Ucrania, cuatro meses después
Hace ya más de cuatro meses que dio comienzo uno de los acontecimientos más dramáticos y relevantes que han asolado Europa desde la segunda guerra mundial. Tras meses de reiteradas tensiones y amenazas, las tropas rusas irrumpieron en territorio ucraniano, dando luz verde a lo que no tardaría en convertirse en una invasión progresiva de lo que ya es más del 20% del territorio ucraniano.
Este conflicto, que encuentra sus inicios en la entrada de Ucrania en la sociedad de naciones tras la desintegración de la URSS en 1991 y tuvo un primer episodio en 2014 que terminó con la incorporación de la península de Crimea a la Federación Rusa y un frente abierto en el Donbas, supone una nueva estocada no solo para la UE que está afrontando su mayor crisis humanitaria, energética y de defensa desde su fundación, sino también una tormenta perfecta en las relaciones geopolíticas a nivel global donde China y EEUU están tomando buena nota para lo que pudiera ser tormenta perfecta (en clave geopolítica) que pudiera desatarse entre ambas potencias en océano Pacífico.
Es por ello que la respuesta de la Alianza Atlántica, la UE, Reino Unido y EEUU ha sido contundente. Ésta se ha visto reflejada, además de en las sanciones impuestas a nivel político y económico, en el hito histórico de que la UE haya tomado conciencia de su fragilidad y dependencia en materia de energía y defensa. Dicha vulnerabilidad ha llevado a la UE a iniciar una mayor dependencia de EEUU, así como el anuncio de inversiones sin precedentes en promover la autosuficiencia en ambos sectores.
Los efectos económicos derivados de este conflicto tampoco han tardado en hacerse visibles en Europa. El precio de las materias primas, los alimentos, el gas o el combustible han llevado a tasas de inflación intermensuales hasta el 10% (como en el caso de España) que hace tan solo unos meses creíamos imposible en la zona euro.
El retraso en acordar el sexto paquete de sanciones europeo también ha puesto en evidencia la unidad europea. Las sanciones frente a Rusia, por no estar sancionada por la ONU, requieren de unanimidad en el Consejo Europeo por lo que cada Estado Miembro tiene la posibilidad de vetar cualquier modificación o sanción adicional.
El precio de las materias primas, los alimentos, el gas o el combustible han llevado a tasas de inflación intermensuales hasta el 10%
Cada Estado valora su exposición de cara a la economía rusa, así como el posible “efecto boomerang” que las sanciones podrían tener en su economía, lo que hace –en ocasiones- que el bloque europeo se resquebraje y la Unión pase a convertirse en un bazar persa donde cada parte vela por sus propios intereses. Prueba de ello son las múltiples excepciones al embargo del petróleo ruso que se incorporaron en el último paquete y que convierten el bloqueo en un queso gruyere.
La carestía de fertilizantes y materias primas -trigo, cereales maíz o aceite de girasol - ya están elevando sensiblemente la inflación y sentando las bases de una crisis alimentaria sin precedentes. Hay, además, otra larga lista de productos cuya escasez afecta crucialmente a determinados sectores.
Esto ocurre por ejemplo en el mercado de la automoción europea ante las dificultades para conseguir paladio – presente en los motores de combustión – o materias fundamentales para el sector textil, ya que Rusia ha sido hasta el momento el quinto importador europeo de materias textiles. A la escasez de la propia materia se suman además los problemas de logística, ocasionados por el bloqueo del espacio aéreo, así como de los puertos ucranianos del mar Negro.
Habida cuenta del impacto económico que el conflicto tiene para Europa, entra en juego el misterio acerca del papel que China podría tener en este panorama internacional. Pese a su declarada neutralidad, existen razones para pensar que la balanza de su ambigüedad se inclina en favor de su socio estratégico, Rusia con quien comparte reivindicaciones territoriales con países vecinos, tales como Taiwán, los atolones del pacífico sur o las reivindicaciones por el dominio de cuatro de las islas Kuriles, conflicto en el que Japón entra a formar parte, pues el tratado de paz que lleva sobre la mesa más de 70 años entre los Estados nunca se ha llegado a materializar.
Las consecuencias que esta preferencia podría tener a largo plazo confrontan directamente con el efecto de las sanciones económicas adoptadas, ya que China, junto con India, son los principales compradores de gas y petróleo de la Federación Rusa. Pero su respaldo económico podría no acabar aquí, pues con la retirada de diversas empresas multinacionales de suelo ruso la inversión china en el país podría suponer un elemento fundamental para su mantenimiento y posterior recuperación económica.
Para los europeos la situación se puede complicar todavía más. A la situación de Ucrania se podría sumar el endurecimiento de la posición europea frente a China motivada por EEUU quien, a su vez, es parte de la solución frente a Rusia y las consecuencias económicas derivadas del conflicto con Ucrania.
*** José María Viñals, director del Máster en Relaciones Internacionales de IEB y Socio Squire Patton Boggs.