Lo que más errores provoca es la impaciencia. En todos los ámbitos y en todas las profesiones. Es especialmente hilarante en el caso de los políticos porque son los que muestran su impaciencia en público: ese mostrarse en público es, por definición, la esencia de su manera de ganarse el sustento.
Pero afecta a todos los demás, desde gestores de fondos de inversión a empresarios emprendedores, y desde deportistas a gente enamorada. Probablemente el tránsito de la juventud a la madurez no sea más que la capacidad para disimular la impaciencia.
Una prueba bastante cómica de impaciencia la está dando la ministra Calviño, comiéndose los nudillos porque el INE dio un dato provisional (e inconveniente) del PIB del tercer trimestre. Desde los tiempos de Abril Martorell no se veía algo así…
En política, cuando la oposición a cualquier gobierno se impacienta, normalmente empieza a desvariar. En Madrid se opuso al hospital Zendal. Desde un punto de vista médico y de especialistas en gestión sanitaria se le pueden hacer muchas críticas al Zendal: para eso están los especialistas. Pero la oposición al gobierno de Isabel Díaz Ayuso no puede permitirse ese lujo.
La oposición a Pedro Sánchez no podía criticar el primer estado de alarma porque era evidente su necesidad
Si la oposición cae en la 'especialitis' (justificada o no) la gente no entiende lo que dice y desconecta de sus argumentos: no se puede, a la vez, criticar que no haya hospitales públicos suficientes y poner verde la apertura de un nuevo hospital. Lo más a lo que podían llegar, para cubrir el expediente, Mónica García y sus partidarios es a dar una bienvenida crítica a ese hospital: "no es nuestro modelo y lo cambiaremos cuando lleguemos al poder, pero bienvenido sea".
De la misma manera, la oposición a Pedro Sánchez no podía criticar el primer estado de alarma porque era evidente su necesidad. Las cuarentenas y confinamientos es lo que tradicionalmente se había estado haciendo para contener las epidemias.
Era, lo que todo el mundo ha podido ver, en las películas, que se hacía en la Isla de Ellis con los inmigrantes que querían entrar en EEUU por Nueva York y, también, a su manera, es lo que había estado haciendo el Gobierno chino desde que reconoció que se enfrentaba a una pandemia.
Esa pereza, o cálculo político desencaminado, que mostró Sánchez a la hora de tomar decisiones lo llevan mostrando los bancos centrales desde hace meses
De hecho, la oposición al Gobierno español lo comprendió (¡milagro!) y votó a favor del primer estado de alarma. Otra cosa es que no pudiera criticar a Pedro Sánchez por no haberlo decretado antes, como era evidente que tenía que haberlo hecho, impidiendo, por los mecanismos legales, tanto la celebración del 8M, como del Congreso de VOX, y también de las misas, rosarios, conciertos, acontecimientos deportivos, bodas, bautizos y fiestas de cumpleaños que contribuyeron a la propagación del virus cuando apenas se sabía nada de él.
Pero los políticos no son únicos en esto. Esa pereza, o cálculo político desencaminado, que mostró Sánchez a la hora de tomar decisiones lo llevan mostrando los bancos centrales desde hace meses. En EEUU ya se decidieron por fin el miércoles pasado prometiendo la retirada de los estímulos monetarios en solo tres meses. En la zona euro el BCE hizo el teatro de que salía de su pereza un día más tarde.
En la primavera del año pasado la oposición también podría haber criticado al Ministerio de Sanidad por la tardanza en difundir conocimientos médicos que estaban publicados en la prensa internacional, especializada o no, que hablaban de la "tormenta de citoquinas", de la entrada del virus por la enzima receptora AC2, etc. Y no que dio la sensación de que los médicos españoles tuvieron que enterarse de la tormenta de citoquinas cuando la tuvieron delante de sus ojos. Es decir, con mes y medio de retraso frente a lo que podía haber sido.
Pero la oposición a Sánchez necesariamente tenía que apoyar el estado de alarma… Excepto que, como era obvio, la restricción de libertades exigía la declaración del estado de excepción y la oposición no lo pidió. ¿Por qué? Porque, si estás con un discurso exagerado de que “el gobierno es liberticida”, ¿cómo vas a reclamar un estado de excepción que le da un margen mayor de restricción de las libertades? Es lo malo de quererlo todo la vez.
Otro tanto se puede decir de los choques entre Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso y entre ésta y Pablo Casado. A ambos les corroe la impaciencia frente a Ayuso
Eso, más la impaciencia, es lo que suele mantener a la oposición a cualquier gobierno mortificada y lejos del poder durante más años de lo que podría estar si no se ofuscara.
En eso VOX (tras su gran error de celebración del Congreso el mismo y fatídico 8M, rematado con el error farisaico de acusar al gobierno por no haberles advertido) no temió entrar en contradicción.
Llevó al Tribunal Constitucional la acusación de que el gobierno había sobrepasado las medidas que permitía el estado de alarma, ganándole "el pleito" en dos ocasiones, aunque el rédito electoral que puedan darle esas victorias no vaya a ser mucho, habida cuenta del retraso en dictarse la resolución y de que, para la mayoría de la población, la distinción entre el confinamiento y la herramienta legal para decretarlo es lo que los ingleses llaman splitting hairs (partir un pelo en dos).
Otro tanto se puede decir de los choques entre Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso y entre ésta y Pablo Casado. A ambos les corroe la impaciencia frente a Ayuso. Ni Sánchez ni Casado han comprendido que cuando un líder es popular y está en 'estado de gracia' de nada vale impacientarse.
