El pasado lunes se presentó en la Fundación Rafael del Pino el informe anual que la Cátedra de Ciencia y Sociedad de dicha institución lanza cada año. En esta ocasión, la publicación lleva por título “Innovación con futuro” y está coordinada por Javier García Martínez, director de la cátedra, fundador de CELERA (comunidad de aceleración de talento joven de la Fundación), fundador de Rive Technology y director del laboratorio de nanotecnología molecular de la Universidad de Alicante. El subtítulo dice mucho más que el título: “Las 10 tecnologías imprescindibles para adaptar tu modelo de negocio a las nuevas oportunidades”.
Se trata, como no podía ser menos, de un extraordinario trabajo de colaboración de eminentes profesionales, que abarcan los temas más punteros de nuestra realidad: IA generativa, los nuevos textiles, el ARN mensajero, la tecnología contra incendios forestales, la nueva construcción de edificios y hogares, la computación cuántica, la ciberseguridad, el diagnóstico médico inteligente, las redes privadas 5F y Wi-Fi 7 y, finalmente, los reactores modulares para la energía nuclear. Como viene siendo habitual en todo lo que se involucra la Fundación Rafael del Pino, con María del Pino y Vicente J. Montes a la cabeza, la calidad de la publicación y el cuidado de todos los detalles es impecable.
La presentación contó con la participación del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi y, por supuesto, con la exposición del coordinador del informe, Javier García Martínez, que tuvo una intervención magistral.
Tengo que reconocer que cuando reservé mi plaza no sabía que iba a un evento más sobre economía y empresa que sobre ciencia. Pero fue así. Y me llevé muchísimas reflexiones y lecciones aprendidas.
Por ejemplo, que para aprovechar las posibilidades que se presentan en esas 10 innovaciones punteras, es necesario una revolución tecnológica basada en el cambio de mentalidad, no sólo en la acumulación de tecnologías. Ese cambio de mentalidad implica dar el salto del laboratorio al mercado. Y en esa transición es donde España flaquea. No estamos acostumbrados a “gestionar” la ciencia.
No estamos acostumbrados a “gestionar” la ciencia
Fue el economista austriaco Joseph A. Schumpeter quien diferenció entre invención e innovación. Según Schumpeter, el proceso de cambio tecnológico en un mercado libre consta de tres partes: la invención (concebir una nueva idea o proceso), la innovación (disponer de los requisitos económicos para poner en práctica una invención) y la difusión (por la que las personas que observan el nuevo descubrimiento lo adoptan o imitan).
Además, define cinco tipos de innovación: la que presenta un nuevo producto, la que consiste en un nuevo método de producción, la que aporta nuevas materias primas, la que descubre un nuevo mercado y, finalmente, la que consiste en un nuevo modo de organizar la empresa. Lo que estamos viviendo, esa emergencia disruptiva de un “ecosistema tecnológico”, como lo llama José Manuel de la Chica, involucra todos los tipos de innovación schumpeteriana.
Nos encontramos en un momento de cambio único. Las profesiones, los modelos de negocio, la educación, el mercado de trabajo, la forma de vida, la seguridad ciudadana, todo va a ser de otra manera, y de hecho ya está empezando a serlo a pasos agigantados.
¿Qué hace falta para que España no se quede atrás? Libertad empresarial para crear modelos de negocio que lleven esas innovaciones a los ciudadanos. Capitalistas, es decir, dueños del capital dispuestos a invertir en ellas. Una regulación que incentive, no que impida la innovación.
De todo esto, entre otras cosas, hablaron en el coloquio moderado por Oihana Basilio, Fellow MIT-Rafael del Pino, profesora e investigadora de la cátedra UAM-ASSECO, Elena González-Blanco, directora de IA para EMEA en Microsoft, Almudena Trigo, fundadora y directora de BeAble Capital, y Ezequiel Sánchez, presidente ejecutivo de PLD Space y socio de Binomio Ventures.
Libertad empresarial para crear modelos de negocio que lleven esas innovaciones a los ciudadanos
Es necesario promover las condiciones para que la creación de capital en España sea una realidad. También es imprescindible que los inversores privados, las “family-office”, los grandes patrimonios de particulares, miren a la industria basada en avances científicos como una inversión que merece la pena. Como recordaba Javier García Martínez, “es el tiempo de las luces largas y de los valientes”.
Porque la ciencia es un motor económico sin parangón. No en vano, el 90% de las patentes de los últimos años enfocadas en la sostenibilidad y dos tercios de las tecnologías desarrolladas que son esenciales para aumentar la competitividad son tecnología “deep science” (industriales de base científica).
Un requisito muy importante es que la mentalidad de la sociedad se desperece y se quite telarañas. Por ejemplo, siendo conscientes de que estos nuevos avances, y los que están por venir, no entienden de carreras de ciencias o letras. Elena González-Blanco, doctora en filología y que trabaja en los modelos de lenguaje generativo de IA es el mejor ejemplo. Se necesitan todas las mentes para lograr adaptar un invento a la empresa, y lograr que una innovación llegue a la sociedad. Se trata de combinar formación e inmersión cultural.
Y hay que poner encima de la mesa los intangibles: la marca como puerta de entrada a la aceptación social.
Finalmente, es necesario entender cómo funciona la aprobación y el rechazo al cambio, tanto en la mente individual, como en la ciudadanía, atendiendo a las diferencias culturales de cada sociedad. Los cambios que entrañan estos avances y que ya se perciben, van a una gran velocidad y generan incertidumbre. Nuestros cerebros están preparados para rechazar la incertidumbre. Disponemos de todo tipo de recursos para recuperar la sensación de control. De ahí que, ante los atractores o vórtices de incertidumbre que nos rodean, uno de los cuales es este cambio en el ecosistema tecnológico, nos defendamos con el escudo del catastrofismo.
Mencionaba Javier García Martínez a Chomsky, quien afirmaba que el optimismo es una estrategia para construir un mundo mejor.
Estoy de acuerdo. Y para construir, hay que ser conscientes de los desafíos y las oportunidades, hay que crear el entorno adecuado y los recursos necesarios. Y en nuestro país, ese esfuerzo pasa por no demonizar la acumulación e inversión de capitales privados, y reconocer la necesidad de que haya empresarios que desarrollen esos modelos de negocio para pasar del laboratorio al mercado.