La fábula de la inversión en oro
En tiempos de grandes compañías tecnológicas, donde impera la moda de la inteligencia artificial, los activos digitales y las inversiones alternativas, hablar de invertir en oro suena a obsoleto.
Definitivamente, los inversores evolucionan hacia un concepto disruptivo de cartera cada vez más basada en conceptos transgresores y modernos.
El oro alcanzó máximos históricos hace tan sólo unos días, en los 2.070 dólares la onza, hito que ha pasado enormemente desapercibido en un mercado centrado en la ola alcista de la renta variable.
Las razones para poseer oro son innegablemente sólidas.
Lo que el inversor corriente desconoce es que los metales preciosos perduran entre las oportunidades de inversión más atractivas, especialmente el oro, que se prepara para una ruptura significativa que podría señalar el inicio de un nuevo ciclo de largo plazo. No hay nada que añada más leña al fuego al debate actual que la posibilidad real de restaurar la represión financiera en un entorno altamente inflacionario. Y es que, a pesar del titular perenne de tipos de interés, por primera vez desde 2021, los bancos centrales de todo el mundo están implementando más recortes de tipos que aumentos.
Las razones para poseer oro son innegablemente sólidas, y lo que refuerza aún más la tesis de inversión es el constante abandono del metal como alternativa defensiva durante las últimas décadas. Esto es evidente viendo la significativa infraponderación de los metales preciosos en las estrategias de inversión tradicionales. Según Bank of America, el 71% de los asesores patrimoniales tienen entre 0 y 1% del oro en sus carteras.
Lo que llama aún más la atención es la notable ausencia de inversores que posean el 10% o más, una observación sorprendente que ni siquiera atesoran los bancos centrales. En 1980, el oro constituía el 75% de los activos de los bancos centrales mundiales mientras que ahora representa menos del 20%.
Sin embargo, hay un cambio reciente en este patrón y los bancos centrales están ocupando el espacio comprador del que hoy por hoy mantiene fuera al inversor que busca carteras más vanguardistas.
¿Qué influye en el oro al margen de la narrativa más convencional?
Dos son los elementos clave para entender lo que impulsa su precio: tasas nominales bajas y baja inflación.
Un pivotaje en los tipos de interés debería brindar un respiro para el oro. Según World Gold Council, es probable que entre 75 y 100 puntos básicos de recortes de las tasas de interés oficiales se traduzcan en aproximadamente 40 a 50 puntos básicos de caídas en los rendimientos a plazos más largos. Ese descenso en los rendimientos a plazos más largos, manteniendo todo constante, sugiere una ganancia de alrededor del 4% para el oro si tomamos como referencia escenarios similares con un aterrizaje suave de la economía.
Este hecho ha creado un entorno positivo para los bonos gubernamentales de alta calidad y el oro.
Por desgracia, es probable que todo lo demás no sea igual. Si la inflación se enfría más rápidamente que las tasas –como se espera en gran medida que suceda en 2024–, las tasas de interés reales se mantendrán elevadas. Además, un crecimiento más bajo podría limitar la demanda de metales, siendo este el escenario menos optimista para el oro.
Sin embargo, si una recesión se convierte en realidad, un crecimiento más débil ayudará a que la inflación vuelva a acercarse a los objetivos de los bancos centrales. Como respuesta, eventualmente se reducirían las tasas de interés. Históricamente, este hecho ha creado un entorno positivo para los bonos gubernamentales de alta calidad y el oro.
La subida reciente del oro no es casual y posiblemente está llevando a que las conciencias más reflexivas apuesten por el segundo escenario donde los "siete magníficos" tendrán muy complicado sostener su narrativa de optimismo exacerbado.