Paneles en el interior del Palacio de la Bolsa

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Opinión

Del ahorro a la inversión: el gran reto de la Unión Europea

Pilar Martínez
Publicada

Europa vive una paradoja financiera: mientras los ciudadanos acumulamos ahorros y depósitos por valor de 10 billones de euros, según el FMI, nuestras empresas necesitan urgentemente financiación para alcanzar la competitividad de sus iguales en otras regiones del mundo. Las inversiones salen de la UE para terminar en compañías de terceros países, principalmente de EEUU, mientras que las pymes y startups europeas, que podrían revolucionar la economía, buscan financiación desesperadamente para escalar.

Esta contradicción del dinero inmóvil frente a oportunidades que no encuentran financiación es la cuenta pendiente que la Comisión Europea quiere resolver con la nueva Unión de Ahorro e Inversión o Savings and Investments Union (SIU, por sus siglas en inglés).

El Informe Draghi ya alertaba en septiembre del año pasado de la urgencia de movilizar hasta 800.000 millones de euros para que los 27 puedan cerrar la brecha de competitividad con EEUU y China, y no quedar rezagados en la economía global. El abundante ahorro privado de los europeos se plantea como una alternativa necesaria y complementaria a la financiación pública (que, por otro lado, necesita desesperadamente del impulso privado).

El problema es que ese ahorro está estancado en cuentas corrientes, productos de baja rentabilidad, o instrumentos fuera de la Unión. El reto de la SIU reside, por tanto, en generar suficientes incentivos, capacitación y herramientas de inversión accesibles que atraigan al ahorrador europeo para convertirse en inversor. En la misma línea están el Informe Draghi y el Libro Blanco sobre el Impulso de la Competitividad de los Mercados de Capitales elaborado a principios del año pasado por BME.

Muchas personas aún perciben los mercados financieros como un entorno complejo y arriesgado, reservado a los expertos y grandes patrimonios. Un estigma que es necesario romper si queremos afrontar los retos de financiación a largo plazo que tenemos por delante, especialmente la insostenibilidad del sistema de pensiones público.

El abundante ahorro privado de los europeos se plantea como una alternativa necesaria

Sin embargo, con las herramientas adecuadas, los ahorradores pueden convertirse en inversores. Para llegar a esa fase, es imprescindible poner en marcha un ambicioso programa de educación financiera que visibilice aquellas herramientas que permiten gestionar el riesgo y construir carteras diversificadas de forma sencilla. La falta de conocimientos financieros no solo limita las oportunidades de los ahorradores, sino que también reduce la profundidad y liquidez de los mercados de capitales europeos, haciéndolos menos competitivos y empujando a las empresas a buscar financiación fuera de la UE.

La cuestión es cómo romper esta dinámica y convertirla en un círculo virtuoso, para lo que no debemos mirar demasiado lejos: países como Suecia cuentan desde hace décadas con herramientas como la cuenta ISK. Se trata de una especie de "hucha inteligente" donde los ciudadanos pueden invertir en mercados de capitales con beneficios fiscales y una carga burocrática limitada. Esta fórmula está siendo objeto de análisis por la Comisión Europea como primera medida para ayudar al ahorrador a dar el paso a la inversión.

Otro de los grandes problemas del ecosistema financiero europeo es el entramado de normativas que cambia de un país a otro. Participar en los mercados de capitales en Irlanda o Alemania no debería ser distinto a hacerlo en España. Sin embargo, la realidad es que los márgenes de transposición de las normas europeas a los ordenamientos nacionales derivan en regímenes fiscales, societarios o de insolvencia diferentes en cada Estado.

Una armonización de estas normativas reduciría las desventajas comparativas y contribuiría a una Europa fuera más atractiva para los inversores, tanto locales como internacionales. Esta falta de homogeneidad hace que elegir dónde invertir sea innecesariamente más complicado y perjudica a aquellos que tienen unas reglas de juego menos competitivas.

Por otro lado, la propuesta, incluida en la SIU, de crear un "supermercado financiero" paneuropeo para startups tecnológicas y pymes suena atractiva, pero podría ser contraproducente. Muchas de estas empresas dependen de sus redes locales y ecosistemas nacionales para crecer, además de tener una relación mucho más cercana con su supervisor local. Arrancarlas de su entorno y lanzarlas a un mercado supranacional podría diluir su acceso a los inversores adecuados.

Es fundamental tener presente el papel y el conocimiento de la industria de mercados de capitales: la regulación financiera en la UE no puede diseñarse en un entorno aislado. El know how acumulado de los operadores y los supervisores locales debe tenerse en cuenta en este proceso de definición de las nuevas normas para evitar regulaciones que, aunque bienintencionadas, terminen por tener un efecto contrario en la inversión. Estamos ante un equilibrio que debe cuidarse con mucha inteligencia. 

El impacto positivo de generar una dinámica que facilite la financiación de las empresas va mucho más allá del ámbito financiero, es una cuestión de país: cuando una empresa accede a financiación a través del mercado de capitales y logra crecer, genera empleo, impulsa la inversión en talento y refuerza el tejido productivo local.

Las regiones con mercados de capitales desarrollados tienden a experimentar un mayor dinamismo económico, ya que el capital fluye hacia sectores estratégicos que impulsan la creación de valor. En resumen, es el medio para fomentar el crecimiento y la competitividad sostenibles en el tiempo y mejorar la calidad de vida de la sociedad en su conjunto.

La Comisión Europea tiene ante sí una gran oportunidad para convertir el ahorro en motor de inversión y crecimiento en la UE, pero para alcanzarlo debe combinar ambición con pragmatismo, facilitando la inversión sin limitar al mercado con regulaciones inoperativas. Si lo consigue, podría lograr algo tan obvio como urgente, hacer que el dinero fluya hacia donde más se necesita: la economía real.

*** Pilar Martínez es directora de Asuntos Públicos de Europa y América Latinase en BME.