Una semana entera ha pasado desde que Ferrovial anunció su decisión de trasladar su sede mediante una fusión inversa con su filial holandesa, y cotizar en el parte estadounidense. Como era de esperar ya se han abierto las trincheras a favor y en contra de esa decisión. Y, también como era previsible, el Gobierno y sus palmeros se lanzaron a denunciar en plaza pública semejante desfachatez y a acusar a la empresa de prácticamente todo lo que se les pasó por la cabeza.
El neoliberalismo egoísta y nocivo que representan, lo que le deben a la sociedad española por haber sido agraciados con contratas desde su nacimiento, afirmar que han robado a la sociedad y son una panda de ladrones, han sido algunas de las acusaciones.
Y, a continuación, ha llegado el momento de las amenazas. Desde pretender la promulgación de una ley para impedirlo, que no podrá ser porque, afortunadamente somos un país europeo, hasta lanzar los dóberman de la Agencia Tributaria, el Gobierno tiene a todas sus agencias y técnicos buscando las cosquillas a esa operación de la familia Del Pino.
El Gobierno y sus palmeros se lanzaron a denunciar en plaza pública semejante desfachatez y a acusar a la empresa de prácticamente todo lo que se les pasó por la cabeza
Pero la mejor expresión de lo que pasa, sin duda, es la de Nadia Calviño. En el programa “Mas de Uno” de Carlos Alsina en Onda Cero, el dos de marzo, lo dejaba claro. A la pregunta directa de Alsina sobre si el Gobierno está presionando a Ferrovial, la respuesta ofrecida era francamente resbaladiza: “La decisión la tomará la empresa, pero ya hemos expresado nuestra opinión contraria”. Segundo intento de Alsina. ¿Está el Gobierno haciendo algo para impedir que se vayan? Segunda respuesta ambigua: “Estamos analizando las implicaciones y los argumentos de dicha decisión”. Alsina no logró nada, en este punto.
Pero sí consiguió que la vicepresidenta Calviño mostrara sin pudor por donde van “sus” tiros. Por ejemplo, cuando afirmó que si España se le queda pequeña a Ferrovial y se va a un país triple A “¿quién se queda a invertir en España?”.
Efectivamente, señora Calviño. Lástima que no sea capaz de colegir que lo que España necesita es ser un país triple A, y no, como afirma, que las multinacionales españolas se queden aquí por patriotismo. Porque, dice la ministra que “esto no tiene que ver con el Gobierno, sino con España”, que es un gesto que demuestra muy poco compromiso con su país.
Y, a continuación, desgranaba las maravillas de nuestro mercado laboral y la cantidad de inversión extranjera que está entrando en España, y aseguraba que no es por razones fiscales tampoco. Además, por si faltaba algo, justificaba que, si la afrenta era contra el interés general, es el Gobierno el que tiene que hacer algo puesto que ellos representan ese interés general, uno de mis temas favoritos.
Porque ¿qué es el interés general?¿Quién lo mide?¿Cómo se asegura?¿Hay que observar la renta per cápita?¿Es mejor para el interés general crecer o decrecer?¿Comer carne o pescado? ¿Está a favor del interés general acosar a Ferrovial o hacer lo posible por ser un país triple A?
Fue Adam Smith, en su Teoría de los Sentimientos Morales (1759), quien escribía acerca del hombre del sistema, que en esta ocasión, y estando en plena resaca del 8M, podemos interpretar como la mujer del sistema. Smith explica que esta mujer “a menudo está tan enamorado de la supuesta belleza de su propio plan ideal de Gobierno, que no puede sufrir la menor desviación de cualquier parte del mismo”.
Para ella, cada individuo que compone la sociedad es un peón en un tablero de ajedrez cuya misión es estar sometido al plan perfecto. Porque esta mujer tiene un plan para cambiar la sociedad. Y si los intereses y deseos que mueven a las personas no coinciden con lo previsto “el juego se desarrollará miserablemente, y la sociedad humana estará en todo momento en el más alto grado de desorden”.
Por descontado, la suposición de que una tiene el canon de lo que es bueno o malo, o, en el caso que nos concierne, que sabe qué es el interés general, es de una soberbia sin parangón. Y continúa Smith: “Es erigir su propio juicio en la norma suprema del bien y del mal. Es creerse el único hombre (mujer) sabio y digno de la comunidad, y que sus conciudadanos deben acomodarse a él y no él a ellos”.
¿Cuál es la alternativa? Tener por gobernante una mujer “cuyo espíritu público está impulsado totalmente por la humanidad y la benevolencia”. Este tipo de gobernantes, cuando no pueden establecer el mejor sistema de leyes posible, tratará de establecer “ el mejor que el pueblo pueda soportar”.
Reconozco la inteligencia de Calviño y no voy a dudar de su capacidad de trabajo. Comparada con otras ministras, la diferencia es abismal
Reconozco la inteligencia de Calviño y no voy a dudar de su capacidad de trabajo. Comparada con otras ministras, la diferencia es abismal. Pero me pregunto cuál es el plan magistral que se esconde tras la arrogancia con la que se erige en sabedora del interés general. Mis sospechas me llevan a concluir que no se trata de un plan para España, sino para su partido. España, la nación que afirma estar siendo afrentada por Ferrovial, es otra pieza del ajedrez, en un juego en el que gana o pierde el partido político para el que trabaja.
Se entienden mucho mejor sus palabras si sustituimos España por el PSOE y el interés general por el interés de mi partido. Efectivamente el gesto de Ferrovial, que no oculta que su interés es el de sus accionistas, perjudica al Gobierno, en un momento en el que la relación con sus socios no es la más sólida.
Como diría Javier González Recuento, el interés general es un test de Rorschach: cada uno ve en él lo que necesita para cubrir sus rotos. Y su roto más grande es la crisis del Gobierno en un año electoral por doble partida.