Esta semana se cumplirán seis meses desde que Pedro Sánchez decidió dar un giro inesperado en la política internacional al ceder ante Marruecos y reconocer el plan de autonomía para el Sáhara que reclamaba Rabat.
En un momento de tensión energética en Europa por la guerra en Ucrania, hubo por aquel entonces en el Gobierno quien intentó 'vender' la idea de que la 'pataleta' de Argel pasaría. Sí, hubo quien trasladó el mensaje de que España podría convertirse en el principal proveedor de gas de la Unión Europea para reducir la dependencia de Rusia.
Medio año después, con el gasoducto NordStream cortado y Alemania en situación crítica, en España seguimos sin noticias de Argel. Como era de esperar, las relaciones diplomáticas están rotas y los españoles no sabemos cuánto nos subirá la factura del gas por este giro diplomático. Sí sabemos una cosa. Topado o no -es decir, subvencionado o no- habrá que pagarlo.
De hecho, Naturgy ya ha comenzado a provisionar fondos para hacer frente a un esperado aumento del precio que paga a sus socios de Sonatrach por la compra de gas.
La ruptura de relaciones diplomáticas entre ambos países ha afectado a la relación de dos empresas que tenían una alianza con vocación de permanencia y a dos presidentes, Francisco Reynés y Toufik Hakkar que se entendían al margen de las dificultades geopolíticas.
Lo ocurrido no es de extrañar. Sonatrach es una empresa pública, la mayor de Argelia. Y, por tanto, depende del Estado para hacer negocios.
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Ya lo pudo comprobar Teresa Ribera cuando en octubre de 2021, el presidente argelino, Abdelmayud Tebún, confirmó que rescindía el contrato con Marruecos para el gasoducto Magreb-Europa que permitía transportar a España 6.000 millones de metros cúbicos de gas al año.
Mario Draghi y Emmanuel Macron han visto claro que la ruptura de las relaciones entre Argel y Madrid era una oportunidad. Con Alemania amenazada por el corte -ya materializado- del suministro de gas ruso, pusieron en marcha su maquinaria diplomática para acercarse a los argelinos y ofrecerse como socios de Sonatrach para recibir su gas.
No debe sorprender a nadie que Francia rechace el Midcat. No solo por el hidrógeno verde del mañana. También por el gas de hoy.
Para Scholz recibir gas desde España era una buena idea. Pero con un problema obvio: ¿qué gas?
El de Argelia. Ese país con el que antes de la pandemia teníamos dos tubos operativos para transportar 14 bcm de gas y ahora nos conecta un solo tubo para transportar 8 bcm.
Y con la amenaza futura de que las relaciones diplomáticas no mejoren -o empeoren por más tensión en el Sáhara- y el tubo que aún funciona pueda sufrir algún "problema técnico" que fuerce a cerrarlo algún día aislado para su reparación.
Importante no olvidar que Argelia ha asegurado que cumplirá con sus compromisos de suministro. Pero las lecciones de lo ocurrido en los últimos meses en Europa deben servir para tener todos los riesgos encima de la mesa a la hora de hacer proyecciones.
Y este es uno de los puntos fuertes de Francia para retrasar -una vez más- el proyecto del Midcat y ganar enteros como proveedor energético europeo.
Si España quiere convertirse en el 'hub' gasista del sur de Europa solo tiene un camino que pasa por restablecer las relaciones diplomáticas con Argel
Si España quiere convertirse en el 'hub' gasista del sur de Europa solo tiene un camino que pasa no solo por restablecer las relaciones diplomáticas con Argel, sino también recuperar su confianza.
Esto último, junto al honor, es clave para los países musulmanes a la hora de hacer negocios, según recuerdan fuentes conocedoras del estado de estas negociaciones.
Porque para que salga rentable ese 'hub' se necesita el gas argelino que llega por gasoducto. Este es más barato que el transporte de los metaneros desde otros lugares, como Estados Unidos.
El problema es que el contrato que fija ese precio lleva atascado 10 meses y con los italianos (Eni) y los franceses (Engie) comprando gas argelino, el margen de maniobra de España (Naturgy) para negociar la tarifa es muy escaso.
[Videoanálisis: El Midcat, Putin conoce el punto débil de Europa]
Sumen a esto que la negociación se produce en un momento en el que la producción de Sonatrach contemplaba un escenario de reducción de la demanda futura -porque con la transición ecológica, Europa iba a prescindir paulatinamente del gas- y, por tanto, faltan inversiones para sustituir a Rusia.
El próximo miércoles la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, desvelará en el Soteu su estrategia energética para hacer frente al invierno. Veremos si alude a la búsqueda de entendimiento entre Francia y España para construir el Midcat en el futuro o si omite esta idea que en el pasado pudo optar a ser un proyecto de interés común y se desterró. Otro fallo de cálculo político español que nos pasa ahora factura.
ATENTOS A...
La operación que anunció Repsol la pasada semana con el fondo estadounidense de infraestructuras EIG dejará a la compañía que dirige Josu Jon Imaz 4.850 millones de euros.
Es una cuantía que destinará a nuevas inversiones en energías renovables y a reducir deuda. Sin embargo, le da fuelle para pensar en otras apuestas e, incluso, grandes compras. Y en el convulso tablero energético que hay en este momento, hay quien desea que la compañía de origen vasco mire por los intereses nacionales -y no solo empresariales- a la hora de invertir ese cash.