Comienzo el año 2024 contestando públicamente a una de esas preguntas que surgen en torno a las largas sobremesas de las fiestas navideñas de un grupo de amigos: “No entiendo tanto pesimismo, ¿qué tiene de malo que España sea un país de servicios?”.
La respuesta es rápida: no hay nada de malo en ello, siempre y cuando esos servicios sean de alto valor añadido. Mientras no sea así, la terciarización de nuestro país nos dejará a la cola de las economías avanzadas.
El sector industrial es motor esencial de la productividad y la innovación, porque resulta indispensable para disponer de empleos de alta calidad y reforzar la competitividad global. Y porque la industria ha sido siempre una de las piedras angulares de la prosperidad económica y motor de las transformaciones sociales de un país.
En España, el sector industrial es la segunda rama de actividad más importante de la economía, tras el sector servicios, tanto por su contribución al PIB, como en términos de empleo. Pero el año que dejamos atrás, 2023, no ha sido un buen año para la otrora vibrante industria patria.
Así lo reflejan los datos, como los de la Encuesta de Población Activa (EPA), donde el empleo industrial mengua hasta mínimos históricos y ya sólo representa un 13 % del total del empleo en España. O el Índice de Gestores de Compras (indicador clave de la salud económica del sector industrial) en el que el PMI Manufacturero de diciembre cayó hasta el nivel del 46,2 encadenando nueve meses consecutivos a la baja y afianzando así el deterioro de la actividad fabril en España.
El sector industrial es motor esencial de la productividad y la innovación
Un apunte recordatorio: un dato por debajo del umbral de 50 en este último índice indica contracción económica en este sector.
Tampoco pinta bien el Indicador de Clima Industrial (ICI) conocido en diciembre y que suma 18 meses de caídas afianzando así el preocupante pesimismo que se cierne sobre la situación actual y futura del sector.
Poner negro sobre blanco todo esto debe ser el punto de partida para repensar el papel de la política industrial en España y apostar de forma decidida por el sector de una vez por todas.
La industria es un sector clave en el conjunto de la actividad económica en todos los países desarrollados. Tiene un gran impacto sobre la balanza comercial; un gran aporte al progreso tecnológico; una mayor capacidad para generar empleos de calidad, con niveles de cualificación más elevados que el promedio y mejor remunerados... son las razones que explican su relevancia.
El PMI Manufacturero de diciembre cayó hasta el nivel del 46,2 encadenando nueve meses consecutivos a la baja
El momento es crítico para el sector industrial nacional y europeo, pero también es el momento decisivo para repensarlo y recuperarlo. España, al igual que todos los estados miembros de la Unión Europea, tiene un gran reto por delante: la neutralidad climática en 2050 del Pacto Verde Europeo.
Pero España, a diferencia del resto de estados miembros, tiene una ventaja competitiva frente a nuestros socios europeos: la generación eléctrica renovable que, sobre el papel, nos haría disponer de una electricidad más barata.
El fortalecimiento de la industria constituye, por lo tanto, una necesidad estratégica y una condición indispensable para lograr un crecimiento económico sostenido generador de empleo de calidad.
Ojalá en esta XV Legislatura recién estrenada sea posible todo esto. Ojalá sea esta la Legislatura que consiga una nueva y moderna Ley de Industria (la actual y vigente data de 1992 por lo que está completamente desactualizada).
El fortalecimiento de la industria constituye, por lo tanto, una necesidad estratégica y una condición indispensable para lograr un crecimiento económico sostenido
Pero pero el pronóstico no es muy alentador a la vista de lo que tenemos: una política económica centrada el en aumento del gasto público, el apriorismo ideológico y la profunda desconfianza hacia el estamento empresarial es justo lo contrario de lo que necesitamos.
La industria española no puede prosperar con incertidumbre, inseguridad jurídica, un populismo fiscal sin precedentes y una regulación asfixiante que la desincentive para crecer.
La industria necesita un Gobierno que apueste decididamente por ella, que refuerce sus potencialidades, que establezca las bases para atraer nuevas inversiones, que consiga sacar el máximo provecho a los Fondos europeos Next Generation a través de unos PERTEs eficaces y que fomente e impulse la colaboración público-privada.
Por todo ello, España necesita a su industria. Y, por todo ello también, la industria en España necesita ser una prioridad para el Gobierno de la nación.