Buscando votos, espantando empresas
La salida de Ferrovial de España es una mala noticia que muestra que algo falla en la economía del país.
Argentina, Venezuela, Rusia, Cataluña… ¿Por qué, de repente, grandes empresas abandonan un territorio? El riesgo país en una inversión es aquel que tiene en cuenta factores específicos de dicho país: mide el riesgo de impago, la falta de seguridad jurídica, el mal clima político y la alta fiscalidad.
En Argentina, en menos de dos años, más de 22 multinacionales han abandonado el país. Dificultades de rentabilidad, presión impositiva sin techo, trabas burocráticas… Hace 20 años el corralito desató una fuga mayor de corporaciones. Sin duda, no es una situación nueva en un país sacudido en varias ocasiones por el populismo.
De Venezuela no es necesario dar excesivos detalles porque la situación allí es de todos conocida: falta de libertades, expropiaciones forzosas, hiperinflación o hundimiento del PIB. El relato oficial del chavismo es que todo se debe a una conjura internacional liderada por los imperialistas americanos contra la revolución bolivariana…
[Ferrovial ahorrará hasta 40 millones de euros en impuestos con su traslado a Países Bajos]
Rusia lideró el pasado año la lista más abultada de salida de grandes firmas en la historia reciente tras la invasión de Ucrania y las sanciones impuestas: 1.100 multinacionales salieron del país o redujeron al mínimo su actividad, entre ellas muchas españolas, curiosamente señaladas a veces aquí, como Inditex, Mango, Gestamp, Roca o Puig.
Pero el caso más cercano en España es precisamente el de Cataluña en 2017, cuando las grandes corporaciones con sede en Barcelona como CaixaBank, Sabadell, Naturgy o Planeta cambiaron su sede a otras comunidades como la valenciana, la aragonesa o la madrileña. En estos 5 años largos más de 8.000 han seguido el mismo camino.
Rusia lideró el año pasado la lista más abultada de salida de grandes firman en la historia reciente.
Muchos recordaron entonces las palabras de los presidentes de la Generalitat Artur Mas (“los bancos no se irán, se quedarán porque Cataluña representa el 20% del mercado español”, 2015) o de Carles Puigdemont (“el valor del voto está por encima del de la bolsa”, 2017), huido él mismo, en su caso de la justicia.
La repercusión internacional de la crisis del 1-O tras el referéndum ilegal alarmó a los fondos y agencias de calificación, quienes empujaron a las direcciones de las empresas a coger las maletas y abandonar sus sedes, fijando el domicilio social en zonas con menor riesgo y tributando, con mayores ventajas fiscales, en otros territorios españoles.
Algo así es lo que acaba de hacer Ferrovial, pero en el marco de la UE. Y es que, en el mundo financiero y en la vida, en general, la incertidumbre siempre cotiza a la baja y cuanto más tiempo pasa, aún más. Trasladar su sede a los Países Bajos puede ser la primera señal clara de que algo está funcionando mal en la reputación de España.
"No es de recibo que haya empresas con grandes beneficios para que se los queden los de arriba y no lleguen a los de abajo" o "la derecha política, económica y mediática se ha opuesto a las medidas sociales" son frases del presidente Sánchez, por no hablar del "son capitalistas despiadados y tenemos que frenarles los pies" de la ministra Belarra.
La incertidumbre cotiza a la baja y cuanto más tiempo pasa, aún más.
Que hasta la vicepresidenta Calviño haya sucumbido a la narrativa de Moncloa para escudarse en la maldad de ‘los de arriba’ ante el sufrimiento por la espiral inflacionista de ‘los de abajo’ despachándose ayer en su conversación con un reproche por la "falta de compromiso de una empresa que le debe todo a España" da idea de dónde estamos.
Nos encontramos actualmente en el puesto 30 de 190 en el mundo del ranking ‘Doing business’ del Banco Mundial que mide la facilidad para hacer negocios en un país, pero en el puesto 97 para abrir un negocio, en el 79 para obtener licencias de construcción o el 80 para la obtención de un crédito.
En términos de reputación, ocupamos el puesto 15 de las 60 economías del mundo (justo en el primer cuartil) según RepCore Nations y destacamos negativamente en los atributos: calidad institucional, entorno económico e innovación y educación, según el estudio ‘La Reputación de España en el mundo’ del Real Instituto Elcano.
¿Eso que quiere decir? Que en lo que se conoce como las variables blandas, la calidad de vida, la gente o el entorno natural, vamos siempre muy bien, pero en cuanto nos vamos a las variables duras ya citadas, bastante mal. Y que es justo en estas últimas en las que hay que trabajar y contribuir a mejorar desde el gobierno, no al contrario.
En términos de reputación, ocupamos el puesto 15 de las 60 economías del mundo, según RepCore Nations.
Que una empresa como Ferrovial abandone España señala reputacionalmente (porque la lectura de las señales se hace desde los contextos) algo muy importante: el entorno no es el mejor para los negocios y la figura de los empresarios y de las empresas en sí mismas está viéndose dañada, más allá de lo tradicional en nuestra cultura latina.
Zeltia pasó a ser Pharmamar en 2015 a través de otra fusión inversa cotizando en Estados Unidos y nadie habló en los mismos términos ni recibió semejante llamada su presidente entonces. Al ministro de Economía en aquel momento no se le hubiese ocurrido, como no se le ocurrió al de Reino Unido cuando Ryanair dejó la Bolsa de Londres.
Que hasta Portugal (en línea con Irlanda) nos esté ganando en la carrera por crear un entorno más atractivo para empresas y personas o que hace poco se iniciase una cacería política contra las comunidades que propusieron lo mismo da idea de hasta dónde la polémica de Ferrovial puede ser la punta del iceberg del conocido efecto ‘Werther’.
La señal de llamada para que otros negocios y patrimonios abandonen nuestro país con, precisamente, la introducción de un canon temporal a grandes fortunas, los impuestos caídos del cielo a la banca y a las energéticas e incluso (de momento como propuesta) a las empresas de la distribución o a las de alimentación vía la fiscalidad ‘verde’ es clara.
La falta de seguridad jurídica, el creciente intervencionismo y la híperregulación (100.000 normas legales, dos tercios autonómicas), sumado al aumento impositivo (con 54 alzas y un incremento de dos puntos de impuestos por cada uno de aumento de rentas en 4 años) conforman el mar de fondo que agita la actual tempestad.
Warren Buffett, conocido inversor norteamericano, dijo en una ocasión: "Solo tienes que hacer pocas cosas bien en la vida para tener éxito, mientras no hagas muchas mal". Para mejorar y tener una buena reputación como país en el ámbito económico, más que hacer las cosas bien, tenemos que empezar, sobre todo, por no hacerlas mal.
***Ricardo Gómez Díez es Dircom especializado en Reputación y profesor del Máster de Comunicación Corporativa e Institucional de la UC3M