El pasado 4 de septiembre cayó la presión fiscal en España, aunque no pagásemos menos impuestos ni cotizaciones sociales. Ese día, el Instituto Nacional de Estadística avanzaba la revisión del PIB de 2021, que se trasladaba a 2022 y 2023.
La presión fiscal es el índice más utilizado para comparar cuántos impuestos (y en general pagos obligatorios al Estado) se recaudan en un país respecto a otros. Este índice es el cociente entre la recaudación de impuestos y cotizaciones sociales entre el tamaño de una economía, que se mide por el Producto Interior Bruto (PIB).
El PIB es una estimación que realiza el INE, a diferencia de la recaudación de impuestos que se puede determinar con más precisión (aunque también tiene algunos problemas). Pues bien, la última estimación del PIB de 2023 fue de 1.498.324 millones de euros (casi 1,5 billones), un 2,5% superior a la anterior estimación del INE de 1.461.889 millones.
Por una parte, hemos crecido más, nos hemos recuperado mejor y más rápido de la pandemia. Por otra parte, el tamaño de nuestra economía es algo superior al que pensábamos. Otra cuestión es si la composición de ese PIB es mejor o peor que antes, es decir si el INE nos da una imagen de un crecimiento más sostenible o no, pero de esto hablaremos otro día.
La primera derivada de tener más PIB es que cualquier cosa que se divida entre el PIB da una ratio menor. Eso incluye la presión fiscal, pero también, el déficit o la deuda pública. Como la presión fiscal se ha reducido, ya hay voces reclamando “más impuestos”, especialmente, como no a los “ricos” y a las “grandes empresas”. La primera pregunta es, si después de esta revisión del INE, necesitamos cobrar más impuestos. Pues si acudimos a la revisión de las cuentas nacionales, en 2023 tuvimos menos déficit.
Como la presión fiscal se ha reducido, ya hay voces reclamando “más impuestos”, especialmente, como no a los “ricos” y a las “grandes empresas”
En principio, el año se cerró con un déficit del 3,64%, pero debido fundamentalmente a esta esta revisión del PIB, ahora la ratio queda en el 3,52%. No sólo eso, también cayó ligeramente el déficit público de 2023 en términos nominales, al pasar de 53.159 millones de euros a 52.669 millones. La situación fiscal es parecidísima, pero algo mejor, y por lo tanto no justifica una subida adicional de impuestos, ni tampoco más recorte de gastos.
El gran argumento de los que quieren subir impuestos “a los ricos” y a las “grandes empresas” es que hay que equipararse a Europa. Antes de la pandemia, nuestra presión fiscal era seis puntos inferior a la media de la Unión Europea. Esto se había reducido a dos puntos en los últimos años, aunque ahora como hemos crecido más, probablemente la diferencia esté en unos cuatro puntos, como apuntaba el presidente del Gobierno en sede parlamentaria.
Hemos reducido esta diferencia porque hemos recaudado más. Hay varias razones, unas más agradables que otras. Una de ellas es que, con gran probabilidad se ha reducido el fraude fiscal y la economía sumergida. Esto se ha debido a la generalización de los pagos electrónicos lo que da más y mejor información a la Agencia Tributaria. Por supuesto, si la troceamos, como está previsto en acuerdo PSC-ERC esta ventaja se perderá y aumentará el fraude fiscal.
La otra razón es que no se ha adaptado el principal impuesto a la inflación, el IRPF. Esto ha supuesto que con la misma o incluso menor capacidad económica se pague más IRPF. Esto se conoce en jerga como progresividad en frío, y es una subida encubierta de impuestos. Según los cálculos del Banco de España, este efecto fue de unos 11.000 millones de euros al año en 2023 (los míos de unos 12.644 millones de euros). Ha habido otras subidas de impuestos, creación de otros, que han recaudado mucho menos de lo previsto, y también rebajas que ya se están revertiendo. Pero, en términos, de recaudación, lo más importante con muchísima diferencia ha sido no adaptar el IRPF a la inflación.
Si quisiésemos equipararnos a Europa en presión fiscal, ¿qué tendríamos que hacer? Pues, en primer lugar, ser conscientes de que recaudamos menos porque nuestro mercado de trabajo funciona peor. Tenemos menos gente trabajando, y con menores salarios, que Alemania, Francia o Italia y eso supone recaudar menos por IRPF y por cotizaciones sociales. En parte, hemos ido cerrando la brecha recaudatoria con Europa porque, aunque seguimos siendo campeones en paro, tenemos más empleo que antes.
Si quisiésemos equipararnos a Europa en presión fiscal, ¿qué tendríamos que hacer? Pues, en primer lugar, ser conscientes de que recaudamos menos porque nuestro mercado de trabajo funciona peor
El segundo factor sí es fiscal: España es el país de la Unión Europea que menos grava el consumo. Esto se debe a que nuestros impuestos sobre carburantes, alcoholes y tabaco son más reducidos que los de nuestros socios europeos. Esto no sólo es una afirmación y una estadística del informe anual de fiscalidad de la Comisión Europea, es también algo que puede comprobar cualquiera.
Además, después de Italia, somos el país que aplica a más productos y servicios, tipos reducidos o superreducidos de IVA. La Comisión Europea reclama, especialmente, que aumentemos los impuestos “verdes”, por ejemplo, a gasolinas y gasóleos, donde estamos a la cola de Europa. Esto sería regresivo, y por eso, la Comisión Europea también recomienda que se compense a las familias de menos ingresos.
Este planteamiento de equiparar la presión fiscal a la media europea se puede compartir o no, o sólo en parte. Pero, conviene no autoengañarse, esto tiene poco que ver con la fiscalidad de los millonarios o de las grandes empresas, ahí no está la diferencia de recaudación con Europa. De lo que sí hay que ser conscientes es que hay que reequilibrar las cuentas públicas.
Hay que reducir el déficit público, que, aunque se ha reducido desde la pandemia, sigue siendo demasiado elevado. Además, nuestra deuda pública excede del 100% del PIB, y eso supone, también, un nivel excesivo. Lo peor de todo, es que, en los próximos años, las pensiones, la sanidad y la dependencia, que son partidas enormes del gasto público se incrementarán debido al envejecimiento de la población. Hay que ser más eficientes en la gestión del gasto público, pero, muy probablemente, sólo con eso no baste para equilibrar las cuentas.
Respondiendo a la pregunta del título, cuando cae la presión fiscal, no porque se derrumbe la recaudación, sino porque hemos crecido más de lo que la estadística había estimado antes, lo que hay que hacer no es subir los impuestos, o si hay que subirlos será por otra cosa. Por cierto, aumentar impuestos no es la mejor respuesta para crecer, y si conseguimos más recaudación a costa de menor crecimiento, el índice de presión fiscal se incrementará, pero la situación de los ciudadanos y empresas será peor, y la del Estado, paradójicamente, también.
*** Francisco de la Torre Díaz es economista e inspector de Hacienda. Ex Diputado en el Congreso.