En las últimas semanas, he hecho un repaso de las principales macromagnitudes españolas en las dos últimas décadas, distribuyendo temporalmente su ejecución en las tres presidencias del Gobierno que abarca este período (véase El déficit público en la "era Sánchez", La deuda pública en la "era Sánchez" y PIB, empleo y paro en la "era Sánchez").
En ese último artículo, veíamos que la evolución del empleo había sido bastante favorable en el último período, pero no tanto la del PIB, ni muchos menos el PIB per cápita. Ello supone, implícitamente, un deterioro de la productividad, la variable que, tradicionalmente, se ha considerado el "talón de Aquiles" de nuestra economía. En este texto, presento un repaso de las diferentes medidas de productividad y de sus posibles determinantes.
La productividad aparente del trabajo
Este concepto se define como el cociente entre el PIB real y el empleo a tiempo completo. Trata de reflejar lo que produce, en términos reales, cada trabajador en promedio. Antes de proceder con los datos de las dos últimas décadas, conviene dar un poco de perspectiva sobre el crecimiento de la productividad desde 1970, algo que presento en el Gráfico 1. En promedio anual, la productividad del trabajo de nuestra economía ha crecido a un ritmo del 1,6%.
En el período considerado, destaca el crecimiento de la productividad hasta 1996, en el que más que se duplica en niveles. Pero, a partir de ese año, se entra en una fase de estancamiento, seguida de una fase de crecimiento con oscilaciones. De hecho, si tomamos el período que arranca con el nacimiento del euro, en 1999, el crecimiento promedio del PIB real por empleado apenas llega a la cuarta parte del total del período, el 0,4%.
Detrás de este pobre crecimiento de la productividad está, sin duda, el modelo económico que se afianza a raíz de nuestra entrada en el euro. Un modelo basado en la construcción residencial y en infraestructuras de escasa rentabilidad, así como en los servicios, fundamentalmente el turismo, tanto internacional como interior, todo ello acompañado de un fuerte proceso de desindustrialización.
En el Gráfico 2, presento la tasa de crecimiento de la productividad en España desde 1970. Más allá de sus oscilaciones, el gráfico exhibe una clara tendencia decreciente, que se convierte prácticamente en cero a partir de 1999, año en que nos incorporamos a la zona euro como miembros fundadores.
En la Tabla 1 presento los datos de la productividad en niveles y en tasas de crecimiento desde 2004.
El crecimiento de la productividad ha sido decepcionante durante los mandatos de los tres presidentes (también lo fue en el mandato de Aznar, tal y como recoge el Gráfico 1). Fue muy semejante bajo los mandatos de Zapatero y Rajoy, con un crecimiento medio del +0,8%, +0,7%, aunque algo mejor para el primero de los presidentes. Pero sorprendentemente negativo en el mandato de Sánchez. La productividad no sólo cayó de forma abrupta en el primer año de la pandemia (-7,5%) sino que ya lo había hecho el año antes de forma inédita: -0,7% en 2019. Esto, más allá de las distorsiones estadísticas causadas por la pandemia, ha abierto el debate sobre si el PIB real ha estado bien medido en los últimos años, especialmente tras la caída de 2020, y en los que su evolución no ha venido acompasada con la del empleo, muy superior.
¿Es esta evolución de la productividad española comparable con la de otros países europeos? Sólo hasta cierto punto. En el Gráfico 3, muestro la evolución del PIB real por empleado de los principales países europeos desde 1970, tal y como hicimos con España en el Gráfico 1. No se incluye Alemania por no ser homogéneos los datos con el período previo a la reunificación de 1990.
Del Gráfico 3 podemos sacar varias conclusiones de interés. La primera es que, hasta la entrada en el euro, Francia e Italia un nivel y una evolución de su productividad muy semejante. La segunda es que España y el Reino Unido también se comportan de forma semejante, aunque con un nivel inferior. Además, dentro de este dúo, España adelantó en productividad al Reino Unido. Con la llegada del euro, todo cambió. Aunque se produce un frenazo generalizado, la productividad sigue avanzando en Francia, mientras que Italia se descuelga. También avanza de forma significativa en el Reino Unido, que no forma parte del euro y que, no sólo adelanta a España, sino que está a punto de hacerlo con la propia Italia.
En el Gráfico 4, vuelvo a incluir a estos cuatro países desde 1999, pero incorporo a Alemania, que ya dispone de datos homogéneos en esa fecha, casi una década después de la reunificación.
El frenazo a la productividad es generalizado, pero con importantes diferencias, que se resumen de forma sintética en la Tabla 2.
