Siempre que se avecinan unas elecciones generales se ponen en marcha valoraciones sobre la acción del gobierno que se somete a las urnas. Con este artículo comienzo una serie que pretende hacer un balance macroeconómico del período de gobierno de Pedro Sánchez, desde el 1 de junio de 2018 hasta casi finales de 2023. Con esto no pretendo dar por hecho que habrá un cambio de gobierno. Eso lo tendrán que decidir los ciudadanos con su voto. Pero sí se puede hacer un balance de esos 5 años, al margen de lo que pase en las urnas.
Generalmente, cuando se hacen este tipo de balances, se suele comparar cómo están las variables con el último dato disponible y cómo estaban cuando llegó Sánchez al gobierno. Siempre he sido crítico con esta forma de hacer el balance. Supongamos que, por lo que sea, el último dato que dejó el anterior gobierno fue especialmente bueno.
En ese caso, la comparación sería probablemente desfavorable para el actual gobierno, pues se compararía el dato actual con un dato muy bueno del pasado. Y lo contrario ocurriría si el dato de partida fuera particularmente malo. Por eso, especialmente cuando estamos hablando de lo que ocurre con los flujos económicos, el procedimiento más correcto es comparar el promedio de los 5 años de Sánchez con el promedio de los 7 años de Rajoy, y así sucesivamente….
Tomando un periodo más largo habrá años buenos y años malos, lo que permite hacer una valoración más justa de los mandatos de cada gobierno, y te evita los sesgos de comparar un sólo año contra otro año.
En los dos primeros artículos me voy a centrar en las variables déficit y deuda públicos. En general, la opinión pública piensa que los gobiernos de derechas son más “disciplinados” con las variables fiscales que los gobiernos de izquierdas. Controlan mejor el déficit presupuestario y, por tanto, el endeudamiento público. Muchas veces he defendido que esta percepción, machaconamente repetida por el aparato mediático de la derecha en todos los países occidentales, es rotundamente falsa.
Desde los demócratas de EE.UU. a los laboristas británicos y australianos, o los socialdemócratas escandinavos y centro europeos, lo cierto es que la mayoría de esos gobiernos 'de izquierda' han tenido mejores resultados fiscales que sus contrapartes conservadoras.
¿Y en España? Esa percepción no sólo se repite aquí, sino que es incluso más exagerada. En nuestro país se escucha en muchas tertulias televisivas el mantra de que "la izquierda deja al país en la quiebra y tiene que llegar la derecha a enderezar las cuentas". Y se dice sin dar un dato y sin que nadie lo rebata, ni lo corrija.
Y, si nadie lo cuestiona, lo más probable es que la audiencia piense que la afirmación es cierta. Que casi nadie en ninguna tertulia lo rebata ocurre, en parte, porque a mucha gente de izquierdas en nuestro país no le disgusta el déficit público ni la deuda pública, algo que también he comentado con frecuencia en estas páginas. Nos sigue faltando cultura sobre la estabilidad presupuestaria, poner en valor el ahorro, tanto público como privado, como motor del crecimiento económico a largo plazo, así como tener en cuenta conceptos progresistas como es la solidaridad intergeneracional, que juega en contra de dejar a las generaciones futuras con una fuerte carga de endeudamiento público.
Y ahora vayamos a los datos. Voy a aprovechar la comparación entre los períodos Sánchez y Rajoy para extenderla también al período de Zapatero, otro presidente acusado sin tapujos de haber "lapidado la magnífica herencia recibida de su antecesor".
Antes de empezar con los datos de déficit, hay que hacer notar que el esfuerzo que tiene que hacer un gobierno para cuadrar las cuentas es menor cuando mejor vaya la economía, tanto en términos reales como nominales. Una economía en auge recauda más sin necesidad de subir los impuestos, y gasta menos sin necesidad de recortes, por ejemplo, el gasto es prestaciones por desempleo.
Y lo contrario ocurre cuando la economía va mal. Se ingresa menos y se gasta más. Cuadrar las cuentas en esas condiciones es más difícil. Si, además, se quiere aplicar políticas "anticíclicas", es decir, que suavicen las fluctuaciones causadas por acontecimientos externos o por los vaivenes del sector privado, entonces el déficit tenderá a aumentar más cuando la economía está en recesión y viceversa.
