“Si no pierdes, no puedes disfrutar de las victorias” (Nadal).
La semana pasada, el FMI actualizó sus proyecciones de crecimiento en su informe trimestral de perspectivas de la economía mundial. El organismo revisa al alza dos décimas sus previsiones de crecimiento mundial para 2023 hasta el 3%, tasa que se mantendría en 2024 sin cambios. Destaca la revisión al alza de EEUU (+0,2 hasta 1,8% en 2023; -0,1 hasta 1% en 2024) y a la baja la de Alemania (-0,2 hasta -0,3% en 2023; +0,2 hasta +1,3% en 2024). España es el país cuyas previsiones mejoran más: +1,0 hasta +2,5% en 2023; +0,0 hasta +2% en 2024.
El reciente acuerdo para elevar el techo de la deuda de Estados Unidos y las firmes medidas adoptadas a principios de este año por las autoridades para contener las turbulencias bancarias en dicho país y en Suiza redujeron los riesgos inmediatos de trastornos en el sector financiero. Esto moderó los riesgos adversos para las perspectivas. No obstante, considerando los riesgos existentes, la perspectiva del crecimiento mundial se inclina a la baja.
La inflación podría seguir siendo elevada e incluso aumentar si se producen nuevos shocks, como los derivados de un recrudecimiento de la guerra en Ucrania y eventos meteorológicos extremos, que inducirían una política monetaria más restrictiva. Las tensiones por sobreendeudamiento soberano podrían propagarse a un grupo más amplio de economías. Por el lado positivo, la inflación podría disminuir más rápidamente de lo previsto, reduciendo así la necesidad de una política monetaria restrictiva, y la demanda interna podría otra vez demostrar ser más resilente.
Esta infografía, a modo de resumen, concluye que, en el sumatorio de los años 2022, 2023 y 2024, el mundo habrá crecido un 9,8%; los países ricos, un 5,7%; y los emergentes y subdesarrollados, un 12,59%:
Aquí vemos el detalle por regiones. Es destacable el caso de Asia emergente: en el trienio comentado, habrá crecido un relevante 15,54%:
El crecimiento más pujante y la inflación más baja de lo previsto son buenas noticias, que indican que la economía mundial está bien encaminada. Pero si bien algunos riesgos adversos se han atenuado, la balanza no deja de inclinarse a la baja.
En primer lugar, cada vez hay más señales de que la actividad mundial está perdiendo ímpetu. El endurecimiento de la política monetaria a escala mundial ha llevado los tipos de política monetaria a territorio contractivo. Esto ha empezado a suponer un lastre en la actividad que está frenando el crecimiento del crédito al sector no financiero, incrementando los pagos de intereses de hogares y empresas, y ejerciendo presión sobre los mercados inmobiliarios. En Estados Unidos, prácticamente se ha agotado el ahorro excedentario derivado de los subsidios de la pandemia:
La persistencia de la inflación dependerá crucialmente de la evolución en los mercados laborales y de la dinámica entre los salarios y los beneficios empresariales. Los mercados de trabajo siguen arrojando señales muy alentadoras; en muchas economías, se observan tasas de paro inferiores a las registradas antes de la Covid y niveles de empleo más altos. En términos generales, la inflación salarial ha aumentado, pero a un ritmo más lento que la inflación de precios.
La razón es sencilla y poco tiene que ver con la denominada “avarinflación” o “inflación de la codicia”: los precios se ajustan al alza más velozmente que los salarios cuando la demanda nominal supera con creces lo que la economía es capaz de producir. Como resultado, los salarios reales han disminuido aproximadamente un 3,8% entre el primer trimestre de 2022 y 2023 para las economías avanzadas y las principales economías emergentes.
Unos salarios reales más bajos se traducen en costes de mano de obra reducidos. Esto quizás explique la solidez del mercado laboral pese a la desaceleración del crecimiento. Pero en muchos países, el aumento observado en el empleo va más allá de lo que cabe deducir de la reducción de los costes laborales.
No tengo dudas de que superaremos la permacrisis que nos azota desde la pandemia. El poeta Horacio dijo: “La adversidad tiene el don de despertar talentos que en la prosperidad habrían permanecido dormidos”.