España y, en menor medida, Francia y el Reino Unido, son los países que presentan unos mayores crecimientos de la productividad, aunque con niveles de partida diferentes (España el más bajo). Con la entrada en el euro, España reduce el crecimiento de su PIB por empleado a la cuarta parte y Francia casi la tercera. Italia es el país que sufre un mayor deterioro del PIB por empleado, con crecimiento medio negativo desde la creación del euro. Por el contrario, el Reino Unido, que no se incorpora al euro, lo reduce a menos de la mitad. Y su crecimiento desde 1999 es el mayor de todos los grandes países europeos, seguido por Francia y Alemania. Para Alemania no hay datos desde 1970, pero desde 1990 su productividad creció un 1,3% medio anual, por lo que la entrada en el euro freno este crecimiento casi a la tercera parte, muy parecido a Francia. Por tanto, España tiene un serio problema de productividad, pero lo tiene mucho más grave Italia.
En la tabla también incluyo el promedio de la "era Sánchez" a título ilustrativo. Como ya vimos, el crecimiento para España fue -0,2% en promedio anual, algo inusual. Pero también es negativo, y parecido, el de Francia y Alemania. Por el contrario, el de Italia es el mejor de los grandes países de la zona euro (+0,3%). Ello es una muestra de los problemas de medida de la productividad tanto durante la pandemia como con la salida de la misma, pues el impacto sobre el PIB real de España fue muy parecido al de Italia.
La productividad total de los factores (PTF)
La segunda medida de la productividad que solemos emplear los economistas es la "productividad total de los factores" (PTF), también llamado el "residuo de Solow" o "la medida genuina del progreso tecnológico y la innovación". Es la parte del crecimiento del PIB real que no se explica ni por la acumulación de empleo ni por la acumulación de capital. Es decir, lo que conseguimos crecer como resultado de la innovación o el avance tecnológico. A los economistas nos gusta más esta medida porque se supone que recoge el potencial de crecimiento de la renta per cápita a largo plazo, más allá de los vaivenes cíclicos que afectan a la inversión o a la creación de empleo. El problema es su medida. Así como la de la productividad del trabajo es sencilla, dividir producto real por empleo, medir la PTF requiere estimar una función de producción y descontar el efecto de la acumulación de los factores productivos, capital y empleo. En este artículo voy a tomar la estimación de Eurostat, que incluye a Alemania desde 1970, pero no al Reino Unido. El resultado se presenta en el Gráfico 5.
Al contrario de la productividad del trabajo que vimos en los gráficos anteriores, en este caso no son posibles las comparaciones de niveles entre países, pues se trata de índices temporales que toman valor 100 en 1970. Por tanto, podemos comparar su crecimiento, pero no su nivel. El resultado es bastante similar al que se recogía en el Gráfico 3. En casi todos los países hay un frenazo al crecimiento de la PTF, pero ocurren en fechas distintas. En Italia claramente desde el nacimiento del euro. Pero en España el deterioro empieza antes, a finales de los 80, coincidiendo probablemente con la primera burbuja inmobiliaria que se pinchó en 1992. En Francia la desaceleración de la productividad tiene lugar a partir de 2004. Y en Alemania no parece detectarse ningún freno al crecimiento de la PTF. En términos acumulados, la PTF desde 1970 en Alemania crece un 96%, casi se duplica, y en Francia un 83%. Por el contrario, en España crece un 65% acumulado y en Italia apenas un 45%.
En el Gráfico 6 repito el ejercicio pero poniendo la base 100 en 1999, el año de creación del euro.
Los resultados son bastante preocupantes. La PTF está estancada en Italia desde la creación del euro, y en España apenas ha crecido un 4% acumulado en 24 años. Francia está algo mejor, con un crecimiento del 7% acumulado, pero completamente estancado desde 2004. De la debacle sólo se salva Alemania, con un crecimiento acumulado del 19% desde el nacimiento del euro.
El crecimiento de la PTF ha sido significativo desde 1970 en los países europeos, y ello explica en parte la evolución de la renta per cápita en dichos países. Sin embargo, desde el nacimiento del euro este crecimiento se frena a la mitad en Alemania, a la cuarta parte en Francia y a la quinta parte en España. La situación de Italia es dramática, pues no hay crecimiento en promedio desde que estamos en el euro. Si tomamos los años de la "era Sánchez" en España hay crecimiento nulo y en Francia negativo. Por el contrario, en Italia el crecimiento es positivo y el mayor de los 4 grades países europeos. Ello corrobora, una vez más, los problemas de medida del PIB real y, por tanto, de la productividad, durante la pandemia.
Que Europa tiene un problema de productividad ya lo sabíamos hace tiempo. Que este problema es más acusado en Italia y España, también. Y que, lejos de corregirse, el problema ha ido a peor es el principal mensaje de este artículo. Algo de lo que debería tomar nota el próximo gobierno, sea el que sea, y que debería tener a la productividad como uno de los ejes más importantes de su política económica. Porque sin productividad no puede haber salarios altos. Ni competitividad. Ni tampoco se garantiza la sostenibilidad de un Estado del Bienestar que cada vez tiene más compromisos adquiridos por el envejecimiento de la población.