El dinero no compra la salud, la inversión sí
Salud, dinero y amor, esas tres cosas que hay en la vida según aquella canción. Otros dicen, quizá en un intento de igualarnos a todos, sea cual sea nuestra condición social, que el dinero no compra ninguna de las otras dos.
Estoy de acuerdo, especialmente pensando en personas singulares, pero si miro más allá y pienso en toda la sociedad, estoy convencida de que, si bien el dinero no puede comprar la salud, la inversión sí que puede garantizarla.
Asistí hace unas semanas a una ponencia del doctor Rafael Bengoa en el marco del II Congreso de Supervivientes de la Fundación Sandra Ibarra, un encuentro muy necesario entre pacientes, médicos e investigadores en el que, curiosamente, se habló mucho de economía. O del coste de (no) tener un sistema sanitario que tenga una visión general del paciente.
Si bien el dinero no puede comprar la salud, la inversión sí que puede garantizarla
Porque por muy buena intervención clínica que tenga un sistema sanitario -en los mejores hospitales, con los mejores tratamientos, por los mejores profesionales-, si no invierte en la salud de sus ciudadanos, será como tener una buena barca con varios agujeros: por mucho que achique agua, siempre estaré al borde de la supervivencia.
Pero antes de pasar al coste, me gustaría compartir otra cifra: en España, una de cada tres mujeres y uno de cada dos hombres tendrán cáncer a lo largo de su vida.
Así lo anticipa el Observatorio contra el cáncer a partir de los 300.000 nuevos diagnósticos de este año, que serán 330.000 en 2030 y 375.000 en 2040. Eso son casi 7 millones de nuevos enfermos en los próximos 20 años, más los que estén en tratamiento y los cada vez más numerosos supervivientes.
Con estas cifras, mi miedo ya no es tener cáncer. Es cuándo lo tendré. Y cuánto me (y nos) costará curarme, y ahora hablo de dinero.
En España, una de cada tres mujeres y uno de cada dos hombres tendrán cáncer a lo largo de su vida
Cuando hablamos del coste de la sanidad, solemos pensar en el coste de la hospitalización, las intervenciones, los tratamientos… Sin embargo, el doctor Bengoa ponía el acento, precisamente, en lo que no es todo eso.
En una visión más general de la salud, el doctor distinguió cuatro etapas en su cuidado: la prevención, la diagnosis, el tratamiento y el seguimiento. Parece que en España fallamos en la primera y en la última parte del proceso, y la inversión que no hacemos en ellas, se convierte en un sobrecoste (en euros y vidas), en las otras dos.
Todo euro que invirtamos en una fase, supondrá un ahorro en las siguientes, de forma que cuanto mejor sea la prevención (con vacunas, con información, con investigación), menos diagnósticos se producirán. Lavarnos las manos y vacunarnos ha salvado más vidas a lo largo de la historia que cualquier tratamiento médico.
Y cuando mejor sea la diagnosis (con herramientas para la detección temprana, con una gestión de datos apoyada en la tecnología, con investigación), antes se detectará la enfermedad y más eficaz y menos costoso será el tratamiento. Un tratamiento efectivo (gracias a la medicación, las intervenciones, la investigación) acortará el tiempo de enfermedad y tendrá un menor coste para el sistema sanitario y, por supuesto, en vidas.
El seguimiento es quizá la fase más olvidada de la Sanidad para cualquier enfermedad, porque a veces parece que la ciencia médica tiene como única misión curarte y, cuando ya no estás enfermo, cuando eres un superviviente de cáncer en este caso, sales del circuito sanitario.
Sin embargo, una buena inversión en seguimiento, cierra el círculo y redunda en una mejor prevención.
En el caso de un superviviente de cáncer, aunque es aplicable a cualquier enfermedad grave, el seguimiento debería incluir asesoramiento psicológico, nutricional y de actividad física.
Y ni la sanidad pública ni la privada invierten en este seguimiento, cronificando enfermos o convirtiéndolos en nuevos pacientes de otras enfermedades si no se pueden pagar ellos mismos esta asistencia, añadiendo un sobrecoste (en euros… y vidas) al sistema sanitario.
Todo un reto para nuestro nuevo Gobierno: invertir en salud manteniendo (y mejorando) la sanidad. Invertir en tecnología médica, pero también de gestión, porque la inteligencia artificial y el big data multiplican la capacidad de médicos e investigadores en las cuatro fases de la salud: un dato que llega a tiempo salva una vida tanto como el mejor desfibrilador.
No sé cómo andas tú de suerte en esto del dinero y el amor, pero en la salud tenemos cada día más papeletas para que nos toque necesitar un buen sistema sanitario. No nos la juguemos mucho: invirtamos.
*** Ana Comellas