Cuando este lunes, 19 de septiembre de 2022, se celebre el funeral de Estado y entierro de la soberana del Reino Unido, Isabel II, se cerrará definitivamente el reinado más largo de la historia de dicho país. Un reinado que empezó en febrero de 1952 con la repentina muerte a los 56 años de su padre, Jorge VI, tras 15 años de reinado convulso, por la Segunda Guerra Mundial y la independencia de Irlanda y de la India, entre otras colonias.
Se ha escrito mucho sobre el largo reinado de Isabel II, siete décadas casi exactas, desde una perspectiva política, institucional e incluso familiar y personal. Pero se ha publicado poco sobre el balance económico de ese reinado. Es cierto que los aciertos y errores en política económica no le corresponden a ella, sino a sus gobiernos, elegidos democráticamente. Pero ocurrieron durante su mandato.
En la Tabla 1 recuerdo los 15 primeros ministros que coincidieron con Isabel II, junto con la fecha de sus mandatos.
En azul señalo a los primeros ministros conservadores (tories) y en rojo a los laboristas (labour). Hubo 11 ministros conservadores y sólo 4 laboristas. Harold Wilson fue el único que repitió mandato en períodos no consecutivos. En negrita, resalto las primeras ministras. Sólo ha habido tres. Por cierto, las tres conservadoras.
La duración media de sus mandatos ha sido 4,6 años. Los más "duraderos" fueron Margaret Thatcher (11 años y medio) y Tony Blair (10 años), seguidos por Harold Wilson (8 años, sumando sus dos mandatos separados) y John Major (7 años).
Los hitos económicos de su reinado fueron la crisis del Canal de Suez (1956), la flotación de la libra (1971), las dos crisis del petróleo (1973 y 1979), la explotación de los pozos de petróleo del Mar del Norte en los años 80, el ingreso del Reino Unido en la UE (1973) y en el Sistema Monetario Europeo (1990), que estalló en 1992.
Y, finalmente, la salida de la UE, el Brexit, culminado en 2020 tras más de tres años de negociaciones internas y externas que siguieron al referéndum de 2016 convocado por David Cameron.
Es difícil sintetizar en un solo gráfico el balance económico de estas siete décadas. Voy a elegir los siete que considero más significativos.
En el primero, presento la evolución del tipo de cambio de la libra esterlina frente al dólar de EEUU en estos 70 años.
Cuando Isabel II asumió la Corona, por cada libra te daban casi tres dólares. Este tipo de cambio fijo, 2,8, fue el resultado de los acuerdos de Bretton Woods en el que el dólar se vinculaba al oro y todas las monedas se vinculaban al dólar, con un tipo de cambio fijo. El de la libra aguantó hasta noviembre de 1964 cuando, tras quedarse sin reservas exteriores y con un déficit exterior insostenible, Harold Wilson devaluó la libra en un 15% (hasta 2,4 frente al dólar).
En 1971 Bretton Woods salta por los aires y se produce la libre flotación de las monedas. Los laboristas se habían ganado la fama de no saber sostener la divisa y apostar por una moneda débil e importadora de inflación.
Pero todo eso resultó ser propaganda. El mínimo de la libra se alcanzó en febrero de 1985, bajo el gobierno de Margaret Thatcher. Pese al fervor patriótico tras la Guerra de las Malvinas, la moneda británica casi alcanzó la paridad frente al dólar: 1,05. Desde entonces ha fluctuado, pero con una clara tendencia decreciente.
El descubrimiento del petróleo en el mar del Norte la apreció y con el Gobierno laborista de Blair recuperó parte de su brillo, hasta volver a cotizar a dos dólares por cada libra. Pero posteriormente volvió a su caída secular y, con la salida del Reino Unido de la UE, ha vuelto a caer hasta niveles históricamente bajos, 1,15, aunque por encima del mínimo alcanzado en la era Thatcher.
Algunos analistas piensan que pronto veremos la inédita paridad entre el dólar y la libra. Y que podremos tener las tres monedas, incluyendo al euro, con el mismo valor. En cualquier caso, el balance del reinado de Isabel II es que el valor de la libra esterlina se ha dividido casi por tres.
El segundo gráfico, relacionado con el primero, es el peso de la economía británica en la economía global.
Si dividimos el PIB real del Reino Unido entre el PIB real mundial, su resultado se presenta en el Gráfico 2. En 1952, cuando Isabel llega al trono, el PIB británico representaba casi el 10% de la economía mundial. Al finalizar su reinado apenas representa el 3,6%. Es decir, como ocurría con la libra, este valor se ha dividido casi por tres en estas 7 décadas.
Alguien puede decir, con razón, que este gráfico es un poco injusto. El motivo es que todos los países occidentales han perdido peso relativo en la medida en que los países emergentes (fundamentalmente China, India y otros países asiáticos) han ganado relevancia en la economía global por sus fuertes tasas de crecimiento.
Estos movimientos los hemos analizado en nuestro indicador de 'centro de gravedad económico' (Gravity Center) del Think Tank GATE Center que recoge el desplazamiento del centro de gravedad económico y comercial mundial desde el Atlántico Norte hacia el Pacífico. Pero unos países occidentales han perdido más peso que otros. Y el Reino Unido es de los que más pérdida de relevancia ha sufrido.
Voy a comparar la evolución relativa del peso del PIB británico y del PIB de Francia sobre la economía mundial. Evito la comparación con Alemania porque sus series históricas están muy distorsionadas por la reunificación en 1990. En el Gráfico 3 presento dicha evolución comparada en las últimas 7 décadas.
