La inflación europea es del 2,4%. La estadounidense es del 3,2%. Las previsiones de crecimiento en Europa para 2024 son de cero coma. En EEUU son de más del 2,5%. En Europa las ventas minoristas no dejan de caer, en Estados Unidos están claramente en positivo. Son solo algunos ejemplos de la cada vez mayor divergencia entre la economía estadounidense y la europea.
Curiosamente, la política monetaria del BCE sigue milimétricamente lo que haga o diga la Reserva Federal. Las políticas monetarias son iguales a ambos lados del atlántico, pero los datos de la ecuación son diferentes. Por tanto, algo falla en la ecuación. Y, en los mercados, los desequilibrios generan tanto riesgos como oportunidades.
Cuando los miembros de la Fed decían que los tipos de interés “estarán altos por mucho tiempo”, los del BCE repetían exactamente la misma frase, pese a que para entonces la divergencia era ya evidente. Y si los estadounidenses dicen ahora que quieren esperar a que la inflación se dirija claramente al objetivo del 2%, los europeos dicen exactamente lo mismo, pese a que el IPC europeo está solo a cuatro décimas de dicho objetivo. Como dicen en la redes sociales, “y así todo”.
Cuando los miembros de la Fed decían que los tipos de interés “estarán altos por mucho tiempo”, los del BCE repetían exactamente la misma frase
Nunca ha habido un seguidismo tan exacerbado por parte del BCE a lo que haga la Fed. Los motivos no los conocemos, pero se nos ocurren varios. Uno podría ser que en el BCE quieren cubrirse las espaldas, haciendo lo mismo que los demás. Y que, además, la decisión la tome otro (en este caso la Reserva Federal).
Así, si algo falla, es más fácil esconderse detrás del consenso. Es algo muy típico de las grandes organizaciones burocráticas, donde, como decía Margaret Thatcher, el consenso se utiliza para que nadie tenga que asumir responsabilidades.
Luego están los motivos con justificación económica. El primero sería mantener el valor del euro, puesto que si el euro bajara mucho con respecto al dólar, podría tener un efecto inflacionista. Por ejemplo, el petróleo o el gas lo compramos en dólares, y si hay que pagar más por el dólar, saldrían más caros.
Otro motivo con cierta justificación es que prefieran errar por el lado de la prudencia, dado que el BCE, al contrario que la Fed, tiene como único objetivo la estabilidad de precios (para la Fed también es un mandato mantener el pleno empleo).
El BCE, al contrario que la Fed, tiene como único objetivo la estabilidad de precios
Otro sería que la inflación subyacente todavía está alta. Pero ese suena más bien a excusa. En un sitio en el que hay tantos economistas, alguno sabrá que la inflación subyacente tiende a equilibrarse con el índice general. Igual que se equilibró luego con el IPC cuando éste se disparó al alza. Lo que pasa es que siempre pasa un tiempo hasta que la inflación subyacente se contagia del IPC.
Sea por el motivo que sea, estamos ante un desequilibrio financiero. Si seguimos así, podríamos encontrarnos con que el BCE sigue diciendo que está esperando a que la inflación se acerque al 2% cuando ya esté en el 2%.
En cualquier caso lo que nos interesa es que los desequilibrios suelen aportar oportunidades de inversión. Por ejemplo, cuando el BCE decía que el repunte de la inflación era “temporal” aprovechamos para apostar contra el valor de los bonos europeos (hoy en día es muy fácil apostar contra el valor de un activo, incluso con fondos de inversión y, por supuesto, con ETF).
Como pensaban que era algo temporal, tardaron mucho en subir los tipos de interés y para entonces la inflación ya se les había descontrolado. La consecuencia fue que tuvieron que subirlos deprisa y corriendo. Y lo que más daño hace al precio de los bonos es que suban los tipos de interés (existe una relación inversamente proporcional entre el precio de un bono y su tipo de interés).
Los desequilibrios suelen aportar oportunidades de inversión
En esta ocasión estaríamos ante la situación contraria: que el BCE llegue de nuevo tarde, pero para bajarlos. Lo que le obligaría a bajarlos más de lo previsto. Y probablemente más rápido.
Pero no acaba ahí la cosa. En los mercados siempre que se mueve una magnitud importante afecta al resto. Como hemos comentado, lo que ocurre con los tipos de interés es que afectan a la evolución de las divisas. Habrá que estar atentos, porque si el BCE tiene que rectificar tarde, mal y a rastras, tendrá un efecto en la cotización del euro. Un efecto que puede ser muy rentable, porque las divisas pueden llegar a ser muy volátiles y la volatilidad genera oportunidades de inversión.
También afectará a las bolsas. De hecho, el motivo principal por el que ha estado subiendo la bolsa europea es por la expectativa de bajada de tipos. No creo que sea por nuestro alto nivel en el desarrollo de la inteligencia artificial generativa.
Hasta ahora no merecía la pena perder el tiempo en escuchar nada de lo que dijera el BCE. Bastaba con escuchar a la Fed. Pero a partir de ahora podría ocurrir que alguien en el BCE les recuerde que tampoco está en su mandato quedarse por debajo del objetivo de inflación.
Sobre todo porque en Europa el riesgo de estancamiento deflacionista es muy alto. Si no hubiera sido por la explosión inflacionista global post-Covid, Europa tendría ahora un serio problema de deflación, con la que de hecho coqueteaba justo antes de la pandemia.
La euroesclerosis estructural no ha desaparecido. Es más, las actuaciones de los políticos -híper regulación, excesos impositivos, funcionariado elefantiásico, cero apoyo a la innovación y la empresa privada, envejecimiento de la población, etc– van dirigidas a que empeore. Y la euroesclerosis es desinflacionista.
***Víctor Alvargonzález es socio fundador de la empresa de asesoramiento financiero independiente Nextep Finance.