Economía en tiempos de guerra
En un mundo en el que las crisis se han convertido en estructurales como consecuencia de un contexto geopolítico cada vez más volátil e incierto, urge repensar el marco económico de gobernanza para afrontar los retos presentes y futuros a los que se expone la economía mundial.
“Las crisis ya no son un fenómeno aislado, forman parte de la normalidad”. Son palabras de Anna Bjerde, directora gerente de Operaciones del Banco Mundial, en una entrevista reciente para el diario El País. Los golpes a la economía ya no son, en efecto, algo excepcional para un mundo que encadena una serie de shocks de naturaleza muy diversa; financieros, migratorios, climáticos e incluso sanitarios, con las recientes y devastadoras consecuencias de la pandemia global de la Covid19.
Asimismo, la reaparición del fantasma de la guerra a escala global no hace más que recrudecer y abonar con mayor incertidumbre el puzzle de la economía mundial. El estadillo de la guerra en Ucrania tras la violenta e injustificada invasión por parte de Rusia en febrero de 2022 ha traído como consecuencia una crisis energética, alimentaria y de suministros, que ha golpeado con fuerza a las economías europeas, pero que ha impactado aún más en los países más empobrecidos y en vías de desarrollo, tanto por las elevadas presiones inflacionistas como por el diezmado poder adquisitivo y las altas tasas de desempleo de la población.
Por su parte, el resurgir del histórico conflicto entre Israel y Palestina tras el masivo ataque del grupo integrista Hamás en territorio israelí y el asesinato y secuestro de más de 200 civiles en octubre de 2023, han tensado aún más las costuras de la economía mundial. Si la situación se enquistara, como parece que empieza a ocurrir, y el conflicto se recrudeciera e incluso se extendiera a otros países de la región, la producción y distribución de petróleo hacia Occidente también podría verse afectada.
Algo que podría suponer un incremento del 10% en el precio del combustible, con un repunte de hasta medio punto en la inflación global para el próximo año, de acuerdo con las estimaciones del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Toda esta situación dibuja y alienta cada vez más la aparición de recesiones de importancia asimétrica o, en el mejor de los casos, la consolidación del fenómeno de la estanflación; esto es, bajos y lentos ritmos de crecimiento combinados con una alta inflación que dificulta la gobernanza económica y constituye un enorme quebradero de cabeza para los gobiernos.
Si el conflicto se recrudeciera e incluso se extendiera a otros países de la región, la distribución de petróleo hacia Occidente podría verse afectada
Una coyuntura que se combina, además, con crisis diplomáticas sin parangón en la memoria colectiva de los últimos años, tales como el choque entre el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y el secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, que socavan los principios del orden mundial consensuados tras la Segunda Gran Guerra y la capacidad de mediación de las organizaciones internacionales.
En este contexto económico tan convulso, la UE afronta un debate crucial en dos direcciones; la necesidad de dotarse con más recursos propios que abastezcan y ensanchen el ya gigantesco presupuesto comunitario, y la reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento europeo, las archiconocidas reglas fiscales, ante su inminente reactivación en enero de 2024.
Ambos retos y negociaciones, de gran envergadura, apuntan un triple propósito: proporcionar al club comunitario el “aire” y margen económico y presupuestario necesarios para paliar las consecuencias económicas y sociales de estas crisis; llevar a cabo las reformas e inversiones estratégicas necesarias para avanzar hacia la denominada autonomía estratégica a la UE. Y, aunque todavía en un horizonte algo más lejano, proveer a los 27 de los mecanismos económicos necesarios ante una ampliación futura.
En cuanto a la política monetaria, Christine Lagarde ha optado por un enfoque más moderado tras diez subidas consecutivas de los tipos de interés que han dejado el dinero en el 4,5%, una cota inédita desde 2001, con las grandes consecuencias derivadas para el acceso a la financiación y el pago de deuda para hogares, empresas e industria.
Asimismo, con el debate sobre las reformas de las reglas fiscales sobre la mesa, el Banco Central Europeo ya ha alertado del gran riesgo económico derivado de que las negociaciones no lleguen a buen puerto antes de final de año, especialmente por los altos niveles de deuda pública en la zona euro, que se sitúan, de media, en torno al 90,3% del PIB.
Los altos niveles de deuda pública en la zona euro, que se sitúan, de media, en torno al 90,3% del PIB
España, por su parte, logra mantener el pulso del mercado laboral tras conocerse el dato reciente de empleo con 21,3 millones de ocupados en el tercer trimestre, según la Encuesta de Población Activa. No obstante, conviene no caer en complacencias; la tasa de paro sigue muy cerca del 12% y el desempleo juvenil está por encima del 27%, el más alto del conjunto de la UE.
Ahora bien, la gran prioridad pendiente sigue siendo la existencia de un plan de consolidación fiscal que permita sanear las cuentes públicas; con una deuda pública en torno al 111% sobre el PIB, según datos del Banco de España y la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), muy por encima del objetivo comunitario del 60%.
Y, en semejante marisma económico, el déficit también presenta un reto mayúsculo, pues con unos niveles de crecimiento tan bajos (apenas un 0,3% en el tercer trimestre), una vez se hayan retirado las medidas anticrisis activadas tras el inicio de la guerra en Ucrania, las correcciones no podrán derivarse exclusivamente del alza recaudatoria como consecuencia de la inflación, sino que tendrán que venir necesariamente acompañadas por un mayor equilibrio de ingresos y gastos. Conviene priorizar pues inversiones estratégicas y arrinconar el dispendio del gasto público para sostener el escudo ideológico y las hipotecas territoriales.
En definitiva, frente a los tiempos de guerra convulsos e inciertos que atravesamos, la mejor receta es estar preparados. Toca hacer los deberes.
*** Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.