Los escudos con el Águila de San Juan, símbolo y emblema del franquismo, ubicados en la entrada del Palacio de El Pardo han pasado a la historia. Tal y como informa a este periódico un portavoz de Patrimonio Nacional, los escudos, ubicados en la puerta y las farolas de la entrada, se quitaron el 5 de marzo en cumplimiento de la ley de memoria histórica. Por otro lado, estas mismas fuentes no han respondido a la pregunta de qué se ha hecho finalmente con ellos.
Sacar esta simbología franquista de los muros de El Pardo no ha quedado en una simple anécdota. Antes de la retirada de estos símbolos, se había registrado una denuncia a mediados de febrero por parte de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) contra Patrimonio Nacional, al entender que era el organismo responsable de no retirar estos símbolos, que llevaban en la entrada de El Pardo desde hacía años. Desde la ARMH, entendían que se incumplía la ley de memoria histórica al no retirarlos de su ubicación.
No obstante, la Fiscalía Provincial de Madrid decidió archivar esa denuncia al entender que no existía todavía un catálogo de vestigios franquistas, por lo que no había incumplimiento de la ley al no retirar esos escudos, que finalmente salieron de El Pardo a principios de marzo.
[El misterio de la cruz derruida de Guadarrama: cómo cayó este símbolo franquista en pleno monte]
Fuentes de ARMH sostienen que "Patrimonio Nacional es un organismo público vinculado a la presidencia del Gobierno y que debería ser ejemplar en la aplicación de las leyes", por tanto, "no quitar esos símbolos" podría haber incurrido en un delito de "prevaricación". Además, estas mismas fuentes añaden que en "el Valle de los Caídos" todavía hay "muchísima simbología que incumple la ley".
En la citada denuncia presentada por la ARMH, la asociación instaba a la Fiscalía General del Estado a investigar estos hechos y a tomar "las medidas judiciales pertinentes para sancionar la prevaricación y restablecer la legalidad" en el Palacio del Pardo, donde asegura que "no debería existir ninguna exaltación del dictador ni de su régimen".
Ahora, dieciséis años después de que la ley de memoria histórica, de diciembre de 2007, prohibiera esos símbolos, la Fiscalía argumenta que como la normativa prevé la elaboración de un catálogo de vestigios franquistas y el catálogo no existe todavía, Patrimonio Nacional no habría incumplido la ley al no retirar los escudos.
[Cuatro 'palacios' en ruinas: las joyas olvidadas de Madrid que nadie quiere]
En su nota, la ARMH, que adjuntaba la resolución de la Fiscalía, expresaba que "el escudo franquista celebra el asesinato, la desaparición forzada, la detención ilegal, el saqueo de propiedades y las torturas a cientos de miles de personas; considerar que toda esa celebración de violaciones de derechos humanos no atenta contra un grupo determinado de víctimas de la dictadura es un ejercicio de doble moral sin límites".
Según la ARMH, los escudos franquistas que estaban presentes en la valla de acceso al palacio y en diversas farolas del recinto debían haberse retirado hace más de 15 años, cuando entró en vigor la Ley de Memoria Histórica de 2007, que obligaba a eliminar escudos, insignias, placas y otros objetos de exaltación de la dictadura.
La Ley de Memoria Democrática, en vigor desde 2022 y que sustituye a la anterior norma, también obliga a retirar este tipo de objetos en lugares públicos, a no ser que "concurran razones artísticas o arquitectónicas" de protección legal, casos en los que será necesario incluir una reinterpretación de dichos elementos.
El Palacio de El Pardo
Situado en el monte del Pardo, esta edificación palaciega se construyó sobre el lugar en el que ya estuvo un pequeño castillo levantado por Enrique III y Enrique IV (s. XIV). Rodeado por cerca de 16 000 hectáreas de bosque, es uno de los palacios reales pertenecientes a Patrimonio Nacional. Desde 1983, es residencia de jefes de Estado extranjeros durante su visita oficial a España.
El rey Carlos I ordenó su reedificación a Luis de Vega, que realizó un pequeño alcázar tradicional español cuadrado, con torres sobresalientes en las esquinas y rodeado por completo por un foso.
Felipe II se encargó de terminarlo, introduciendo por primera vez las techumbres de pizarra al estilo flamenco, decorando el interior al modo italiano, con frescos y una galería de retratos en la que se pudo disfrutar de obras maestras de Tiziano, Antonio Moro y sus discípulos. Un incendio en 1604 destruyó toda esta decoración.
Felipe III se encargó de una nueva reedificación con Francisco de Mora, repitiendo la decoración de su padre. Felipe V alteró el interior para poder albergar a la corte, ya que residía en él durante el invierno, al igual que Carlos III, que ordenó ampliar la residencia, encargando a Sabatini la obra.
De la mano de estos dos monarcas, el interior del palacio se llenó de tapices con modelos firmados por Goya o los Bayeu, entre otros, que se pueden observar hoy en la visita a su interior. El palacio conserva también mobiliario de los siglos XVIII y XIX, así como importantes pinturas.