El Vkaos no tiene un rótulo en la entrada con su nombre, pero es fácilmente reconocible. Es una casa baja rodeada de edificios residenciales en el corazón de Puente de Vallecas. En su interior, los fines de semana, una densa alfombra de cáscaras de pipas hace crujir el suelo a cada paso. Pero ese crujido es imperceptible, porque el heavy metal que disparan los potentes altavoces de la sala se encarga de eclipsar cualquier otro sonido. A eso se viene al Vkaos, a comer pipas y escuchar heavy.
Este garito parecía la pequeña aldea gala que resiste, hoy y siempre, al invasor. Mientras la vida nocturna de Madrid cambia a pasos agigantados, el Vkaos aguantaba con indiferencia el paso del tiempo. Con sus heavys cuarentones, con su calimocho de vino peleón, con su buen rollo castizo y cercano, con sus enormes boles de pipas sobre la barra. Pero 35 años después, el Vkaos llega a su fin. Jose y Ana, los hermanos que han regentado el negocio todo este tiempo, se confiesan cansados de tanto trote.
Vallekas —con k, por supuesto— se queda huérfana de rock y heavy metal. Cerró la sala Excalibur en 2012; la Urbe del Kas, en 2016; y la Hebe, en 2018. Ahora cierra el Vkaos, dejando al heavy vallecano desprotegido ante el imperio de la música ultra procesada moderna. Hasta los galos más feroces terminan por sucumbir algún día.
“Abrí justo el 15 de abril del 88. Es el mismo día que vamos a cerrar. El 15 de abril del 2023. Han sido 35 años justos”, explica Jose, que recibe a Madrid Total solo tres días antes del cierre definitivo de su negocio, del local al que ha dedicado toda la vida. Si las paredes del Vkaos hablaran, podrían hacer una biografía fidedigna de los hermanos Fernández.
Lo cierto es que el bar de Jose y Ana no siempre estuvo en Vallecas. Antes se llamaba Y punto. Pasó cuatro años en Lavapiés y nueve en la calle Atocha. El Vkaos, como tal, nació en 2001 en esta pequeña “casa de brujas”, como se conoce popularmente en el barrio. “Todavía había pesetas cuando abrimos aquí”.
“Vallecas me ha tratado muy bien, hay muy buen rollo. Mi mujer es de aquí, nacida y criada aquí. Yo soy de Lavapiés, pero llevo aquí casi 30 años”. En todo este tiempo, Jose ha sido testigo privilegiado del auge del rock y el heavy metal en España. “En los años 80 y 90 había un buen rollo que te cagas, tío. Era muy guay”.
“Los chavales jóvenes ya no vienen. Yo antes venía a abrir y a las 8 de la tarde había 20 chavales en la puerta. Ahora el heavy metal y el rock no se escuchan tanto. Están con el reguetón y otras historias”.
“Yo creo que el rock n’ roll no va a morir nunca, pero cada vez lo escucha menos gente. Siempre lo digo. Cuando se vayan AC/DC, Iron Maiden, Judas Priest y tal, ¿qué conciertos grandes va a haber? Es una pena. Antes había 20 bares como el nuestro y ahora quedan muy pocos. Nos vamos a quedar muy huérfanos”.
—¿Cómo ves el panorama musical actual?
—Regulín, tirando a mal. Hay muchos grupos, pero ninguno tiene apoyo. Viene Metallica y te cobra 150 euros por la entrada, y un grupo de chavales de barrio no cobran ni cinco euros. Hay que apoyarlos. También cada vez hay menos salas, y vas a una y, en vez de que te paguen ellos, tienes que pagar para tocar…. Lo están poniendo muy difícil. Y es una pena.
—Después del cierre de Excalibur, de la Hebe, de la Urbe del Kas y ahora vosotros, ¿qué le queda de rock a Vallecas?
—Pues el Cathouse, que está allí abajo en el puente. Y el antiguo Jimmy Jazz lo han abierto otra vez, ahora se llama Godfather. Está muy bien. Lo lleva el Trapa, un tío de aquí, de toda la vida, que cantaba en Matando Gratix. Ha tenido varios bares y ahora ha dejado ese local muy bonito. A ver qué tal va. A mí me gustaría que este local pasase a un rollo similar.
—¿Por qué cerráis, Jose?