En la Tabla 1 presento las tasas de crecimiento del PIB, real y nominal, de la economía española desde 2004 hasta 2023. Para el dato de 2023 utilizo las previsiones del gobierno en el Programa de Estabilidad presentado recientemente a la Comisión Europea, que desgranaba en este artículo de El Español e Invertia el pasado 7 de mayo. En concreto, para el PIB real utilizo el 2,1% del gobierno, aunque mi previsión personal, y que espero compartan muchos colegas en las próximas semanas, es que se situará cerca del 2,5%.
El año 2018 se lo asigno tanto a Rajoy como a Sánchez, dado que la moción de censura fue el 1 de junio. Por tanto, ese año aparece en el promedio de los dos presidentes. Por el contrario, 2004 se lo asigno en exclusiva a Zapatero, dado que fue elegido a mediados de marzo. Su salida, en diciembre de 2011, facilita la división del subperíodo con Rajoy a partir de 2012.
El crecimiento promedio del PIB real del de los dos mandatos de Rajoy (1,3%) fue superior al de Sánchez (1,0%), pero sólo en tres décimas. El de Zapatero fue algo mejor que el de Rajoy, en términos reales (1,4%), algo que sorprenderá a muchos lectores, convencidos del desastre de ese gobierno. En términos nominales, es decir, teniendo en cuenta la inflación, es cierto que el crecimiento del período Sánchez ha sido casi el doble que el de Rajoy y muy parecido al de Zapatero. La inflación ayuda a recaudar más, por el IVA y otros impuestos, aunque también dispara otros gastos, como la revalorización de las pensiones o el sueldo de los funcionarios.
Los tres gobiernos tuvieron períodos críticos, con inusuales crecimientos negativos del PIB real: Zapatero en 2009 y 2011 (acumulado, -4,6%), y Rajoy en 2012 y 2013 (acumulado, -4,4%). Pero la palma se la lleva Sánchez en 2020 (-11,3% en un solo año). Todos estos números negativos tienen lugar por condicionantes internacionales: Zapatero, por la crisis financiera o Gran Recesión de 2008, Rajoy por la crisis de la deuda soberana de los países del sur de la zona euro y Sánchez, por la pandemia. La magnitud de esta última crisis no tiene nada que ver con las anteriores, cuando se mide en términos reales: casi el triple de caída de la actividad real, algo no visto desde la guerra civil. Sin embargo, en términos nominales y, desde el punto de vista de las cuentas públicas, Sánchez no experimentó el problema de la deflación que sufrieron tanto Rajoy como Zapatero. Ni siquiera en lo peor de la pandemia, pues en 2020 hubo una tasa de inflación positiva, aunque pequeña, del 1,1%.
En la Tabla 2 presento los datos de saldo presupuestario (Capacidad (+), superávit; o Necesidad de Financiación (-), déficit propiamente dicho), términos del PIB nominal. Además, presento el saldo primario, es decir, el saldo total excluyendo la carga de intereses. Esta segunda medida puede acercar más a la idea de discrecionalidad de la política fiscal, dado que la carga de intereses viene dada por factores externos (los tipos de interés).
Lo primero que sorprenderá el lector es que el déficit público ha sido menor en la era Sánchez (-5,2%) que durante los mandatos de Rajoy (-5,8%), una diferencia de 0,6% del PIB en promedio anual. Esos son unos 8.000 millones anuales, en euros corrientes. También es llamativo que el déficit en el período de Zapatero fue significativamente más bajo (-3,7%) comparado con el de sus sucesores. Ello se explica en parte por los superávits conseguidos por su gobierno en 2005, 2006 y 2007, los únicos de la democracia. Esto confirma lo que comentaba al principio del artículo: la percepción de que la izquierda es "menos disciplinada con las cuentas públicas" es sencillamente falsa.
De hecho, los 3 presidentes tuvieron registros muy negativos de déficit en algún momento de sus mandatos, coincidiendo con acontecimientos de crisis económica. Zapatero, un déficit de 11,3% en 2009, Rajoy, uno de 11,6% en 2012 y Sánchez de 10,1% en 2020. Llama la atención que el actual gobierno "sólo" registrara un déficit del 10% cuando su economía real se desplomó un 11,3% en 2020. La razón, en parte y como aventuramos anteriormente, es que la inflación fue positiva, frente a la deflación sufrida por sus dos antecesores. Aún así, esa mejor evolución de la inflación no explica de forma completa el menor déficit experimentado por Sánchez en el pico de la crisis. Hubo también una gestión prudente de las cuentas públicas, como veremos a continuación.