Ayuso comprendió que el confinamiento solo era posible por una vez y acertó
Ambos han reaccionado como saben, con las tácticas burocráticas que les han dado buen resultado en otras ocasiones, pero ahora se han quedado sin la caja de herramientas, al toparse con algo desconocido: una líder popular, algo que ellos dos están lejos de ser.
Ayuso comprendió que el confinamiento solo era posible por una vez y acertó. La suerte la acompañó en todo lo demás, y así puso de relieve que su equipo era mucho mejor que el de Sánchez. La sexta ola pondrá a prueba si todo ha sido cuestión de pericia o de suerte. Quien quiera combatir a Ayuso y no acepte eso se equivocará en el análisis y en la aplicación de su política. Solo el cielo podrá venir en su ayuda…
A veces se compara a Ayuso con Esperanza Aguirre: ¡gran error! Aguirre, con toda su popularidad, era un producto de la fábrica del PP. Ayuso no ha salido de esa fábrica, por mucho que haya estado a su abrigo muchos años. Es un fenómeno inédito en España, solo comparable al gran ascenso de Felipe González a partir de las elecciones de 1979.
Dos fenómenos comparables por la popularidad, aunque radicalmente opuestos por ideología y por naturaleza: Felipe evolucionaba hacia la popularidad sin partidos fuertes que lo encasillaran de inicio, y pasó poco a poco a estar constreñido en un partido cada vez más fuerte, aunque él lo dominara. Ayuso surge de un partido que viene de tiempos en que fue muy fuerte, y se está escapando de esa coraza partidaria por las grietas que la debilidad reciente le ha dejado al PP.
Para la burocracia del PP y del PSOE /gobierno, el nacimiento del fenómeno Ayuso ha sido como para los bancos centrales más importantes del mundo el advenimiento de la crisis financiera de 2008
Para la burocracia del PP y del PSOE /Gobierno, el nacimiento del fenómeno Ayuso ha sido como para los bancos centrales más importantes del mundo el advenimiento de la crisis financiera de 2008, la estampida de la inflación en 2021 y el nacimiento y fanatismo por las criptomonedas.
En esto los bancos centrales han combinado muy bien la impaciencia que les corroía en el pasado, cuando se precipitaban a subir tipos de interés antes de tiempo, con la tentación reciente de esconder la cabeza bajo el ala.
El primero de esos tres problemas lo pudo superar EEUU gracias a la buena suerte que hizo que Ben Bernanke estuviera al frente de la Reserva Federal en aquel momento de 2008: era un caso extremo de "el hombre adecuado a la espera de esa crisis" precisamente. Desde el primer día, y pese a algunos errores previos, sabía lo que había que hacer.
Solo la llegada de Draghi a la presidencia del BCE, haciendo acopio de paciencia, arregló las cosas, aunque en medio de enormes dificultades
No tuvo esa suerte la zona euro a la que el huracán financiero cogió no solo tan desprevenida como a los demás sino con un presidente que era el “rigor de las desdichas”: un Jean-Claude Trichet al frente del BCE que no solo subía los tipos de interés a destiempo en varias ocasiones (agravando la situación) sino que era incapaz de imitar lo que se hacía al otro lado del Atlántico.
Solo la llegada de Draghi a la presidencia del BCE, haciendo acopio de paciencia, arregló las cosas, aunque en medio de enormes dificultades: no en vano cuando las economías de Europa estaban hundidas en la recesión, en el Consejo de Gobierno del BCE, y en su servicio de estudios también, la preocupación era la inflación.
Se preocupaban por un problema que estaba a 10 años vista. Esa inflación que tardó 10 años en llegar, y por un elemento fortuito como fue la pandemia.
Ahora el problema es el contrario: el negacionismo de la inflación por parte de los bancos centrales, combinado con su indolencia (así como la de otros reguladores) para atajar el tema de las criptomonedas antes de que sea demasiado tarde.
Mucha gente perderá sus ahorros, alguna entidad financiera entrará en dificultades y tanto los gobiernos como el clamor popular dirán “pío, pío, que yo no he sido”
Pero se acerca la prueba de fuego para todos los mencionados. Para Sánchez, porque la incapacidad que tiene España en este momento de invertir adecuadamente una cantidad desorbitada de dinero y porque la inflación nunca ha sido un refuerzo para los que aspiran a repetir el cargo.
Para Casado porque está obcecado con la protegida que resultó respondona y no sabe "plegarse como un junco", a la espera de tiempos mejores para él, a esa corriente de popularidad que ella tiene.
Para Ayuso, porque romper el "techo de cristal" que la burocracia de su partido le impone es una tarea titánica, y más en un momento en que sus partidarios lo que quieren es verla compitiendo directamente con Sánchez en las próximas elecciones generales.
Y para las criptomonedas porque, si los bancos centrales actuaran a la manera de Paul Volcker en 1980-1981, subiendo fuertemente los tipos de interés, lo probable es que los inversores huyeran de ellas como huyeron del oro tras las medidas de Volcker.
Mucha gente perderá sus ahorros, alguna entidad financiera entrará en dificultades y tanto los gobiernos como el clamor popular dirán "pío, pío, que yo no he sido" o el socorrido "yo ya os lo dije", convirtiéndolas, a las criptomonedas, en una cabeza de turco para excusarse por los problemas financieros que no supieron o no se atrevieron a atajar a tiempo.
Que Dios reparta suerte.