Varias cosas son reseñables de este gráfico. La primera es que Francia ha dividido su importancia relativa por dos, mientras que el Reino Unido lo ha hecho por tres.
La segunda es que Francia mantuvo su peso relativo en el mundo hasta 1980, en torno al 5,5%. Por el contrario, es en las tres primeras décadas del reinado de Isabel II donde es más intensa la pérdida de relevancia de la economía británica. De hecho, ambas economías, francesa y británica, coinciden en 1981-82 (5,4% versus 5,3%) en plena Guerra de las Malvinas.
La tercera es que, pese a la insistente campaña en contra por parte de Thatcher y buena parte de los políticos conservadores, la pertenencia del Reino Unido a la UE no le ha ido mal. Su pérdida de peso se frena a finales de los 70 y se mantiene hasta 1990, cuando se une al mecanismo de cambios del SME.
La cuarta, es que el deterioro ha vuelto a acelerarse con el cambio de siglo. Pero eso ha sido común a ambas economías y, de hecho, la francesa ha divergido algo con respecto a la británica.
En el Gráfico 4 repito el ejercicio, pero utilizando las exportaciones de bienes y servicios en lugar del PIB, para medir la relevancia de cada país en el comercio mundial. Los resultados son incluso más llamativos.
Las exportaciones británicas representaban más del 10% del total de las exportaciones mundiales en 1952, casi el doble de las francesas (5,4%). Sin embargo, en estas siete décadas este peso se ha dividido por cinco, hasta representar apenas un 2% del comercio mundial. Y todo ello pese a la fuerte depreciación de la libra esterlina que vimos en el Gráfico 1. Francia, por el contrario, ha dividido el peso de sus exportaciones por dos a lo largo de estos 70 años. De hecho, desde 1952 hasta el final del Siglo XX mantuvo el peso de sus exportaciones por encima del 5% del total.
Como ocurría con el PIB, no ha sido la pertenencia a la UE la causa de la pérdida de relevancia del Reino Unido en el comercio mundial. El peso de sus exportaciones se mantiene estable desde 1973 hasta casi 1996. Al contrario de lo que ocurre con el PIB, las exportaciones francesas ya adelantaron a las británicas en 1970 y se han mantenido por encima hasta la fecha. De hecho, el gap entre ambas se ha ensanchado a partir del Brexit.
Más allá de las medidas de pérdida o ganancia de relevancia mundial, a los economistas nos gusta medir el bienestar de la sociedad a partir de una medida, que es imperfecta pero potente: la renta per cápita en términos reales y en moneda común (el dólar de EEUU). El resultado de esa comparación se recoge en el Gráfico 5.
Varios hechos son destacables. El primero es que no ha habido convergencia en renta per cápita entre EEUU y Reino Unido. Por el contrario, ha habido divergencia. Cuando murió Jorge VI, la renta per cápita británica era un 76% de la norteamericana. Al morir Isabel II es sólo un 74%. El máximo acercamiento es en 2003, en que supera el 83%.
En lo que se refiere a Francia, al empezar el reinado de Isabel, la renta media de su país era un 67% de la británica. Se produce un rápido proceso de convergencia. De hecho, la economía francesa es más rica, en términos per cápita, que la británica en 1981-82, debido a la fuerte depreciación de la libra que vimos al principio del artículo. Posteriormente se frena el proceso de convergencia, pero al terminar su reinado se sitúa en el 87%, todavía 20 puntos por encima del inicio del mismo.
No hay balance económico que no incluya el paro y la inflación, las dos variables macroeconómicas más estudiadas por la literatura.
La tasa de paro se recoge, con datos mensuales, en el Gráfico 6.
Salvo en las primeras décadas de su reinado, no se detecta ninguna tendencia al alza o a la baja significativa. El máximo se alcanza casi en el 12%: un 11,90% en marzo-mayo de 1984, en plena 'era Thatcher'. Otros picos fueron el pinchazo de la burbuja inmobiliaria tras la ruptura del SME, y las burbujas asociadas a la Gran Recesión en 2008-2012. Al fallecer la Reina Isabel la tasa de paro se sitúa en el 3,6%, muy por debajo de la media de las siete últimas décadas, 5,6%. Aunque por encima de la tasa que había cuando heredó el trono (2%).
Finalmente, en lo que se refiere a la tasa de inflación, su evolución anual se recoge en el Gráfico 7.
Los picos de inflación, como es lógico, se alcanzan durante los dos choques del precio del petróleo: el asociado a la Guerra del Yom Kippur (1973), que provocó un máximo de inflación de cerca del 25%, y el vinculado a la Revolución iraní (1979), en el que la inflación subió hasta el 18%.
Ha habido otros episodios inflacionistas asociados a las burbujas de 1990 y de 2007, previas a las respectivas crisis. Pero nada comparable al actual choque de oferta (gas, petróleo y alimentos) en el que la inflación ha vuelto a escalar hasta el 10%. Por cierto, y como curiosidad, prácticamente la misma inflación que había cuando empezó el reinado de Isabel II.
No lo tiene nada fácil el nuevo Rey. En este artículo no he querido hablar de los retos a los que se enfrenta, aunque algunos se deducen de los gráficos presentados. Mi objetivo era solamente hacer un balance económico del reinado de su madre. Pero deseándole, como no puede ser de otra forma, mucha suerte en el que ahora él comienza. God save the King!