Tras la rebaja de casi tres puntos al crecimiento prometido para 2023, por fin España cuenta con un cuadro macroeconómico oficial que tiene credibilidad en las instituciones europeas y en los mercados. Sin embargo, eso no significa que las previsiones hechas por el Gobierno no sean optimistas. Algo que no sorprende, pero que preocupa.
En el nuevo cuadro macro, hay algún brindis al sol, como la confianza en que los españoles combatirán la inflación gastando el dinero que ahorraron en la pandemia en lugar de comprando menos. Pero hay más hipótesis a vigilar.
Por ejemplo, el escenario que ha dibujado Nadia Calviño para decir que España crecerá un 4,3% este año se asienta en unos tipos de interés para la deuda pública a 10 años del 0,8% en 2022. Es un dato que parece obsoleto, cuando la rentabilidad de ese bono ya está en el 1,8% y lo lógico es que siga subiendo.
La inflación de la eurozona ya ha alcanzado el 7,4%, según confirmó el viernes Eurostat. Un día antes, el BCE publicó un documento en el que entonaba el 'mea culpa' (la expresión no es mía, lo describió así el Financial Times) por no haber sido capaz de adelantar en sus previsiones económicas esta evolución de los precios.
El vicepresidente del banco central, Luis de Guindos, ya lo ha advertido para que a nadie le coja por sorpresa: todo apunta a que en junio se pisará el acelerador del fin de las compras de deuda de los países. Y en julio podría llegar la ya esperadísima subida de los tipos de interés.
Los mercados han tomado nota. Se ve en el euríbor (que en abril por primera vez en seis años cerró un mes en positivo) pero también en la prima de riesgo, que ya va por 102 puntos básicos. Pero el Gobierno español en su cuadro macro, no. La AIReF, que ha avalado esas cuentas, advierte de este dato en el examen en el que da el aprobado a la rebaja de previsiones de Calviño.
Pero el organismo que preside Cristina Herrero, sucesora de José Luis Escrivá, pone más el foco en otro aspecto: los problemas en la ejecución de los fondos europeos. Y la cuestión no es baladí porque en la Actualización del Programa de Estabilidad que España mandó a Bruselas el pasado viernes se confía en esos fondos como una panacea ante el fin de los estímulos y la subida de tipos que cualquier día nos anuncia Christine Lagarde.
"En un contexto de tensiones en los mercados internaciones, la capacidad competitiva de las exportaciones españolas y el Plan de Recuperación sostendrán la capacidad de financiación de la economía española", afirma el documento enviado a la institución que preside Ursula von der Leyen.
Atención a un dato: España destina ahora cerca del 2% del PIB a financiar el servicio de la deuda, es decir, los intereses. Pero, según los datos que maneja Allianz, por cada 1% que aumente la rentabilidad del bono español, España tendrá que destinar casi un 0,1% adicional a pagar intereses.
En 10 o 15 años, por cada 1% que aumente la rentabilidad del bono español, el coste para las arcas públicas será de un punto entero del PIB
No es mucho en el corto plazo y de ahí que el Tesoro lleve años aumentando la vida media de la deuda (para blindarse a una subida de los tipos de interés). Sin embargo, en el plazo medio plazo, la cosa cambia. Dentro de entre 10 y 15 años, por cada 1% que aumente la rentabilidad del bono, el coste para las arcas públicas ya será de un punto entero del PIB.
Pagar intereses por la deuda resta recursos a otras partidas, ya sea Educación, pensiones o Sanidad. Y la herencia de esta crisis (más la de 2008) nos ha dejado un endeudamiento que a cierre del pasado año representaba el 118,7% del PIB, más un déficit estructural que cada año hay que financiar.
Partimos, además, de una situación de dopaje que tiene fecha de caducidad. No olvidemos que en 2021, el BCE compró en los mercados de deuda la totalidad de las nuevas emisiones que hizo el Tesoro español para financiar las políticas sociales y de choque a la pandemia que fueron con cargo al déficit público. Y este año el organismo que preside Carlos Cuerpo prevé emitir deuda nueva por importe de 75.000 millones de euros.
Para preparar el país para ese futuro, se diseñó Next Generation EU. Un programa de ayudas con un grado de ejecución decepcionante y poco transparente. En su examen al cuadro macro del Gobierno, la AIReF es tajante.
Primero porque advierte que con el dinero sin ejecutar y la inflación subiendo, el impacto económico de ese plan se va a ver mermado. Pero además, da un tirón de orejas a todas las Administraciones para que se "coordinen" y pide al Gobierno más transparencia.
"Transcurrido ya más de un año desde su aprobación, todavía no se dispone de información sobre el grado de ejecución de los recursos y de los proyectos de inversión. El escenario macroeconómico del Gobierno no proporciona detalle del impacto macroeconómico asociado a este instrumento ni a corto ni a medio plazo", advierte.
Cuando se lanzó NGEU el objetivo era que no se convirtiera en otro 'plan Juncker' europeo. El Gobierno y la oposición deberían ponerse las pilas para acelerar la ejecución de las ayudas. O ni uno, ni otro va a poder gobernar sin un drástico recorte que acabe con la paz social de las calles.
ATENTOS A...
El Consejo de Ministros del próximo martes dará forma a las medidas para establecer un máximo al impacto del precio del gas en el mercado de la electricidad. Sin embargo, estas medidas se concretarán en un escenario mucho más incierto de lo que se pensaba cuando la medida fue solicitada a Bruselas.
El canciller alemán, Olaf Scholz, ya ha pedido a los alemanes que se preparen para posibles cortes de suministro del gas. En la banca de inversión, se advierte ya que esa posibilidad es cada vez más real. Según BofA, Alemania e Italia serían los países más afectados por la medida que tendría un impacto en el PIB del 3%, de acuerdo con sus estimaciones. En este supuesto, la firma da por seguro que hará falta más estímulo fiscal y Mario Draghi no tendrá fácil dar respuesta sin el apoyo del BCE.