—Ya son 35 años los que llevo currando. He tenido tres operaciones en el hombro y se me ha quedado mal. No puedo levantar el brazo y me han dado una incapacidad. Fui al tribunal médico y todo el rollo, y bueno, me han dado una pensioncita. Toca descansar. Estoy muy cansao, tío. Ya la edad quema. La noche quema mucho. Son 35 años de noche. Y ahora cerramos prontito, pero antes cerrábamos todos los findes a las 6 de la mañana. Y en Atocha y Lavapiés lo mismo.
Ya lo cantó Platero y Tú: Tras la barra del bar, una vida se va…
'Fortu' poniendo copas
Precisamente los miembros de este grupo vasco -que dio a conocer a Fito Cabrales y a Iñaki Antón- eran parroquianos de Jose cuando venían a Madrid. “Cuando todavía no eran nadie, cuando no les conocía ni dios”. Jose conserva el primer disco de los Platero firmado por todos los miembros.
La lista de bandas míticas que han pisado el local, tanto en Atocha como en Vallecas, es larguísima. “Mägo de Oz siempre nos ha apoyado. Lujuria, Tierra Santa, Guadaña… El cantante de Helloween estuvo aquí hace muchos años con Mariano Muniesa, que lo trajo”. Las anécdotas son infinitas.
“Cuando viene el Fortu [cantante de Obús], se suele meter en la barra a poner copas. Dice que es para que no le agobien, pero realmente le mola”, asegura Jose.
De Robe Iniesta, líder de Extremoduro, recuerda que se preocupaba mucho de que nadie bebiera de gratis. “Se ponía en la barra y decía: ‘¿Jose, te han pagao? ¡Que no se vaya nadie sin pagar, eh!’. Ya sabes que los músicos a veces van a su bola y se olvidan, pero este se preocupaba mucho y mira que en aquella época estaba muy metido en la heroína… ‘Que sí, Robe, que han pagado todos. No te preocupes’, le respondía”.
“Por Atocha iban mogollón de grupos. Ahí hice conciertillos también. Lo tuve que dejar porque no podía hacerlos. Los cinco que hice tuve problemas. No tenía licencia, pero bueno, eran los 90, era otra historia”.
—¿Es cierto que organizaste un concierto de Mägo de Oz en sus inicios?
—Sí, en Atocha.
—Cuéntame eso, por favor.
—Me parece que fue en el 97, cuando grabaron Jesús de Chamberí, pues me dijeron de tocar ahí. ¡Fue el primer concierto que hice! Tocaron en acústico. El Txus [batería] fue con una pandereta y no sé qué más (risas). Ya habían hecho conciertos, pero en bares pequeños. Luego, fíjate, llenaron dos veces Las Ventas.
Toneladas de pipas
La noche de este sábado ha sido la última de la vida del Vkaos. En los últimos días, cientos —quizás miles— de parroquianos han pasado a despedirse de este enclave del rock vallecano, y madrileño. ¿Y ahora? “Ahora puedo hacer cualquier cosa menos ser camarero”, afirma Jose.
“Haré algún curso que haya por ahí, quiero hacer algún voluntariado, en la Cruz Roja o en algún sitio de estos. Quiero hacer algo y entretenerme un poquito. Por ejemplo el francés que estudié en el cole ya se me ha olvidado casi todo y a lo mejor me apunto a un curso”.
El camino ha sido bonito, y la despedida agridulce: “Me da pena. Sé que algún viernes o un sábado estaré en casa y pensaré… Joder… Pero quiero descansar. Ahora voy a poder salir, a ver a más gente, a ir a más conciertos. Ahora puedo hacer cosas que hace años que no hago”. Atrás quedan 35 años de heavy metal, cañas, calimochos y pipas. Muchas pipas. “Toneladas, seguramente”. Era la seña de identidad de este mítico garito.
—Jose, lo de las pipas, ¿por qué surgió?
—Había un bar en Argüelles que se llamaba El Pipas. Me acuerdo que iba por ahí cuando terminé la mili, en el 83. Y no sé si surgió de ese sitio o si simplemente un día se me ocurrió poner pipas y a la gente le gustó. Pues pipas. Pero kilos y kilos de pipas. Un viernes se podían gastar cinco kilos de pipas o más. Hay veces en que no ves ni el suelo. Pisas pipas nada más. Se barren bien, es lo bueno. Te da lo mismo barrer cuatro que 25.000.