiado que había estado en el bar, que es amigo mío, pero cuando ya habíamos cerrado de nuevo”, relata el propietario, que no quiere dar su nombre. “Fue mi amigo el que nos dijo que había dado positivo y fui yo el que se hizo la PCR. No nos contactó ningún rastreador ni nada por el estilo”, añade. Preguntado que cómo puede ser, desliza su preocupación hacia otro sitio. “Durante el confinamiento yo podía hacer un ERTE y eso es una ayuda económica. Ahora la normativa es que tengo que cerrar a la 1.00 de la madrugada. Ya ni abro. Yo abría a las 00.00 y no puedo tenerlo para una hora, no tengo terraza para que la gente venga o buscar otra forma de tener negocio, es una situación muy difícil”, apuntala.
Un centro de salud vacío
A pesar de que ahí se encuentran los rastreadores, el Centro de Salud de Fuente el Saz parece desangelado. La puerta, cerrada y sin luces dentro, tiene un cartel que indica a dónde ir a hacer el triaje, es decir, a dónde dirigirse para que en un episodio de saturación se decida a quién se atiende y a quién no. Frente a la entrada, una técnico remolonea en su ambulancia mientras habla por teléfono. Hoy el día está bajo.
Aunque la actividad parece nula, hay detalles que muestran que la guardia está alta. En el contenedor azul del centro hay una serie de cajas desparramadas por el suelo. En un par de ellas se puede leer PCR y aparece el logo de una empresa de componentes de ordenador. En otra, 150 unif, que se entiende que son uniformes. Esto significa que para el rebrote no habrá tanta escasez de material y, al mismo tiempo, que adelante con lo que sea, ya que la caja de componentes informáticos tiene el precinto de la Comunidad de Madrid.
A tan solo unos metros de ahí vive Kevin, el famoso paciente cero. Al llamar al telefonillo, la puerta se abre sin preguntar quién y lo mismo pasa con la entrada a su piso, como si esperaran a alguien. Tras insistir, esta vez en el timbre de la vivienda, aparece él, sin camiseta. “Hola, soy periodista y…”, se le explica, pero corta. “Perdón, voy a por la mascarilla”. Ya sí se toma en serio la Covid-19.
De 39 años de edad, vive con su hijo de seis y otros tres compatriotas de su Honduras natal -en el pueblo decían que eran bolivianos-. Empezó a notar los síntomas hace tres semanas y la PCR acabó confirmando lo que se temía. Su positivo se comunicó al Sistema de Alerta Rápida en Salud Pública la madrugada del 25 de julio. Ese mismo día se le practicó la prueba al resto de convivientes. Aunque asintomáticos, todos positivos y fueron llevados a un hotel medicalizado en la zona de Colón, en Madrid.
“Nosotros nos pusimos en cuarentena voluntariamente cuando empecé a tener los síntomas”, explica. “No tengo ni idea de dónde lo cogí. Quizás algún vecino tocó algo en el portal y ahí se quedó, no lo sé”, comenta. “Todos los de esta casa, los cinco, hemos estado malos y dos de ellos siguen en el hotel. No nos dejaban estar juntos, ni con mi hijo, aunque por lo menos nos pusieron en habitaciones que estaban al lado”, añade. “Trabajaba en la agricultura pero ahora estoy en paro porque la cita para renovar el permiso era en abril y estalló todo”, dice.
Roto el recelo inicial, cuando se le pregunta que cuál es su historia, cuenta que llegó de Honduras hace un año, huyendo con su hijo, dejando a su familia ahí, porque estaba amenazado por una pandilla. “Querían que pagara el impuesto de guerra que llaman, una extorsión en toda regla”. Pero el coronavirus no ha sido su mayor problema últimamente. “Ha sido peor que me fuera, como soy inmigrante piensan que tengo muchísimo dinero y mi cuñada lleva tres meses desaparecida”, cuenta. Y, ahí, cae la realidad: a pesar de la mala situación por “el bicho”, podría ser peor.
Una piscina sin bañistas
En la zona más apartada de Fuente el Saz, donde se ubica el Polideportivo Municipal, el ambiente es aún más desértico que en el centro. El viento es el único que regala ruidos. Los carteles del campo de fútbol golpean contra las vallas metálicas, dando tono de soledad, y el bar, aunque abierto, está sin un solo cliente. Ahí justo se encuentra la piscina, abierta con un aforo limitado de 50 personas. Pero no hay nadie.
Si bien es cierto que por la mañana había llovido, el termómetro tontea con los 30 grados y a pesar de ello, y a pesar de que es agosto, nadie se quiere asomar a darse un baño. Los jóvenes, los pocos que se han visto, copan alguna terraza del centro y ya.
“La piscina es un ejemplo de la labor que estamos haciendo”, explican desde el Consistorio. Podríamos abrirla para mucha gente por los metros cuadrados del recinto, pero nos hemos ceñido a la capacidad del vaso”, añaden. Desde hace unos días el Ayuntamiento no deja de recibir llamadas por el hecho de que sextuplican la tasa de incidencia de la Comunidad de Madrid.
“Creo que enfocar esa cifra es un poco alarmista, porque es por 100.000 habitantes y no los tenemos”, añade la fuente consistorial. “Nosotros queremos remitirnos a los contagios activos, y esos son 20 en los últimos 14 días”, comenta. Para el Ayuntamiento, en realidad, es una situación compleja ya que empezaron a tomar medidas antes que muchos con menos contagios.
Por ejemplo, ya el 6 de marzo cerraron el Centro Cívico de la Tercera Edad y empezaron, poco después, a desinfectar por su cuenta los espacios públicos. Ahí no hizo falta que llegara la UME. “Estamos ahora mismo a lo que se nos requiera. Nos hemos ofrecido incluso a monitorizar nosotros a los contagiados. Creemos que como Ayuntamiento podríamos ayudar más, en esas competencias que no son nuestras, y estamos a disposición de lo que haga falta desde marzo”. Y a pesar de todo ello, rebrote. Y nadie se explica realmente por qué.