En la segunda columna de la Tabla 2 presento los datos de déficit primario. Es decir, el déficit descontando la carga de intereses. Se supone que recoge una medida más discrecional del desequilibrio presupuestario, pues la carga de intereses viene dada por factores externos (los tipos de interés). Este saldo primario ha sido prácticamente idéntico durante el gobierno Sánchez (-2,9%) y el de Rajoy (-2,8%). Y en los dos casos, muy superior al de Zapatero (-1,9%).
De hecho, Zapatero tuvo superávit primario en todos los años hasta el estallido de la crisis en 2008. Ni Rajoy ni Sánchez han tenido nunca un superávit primario, aunque el reciente Programa de Estabilidad apunta a alcanzarlo en 2025 y 2026. En lo que se refiere a los años críticos, Zapatero tuvo un déficit primario de 9,6% en 2009, Rajoy de 8,5% en 2012 y Sánchez de "sólo" 7,9% en 2020. Ello sugiere una gestión de la crisis al menos tan prudente como la de sus antecesores, máxime cuando tenemos en cuenta que ha tenido "barra libre" por parte de la Comisión Europea, al ver suspendidas las reglas fiscales. Una ventaja para gastar más de la que no dispusieron sus antecesores. O de recortar los impuestos.
¿Cómo se explica la evolución de estos datos de déficit público cuando los desglosamos en ingresos y gastos? La respuesta viene dada en la Tabla 3.
En esta tabla vuelven a surgir las sorpresas. La primera es que los ingresos públicos fueron más altos en la etapa de Rajoy que en la de Zapatero: medio punto del PIB más en promedio anual. No está mal para un partido político, el PP, que siempre promete bajadas de impuestos, pase lo que pase en la economía. Y, sobre todo, porque, como hemos visto antes, Rajoy no utilizó ese exceso de recaudación para reducir el déficit. La segunda, por el lado de los ingresos, es que la recaudación fiscal ha sido mayor en la "era Sánchez", unos 3 puntos más que en el período de Rajoy.
Pero ese aumento de la presión se ha debido en parte al efecto de la inflación. Recordemos que la recaudación de impuestos tiene una elasticidad de en torno a 1,5 con respecto al PIB nominal. Con un crecimiento acumulado de 22 puntos de PIB nominal, estaríamos hablando de una recaudación adicional automática de 33 puntos del PIB. Por el contrario, en el período de Rajoy el crecimiento acumulado nominal ha sido de 12,7 puntos. La elasticidad de 1,5 sólo explicaría 19 puntos del aumento automático de recaudación durante el mandato de Rajoy. El resto ha sido discrecional.
Por el lado del gasto también hay sorpresas. Al mirar lo datos, resulta que el “manirroto” de Zapatero sólo gastó en promedio el 41,9% del PIB cada año. Rajoy, 2,5 puntos más, el 44,4% del PIB. Ni rastro de la presunta disciplina fiscal. Es cierto que Sánchez ha gastado más que Rajoy, el 47% del PIB en promedio en su mandato. Pero, si excluimos los dos años de la pandemia, en los que el Gasto Público por primera vez en nuestra democracia superó el 50% del PIB, el promedio del resto del período es 44,8%, prácticamente el mismo de la era Rajoy.
Para resumir, el déficit público ha sido menor en los años del gobierno Sánchez que en los de Rajoy. En parte por un aumento de la recaudación, gracias a la inflación, que ha ido a cubrir los gastos asociados a la pandemia y a la guerra de Ucrania. Ninguno de los dos gobiernos presenta datos fiscales positivos en términos estructurales, y un ajuste fiscal será necesario al terminar la crisis de Ucrania. Pero, en su conjunto, el balance de déficit público ha sido mejor con el gobierno Sánchez que con el de Rajoy.
¿Cómo se ha comportado la deuda pública en consonancia con esta evolución del déficit? La respuesta, en el próximo artículo, donde también habrá sorpresas…