Al entrar a Zíngara desde la luminosa plaza de la Villa de París, en pleno barrio de Las Salesas, la pupila se dilata para adaptarse al menor impacto de la luz, a la serenidad de las velas y toques luminosos únicos. Es una reacción parecida la que le ocurre a las papilas gustativas en ese mimso momento, que empiezan a agrandarse simplmente con el tímido olor que se aprecia en la sala.
Zíngara es un restaurante diferente. Sus responsables dicen de sí mismos que es un lugar "gitano, místico y orgánico" y todo responde a estos tres mandamientos: desde la decoración hasta lo que aparece en tus platos casi como arte de magia.
Entre abanicos, panderetas, candelabros y hasta una jaima, el chef argentino Massimilano Rossi apuesta por la llamada gastronomía de raíz 'plant based' en una cocina de autor, es decir, una reinterpretación de alta cocina de los platos veganos que hacen que redescubras sabores que nunca pensamos que estuvieran en esos ingredientes.
En esa libertad casi nómada de cocinar, el brócoli no es un brócoli normal, no sabe al que cocinamos en casa. Es un crujiente lleno de sabor sobre una salsa increíble que te completa el paladas con sensaciones nuevas.
Es uno de los platos que si te sientas en Zíngara tienes que comer sí o sí. Pero no es el único, unas patatas bravas son muy diferentes y crujientes; el saam coreano de paté de almendras, en hoja de shiso, con salsa de tamarindo y cacahuete; la causa acevichada pero de setas o los sorrentinos, una pasta rellena increíble, están entre los preferidos de los clientes. Además de los noodles, con una textura increíble.
Si te queda hueco para algo dulce, apuesta por la cookie de cacahuete y chocolate y un buen té o café, pero conserva siempre un espacio para los cócteles, otra de las grandes sorpresas de este lugar.
La carta, muy equilibrada para que puedas tomar algo en el aperitivo, comiendo y después de terminar, está creada por Mario Villalón, Roberto Castán y François Monti o lo que es lo mismo Angelita y Amarguería.
Con ese toque gitano y parisino que han querido meter en esta coctelera, la mezcla resulta explosiva: maceraciones con té o té ruso, así se llamaba en Europa al té negro aromatizado con cítricos y flores; cítricos para tomar durante la comida y tragos equilibrados para la sobremesa como el Zingara Mauresque, inspirado en el original Mauresque que era un combinado con absenta muy popular a finales del siglo XIX.
Eso sí, si buscamos algo más fuerte también está en la barra de Zíngara, como el Scotch Fashioned, con su propia versión del Old Fashioned que cuenta con el Earl grey, el rey de los tés al estilo ruso en lugar de agua.
Pero en un lugar gitano y místico tiene que haber algún que otro misterio por descubrir. En este caso, el gran secreto del local y la zona más mágica de Zíngara está en el sótano, bajando por las escaleras que se ubican a mitad de sala.
Es un un reservado con una increíble mesa de mármol corrida, para 14 personas sentadas, una bodega vista y una estancia de inspiración moruna donde sentirse, realmente, como viviendo un sueño dentro de una jaima.
El interiorismo es cosa de Eme Carranza. ¿La magia? Una buena mezcla de cocina, coctelería y decoración.
Plaza de las Salesas, 8. Madrid