Un año de guerra en los mercados financieros
El pasado 24 de febrero se cumplió exactamente un año del inicio de las hostilidades que lamentablemente dieron un giro inesperado al panorama geoestratégico mundial. Un año repleto de numerosos aspectos cuyas implicaciones llevadas al plano económico han sido notables.
Sin ánimo de hacer repaso de todo lo acontecido, creo que es más interesante en este punto intentar entender si, tras este período de tiempo, se puede seguir hablando de un impacto real o ya tenemos que pasar a hablar de un estadio más secundario.
De entrada, la situación energética ha cambiado radicalmente.
Los precios del gas natural en Europa han caído hasta un 85% desde un máximo de 300 euros por megavatio hora registrado en agosto de 2022. Las razones son de sobra conocidas y van desde el impulso dado a las fuentes alternativas de energía, el cheque que sacaron los gobiernos para traer el gas yanqui, y que se ha dejado una gran cantidad de gas almacenado a medida que se acerca el final del invierno.
No nos engañemos, esta situación ha sido transitoria y menos dañina en términos de crecimiento gracias al caprichoso destino que impone la naturaleza en forma de invierno inusualmente cálido. Pero la realidad es que ha dejado un agujero importante en forma de sobrecostes y subvenciones en las arcas de los Estados de toda Europa.
Lo que es indudable es que Moscú ha perdido la guerra energética que desató para tratar de debilitar el apoyo occidental a Ucrania desde el momento en el que no se ha producido el temido apagón invernal y que Europa, parece, ha esquivado por poco una eventual recesión provocada por la crisis energética.
Moscú ha perdido la guerra energética que desató para tratar de debilitar el apoyo occidental a Ucrania
En otro orden de factores, los mercados han capeado francamente bien este desafortunado conflicto. Las bolsas han vivido tres momentos que podríamos calificar como causados por la guerra. El mismo día del conflicto (-3,3%) y dos posteriores que se pueden justificar por esta circunstancia y que en el acumulado castigaron a la renta variable europea un 7% y un 10%, respectivamente.
Sin tomar el mínimo de estos 12 meses, del 29 de septiembre, el rebote es significativo y año contra año la renta variable europea experimenta un alza de algo más del 5%. Puede parecer poco atractiva, pero si miramos por países, los índices de Alemania, Francia o Reino Unido han experimentado máximos históricos. Como he señalado en numerosas ocasiones, salvo la Segunda Guerra Mundial nunca un conflicto en Europa ha provocado caídas duraderas o significativas en los mercados.
Europa, parece, ha esquivado por poco una eventual recesión provocada por la crisis energética
Echando un vistazo a otros activos, pocas consideraciones se deben hacer, ya que la renta fija se ha visto impactada más por las políticas de los bancos centrales en su lucha contra la inflación, mientras que la parte más alternativa e ilíquida del mercado lidia contra la evolución de su propio ciclo.
La conclusión es que económicamente no se puede cantar victoria, pero tampoco se puede hablar de derrota. La inflación tiene otras causas diferentes a la energía por mucho que se quiera haber responsabilizado al crudo o al gas.
Con la herida aun sangrando de un conflicto que ya es local, la cuestión es que, para no desnudar las vergüenzas de los bancos centrales por su política ni de los políticos por sus gastos pasados, se va a tener que tirar de imaginación para convencernos de que lo que venga… no es por su culpa.