La penúltima polémica de las redes sociales se centra en la película de la factoría Hollywood No mires arriba, que nos ha dado la oportunidad de olvidarnos por un momento del virus, el precio de la electricidad, la inflación y de todo lo demás, para centrarnos en qué haríamos si supiéramos que nuestro final va a llegar y conociéramos la fecha exacta. ¿Qué pasaría si tuviéramos la certeza de que un meteorito va a acabar con todo en seis meses? Para empezar, "la certeza" es un concepto que hoy en día ha sido manoseada de tantas maneras y de forma tan obscena por los manipuladores sociales que cualquier ciudadano normal no se fía de ninguna "certeza", y menos si sale en televisión y hay "estudios" avalados por el gobierno. De eso también va la película.
A mí me llevó a pensar en el tiempo y cómo lo percibimos. Una enfermedad de seis meses no es lo mismo que seis meses de prisión, o seis meses de amor, seis meses de duelo, seis meses de vacaciones o seis meses de vida de tu bebé. No es lo mismo "te quedan seis meses para nacer" que "te quedan seis meses para morir".
Sin embargo, probablemente, en ambos casos sufrimos una maduración acelerada esencial, aunque de diferente índole. Porque cuando te quedan seis meses para nacer, no tienes consciencia de lo que te pasa, ni siquiera del tiempo. Pero cuando te quedan seis meses para morir, y de eso va la película, eres plenamente consciente de qué significa morir, y cuánto duran seis meses.
No obstante, creo que vivimos en una sociedad en la que se nos ha atrofiado nuestra capacidad para percibir el tiempo. Es una opinión acientífica. No tengo estudios que me respalden. Mi base se sustenta en dos observaciones. Por un lado, cómo se ha transformado nuestra respuesta a estímulos, es decir, necesitamos inmediatez. Las políticas tienen un horizonte de cuatro años, los semestres académicos duran tres meses, la capacidad de atención mengua aceleradamente, los textos se reducen a quinientas palabras, los comentarios a un tuit. Por el otro, nuestro rechazo a reconocernos tal y como somos, la dificultad para vivir abiertamente según unos valores por miedo a la censura social. Y esto vale para casi cualquier ideología.
La pandemia ha trastocado muchas cosas y creo que esto también. El encierro que iba a ser por quince días se alargó mucho más. El descubrimiento de vacunas, que normalmente llevaba años de ardua investigación, se ha acelerado. Los tiempos de la recuperación económica, que obviamente van a su aire, están siendo manipulados por los gobiernos en función de si la región, ciudad o país es de los míos o no. Los gobiernos tratan de ajustar el ritmo de recuperación a su propia cama de Procusto, para que se adapte a sus necesidades partidistas.
Los tiempos de la recuperación económica, que obviamente van a su aire, están siendo manipulados por los gobiernos
Y mientras tanto, nosotros, la población, somos menos conscientes de lo que los estímulos de todo tipo provocan en nuestro organismo. Porque, más allá de la apatía y el aburrimiento que se esconde detrás de "todos son iguales", nuestro cuerpo sigue reaccionando a las mentiras, la desinformación o las amenazas, sean económicas, sanitarias o de otra índole. Y esta vez, sí nos ha ido la vida en ello. No solamente por las muertes y las secuelas de la enfermedad, también por la caída del nivel de vida que estamos padeciendo y que sabemos que va a peor.
Dicen los que saben que la percepción del tiempo está arraigada en nuestro cuerpo gracias a la interocepción, el octavo sentido, que liga las reacciones de nuestros órganos ante estímulos (el dolor de estómago), con estados emocionales (la angustia) o las necesidades básicas (el hambre). Así que, según los científicos, los más conscientes tienen una mejor percepción del tiempo.
De acuerdo con esta lógica, es posible que nuestro atontamiento social nos haya trastocado la percepción de qué son seis meses, un año, o mis 12 días de confinamiento por covid. Pero mi cuerpo reacciona y se generan estados de ánimo, sea o no consciente de la causa.
¿Cuánto va a durar esta tendencia inflacionista? ¿Cuánto queda para que acabe la infección por la variante ómicron? No se sabe. Pero eso no es lo relevante. La pregunta determinante es ¿qué vamos a hacer con ello? Por supuesto, para pasar a la acción es necesario ser conscientes de lo que nos pasa. Primero a cada uno como individuo, la minoría más cualificada. Y después, como sociedad. ¿De qué actores políticos y sociales nos podemos fiar? ¿Qué ámbito de actuación real tenemos cada uno, más allá del mantra paralizante "no puedo hacer nada"?
La recuperación económica está, en estos momentos, en las mentes y las manos de los más osados. De quienes están dispuestos a hackear el aturdimiento, la desinformación, la burda manipulación política de unos y otros, y ponerse manos a la obra, desplegar la imaginación, y ofrecer soluciones innovadoras, emprender por tu propio beneficio, sin mesianadas.
Dice el dicho que la necesidad agudiza el ingenio. ¿Qué mejor momento que éste? Se va a reducir nuestro poder adquisitivo, y con ello, nuestra capacidad de ahorro. No somos el usuario al que los servidores públicos atienden, sino la fuente de su renta a través de impuestos y deuda. Pero la parálisis no es la solución. Hay que mirarse a uno mismo, ser conscientes y sobrevivir, arriesgarse, emprender, crear. El futuro es siempre de los valientes. Feliz 2022 a todos.