Hubiera entendido que el gobierno inglés o el francés hubieran atacado a las universidades privadas españolas, incluso a las públicas. Esos dos países tienen un sector económico universitario impresionante.
En muchas ciudades inglesas donde antes había un sector industrial ya no lo hay. Su antiguo polígono industrial sigue teniendo construcciones. Dentro de ellas ya no hay máquinas, hay aulas. Aulas llenas de pakistaníes, estudiantes procedentes de la india de toda la Commonwealth. Pero también de todas las partes de Europa, América y, por supuesto, españoles.
Por tanto, estos países compiten con nosotros en el sector universitario. Por eso no hubiera sido nada raro que intentasen desprestigiar al sistema universitario español.
De hecho, lo hacen cuando publican sus célebres rankin de universidades ¿qué casualidad que sean muchas las anglosajonas en los primeros puestos? Y ya se sabe que la situación en el ranking depende de los criterios elegidos que, en este caso, les favorecen.
Francia o Reino Unido compiten con nosotros en el sector universitario; no hubiera sido extraño que intentaran desprestigiarnos
Sin embargo, si en lugar de hablar de “universidades” en general, se ranqueara a centros especializados la cosa cambiaría. Las Escuelas de Negocio españolas están en los primeros puestos.
Seguro que muchas facultades de ingeniería, arquitectura, o medicina o farmacia, … españolas estarían muy bien posicionadas. Pero, en lugar de defenderlas el gobierno español se dedica a atacar ¡Se necesita ser paleto!
Es delirante que sea el propio gobierno español el que quiera desprestigiar a parte de su sistema universitario.
Hoy en día tener un sistema universitario extenso permite “EXPORTAR”. Lo mismo que el turismo de ocio o sanitario, el turismo de estudios universitarios es fuente de riqueza, creación de trabajos de alto valor añadido, generación de investigación y preparación de profesionales de todo tipo.
La conjunción de un sector universitario privado con el público puede hacer de España un “hub” de estudios universitarios a nivel mundial en los dos idiomas: castellano, español en Iberoamérica, e inglés. Cientos de miles de universitarios extranjeros ya están estudiando grados y, sobre todo, postgrados en España. Madrid, Barcelona, … son un centro de atracción.
El invierno demográfico español necesita jóvenes. Seguro que muchos de los que vienen o vendrían a nuestras universidades públicas y privadas se quedarían, los podríamos seleccionar. Sería una inmigración de calidad. Como ocurre en EEUU o en Canadá.
Además, las universidades públicas, lejos de ser perjudicadas, se mejorarían. Primero porque la competencia desarrolla la excelencia. Segundo porque se sabe que en investigación se potencia con la concurrencia de centros de origen diferente.
Tercero porque sus presupuestos harían que tratasen mejor a sus estudiantes al reducir la masificación. Cuarto porque sus doctorandos y doctores pueden encontrar puestos de trabajo sin tener que irse al extranjero. Quinto porque un “cluster” universitario atraería a alumnos extranjeros de todo tipo.
Seguro que muchos de los que vienen o vendrían a nuestras universidades públicas y privadas se quedarían, los podríamos seleccionar
Nos quejamos que nuestro profesionales científicos tienen que irse al extranjero. Pero atacamos unas instituciones privadas que pueden acogerlos.
El sector universitario privado español es relativamente joven. Salvo algunas universidades acogidas al concordato, las demás tienen menos de 50 años. Son unos bebes como instituciones universitarias. Se dice que una universidad empieza a tener cara cuando se matriculan los biznietos de sus primeros estudiantes.
Lo que hace el gobierno atacando ese sector es como cuando a una planta joven la dejas de regar. Es la mejor manera de tener un desierto. Porque los vergeles no se construyen con plantas grandes aisladas. Eso es la sabana deshabitada. Se hacen con multitud de vegetales que con sus diversos colores acaban creando un paisaje extraordinario y cada vez más fértil.
Dejemos que crezca el vergel universitario español, con privadas y públicas, numerosas y esparcidas por toda nuestra geografía. Con iniciativas de todo tipo. Cuidémoslas a todas, financiemos a las públicas con impuestos, mientras las privadas se encargan de obtener sus recursos lo que reduce el déficit público.
Todo son ventajas. Lo incomprensible es que los que atacan a nuestro sector privado universitario han estudiado en él el grado, el postgrado o cursos especializados. Y algunos, para más inri lo han hecho en el extranjero.
¿Será que lo que quieren es que nuestros investigadores y docentes tengan que emigrar necesariamente para poder ejercer su vocación y así eliminar ciudadanos críticos capaces de analizar la realidad con criterios propios?
Atacar a las universidades privadas además de demagogos, en este caso es de paletos.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE.