Las derivadas energéticas del súper año electoral
2024 es, sin duda, el súper año electoral. Un año en el que medio mundo está citado con las urnas. Medio mundo, literalmente. Más de 4.000 millones de personas están llamadas a votar en 76 países, es decir, casi el 51% de la población mundial.
Con el resultado que aflore de muchas de estas citas electorales se podrá tomar el pulso, en buena medida, no sólo del estado de salud de las democracias liberales, sino también del éxito en la consecución de políticas energéticas y medioambientales y, por supuesto, de los equilibrios en el tablero geopolítico.
Porque dentro del desorden mundial en el que estamos instalados y esa sensación de permacrisis en la que vivimos desde hace unos años, las consecuencias que el súper año electoral pueda tener en materia energética serán imprescindibles para que el sector industrial y empresarial, tanto español como europeo, midan sus riesgos y vislumbren posibles oportunidades.
Se celebrarán elecciones en Rusia, Túnez, Argelia, Bielorrusia, Rwanda o Irán y también en India, Reino Unido, Estados Unidos. A su vez, en la Unión Europea, además de las elecciones al Parlamento Europeo, otros 12 estados miembros tendrán sus respectivos comicios.
Las elecciones generales en Bélgica, Portugal o Austria serán un buen termómetro para medir la fuerza de la extrema derecha, que aspira a salir reforzada de las elecciones a la Eurocámara. Otro de los factores que marcarán el futuro energético serán las elecciones en Estados Unidos, ya que el posible retorno de Donald Trump a la Casa Blanca haría tambalear algunos de los limitados avances domésticos e internacionales conseguidos, así como una nueva política aislacionista podría dejar a los socios europeos sin el principal apoyo en la superación de la crisis energética vivida en 2022.
Otro de los factores que marcarán el futuro energético serán las elecciones en Estados Unidos
Y en este contexto, no solo se corre el riesgo de empeorar los impactos climáticos, sino que también veremos emerger, todavía con más fuerza, tensiones sociales y políticas entre gobiernos y sociedades por la explotación de los recursos. Sin ir más lejos, en Europa hay una creciente insatisfacción con las políticas de transición climática de la Unión, y el previsible ascenso de las fuerzas euroescépticas y de derecha radical en las elecciones al Parlamento Europeo de junio de 2024 puede aumentar todavía más esta presión. Estas tendencias se ven cada vez más acentuadas en el marco de una sociedad que se encuentra ante el dilema de estar preocupada por la situación de crisis climática, pero que no quiere soportar el grueso de los costes de la transición verde.
Sin duda, tras un año de estabilización después de la gran crisis energética provocada como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania, Europa ha puesto sobre la mesa dos de las prioridades que serán clave en los próximos años, y por las que está apostando con fuerza. Se trata de la autonomía estratégica abierta y la aceleración en la implantación de las energías renovables, con una especial apuesta por el hidrógeno como vector energético para la obtención de un continente de cero emisiones netas para 2050.
Las medidas para la aceleración de las energías renovables, la construcción de terminales para la recepción de gas natural licuado, la preparación para la llegada del hidrógeno, así como la apuesta por la mejora de las interconexiones o el desarrollo del almacenamiento marcarán, sin duda, este año. Por ello, será importante poder dejar cerrado, durante este primer trimestre del año, la Net Zero Industry Act (actualmente en trílogo) y que deberá apoyar las inversiones en tecnologías que permitan descarbonizar la economía, implementar la Critical Raw Materials Act, así como dar salida a dos documentos no legislativos de importancia.
El primero de ellos, el de resiliencia hídrica de la Unión, deberá aportar las herramientas necesarias para encontrar el equilibrio para la disponibilidad de agua. Recurso que es clave tanto para las personas, como para la industria en general, y en particular, para el desarrollo de proyectos de hidrógeno en un entorno altamente estresado hídricamente, como son los países ribereños del mediterráneo. El segundo, es el documento no legislativo sobre los objetivos climáticos europeos para 2040 y la forma de alcanzarlos.
El futuro de la competitividad europea pasará por el desarrollo de las energías renovables y por mantener una fiscalidad verde que apoye a las industrias para hacer su transformación hacia la descarbonización más fácil. El 2024 verá el refuerzo de las inversiones tanto en mejoras de la red de transporte de energía, como en la capacidad de almacenamiento: dos de los elementos principales para desarrollar la transición energética para una economía baja en carbono.
El futuro de la competitividad europea pasará por el desarrollo de las energías renovables y por mantener una fiscalidad verde que apoye a las industrias
Finalmente, continuarán los debates sobre el futuro mercado del hidrógeno, así como de sus posibilidades, que actualmente enfrentan a los que quieren un uso extensivo de este gas para la descarbonización de la economía, y los que lo quieren limitar a los usos a los que la electrificación no conseguirá dar respuesta.
En resumen, las elecciones de 2024 en Europa y Estados Unidos jugarán un papel crucial en determinar las políticas y acciones en el ámbito energético, desde la promoción de energías renovables hasta la regulación ambiental y la gestión de recursos naturales. Los resultados tendrán repercusiones a nivel nacional e internacional en la lucha contra el cambio climático y la configuración del futuro del suministro y consumo de energía.
**María Muñoz es directora de Asuntos Públicos en Kreab.