El presidente Joe Biden ha logrado un triunfo socialdemócrata, Donald Trump no lo habría conseguido. No porque no lo quisiera, sino porque su imagen de ególatra americano se lo habría dificultado.
Biden el sábado pasado consiguió que el G7 aprobase un tipo de impuesto de Sociedades mínimo del 15% para las multinacionales en cualquier país. Con ello intentaba impedir la deslocalización de sus grandes empresas; que no se fueran de su territorio a otros (Irlanda, Luxemburgo...) para eludir impuestos.
De manera que el imperialismo fiscal americano se ha vuelto socialdemócrata para el resto de los países. Todo Estado que tenga un tipo de impuesto de Sociedades menor lo debería subirlo, según este pacto. En caso contrario, la Hacienda americana tomaría medidas.
Es una nueva versión de América para los americanos. Los firmantes del pacto son países en los que ese impuesto está más alto. El acuerdo perjudicaría a aquellos Estados que han basado parte de sus economías en un trato fiscal favorable.
El pacto del G7 va contra el liberalismo comercial y el mercado. Sí Irlanda trata mejor fiscalmente a esas empresas es porque ha hecho números. Cobra menos tipo, pero ingresa más impuestos al atraer más sedes fiscales.
Además, la localización de esas sedes fiscales en su territorio atrae a altos directivos que pagan IRPF por sus elevados ingresos y, por su propensión al consumo elevada, contribuyen con más IVA. Eso, amen de los puestos de trabajo indirectos que se crean en los lugares de destino.
El pacto del G7 va contra el liberalismo comercial y el mercado
Biden quiere ir contra eso y también lo quería Trump porque esta negociación se viene pergeñando desde hace tiempo. En el caso de Biden, además, necesita recaudar más impuestos para sus planes de inversión, ayudas sociales y animar la economía estadounidense. Es una medida proteccionista que intenta elevar el coste de la deslocalización para que los demás países no puedan hacerle dumping fiscal.
Combatir el dumping fiscal es combatir los salarios bajos, la poca o ninguna cobertura social o el trabajo infantil del tercer mundo. Eso puede ayudar a reducir la pobreza de esos países. Siempre que se haga con moderación porque exigirles salarios y cargas sociales iguales a los de los países desarrollados, acabaría con parte de su trabajo y aumentaría su pobreza.
Combatir el dumping fiscal es intentar dificultar el desarrollo otros países impidiéndoles competir mediante política tributaria. El objetivo es defender a los países más ricos (los del G7 que han firmado); volver a la defensa de los poderosos mediante leyes, como ha hecho Trump con la subida de aranceles a los productos de terceros países (España uno de ellos).
Ha sido una imposición imperialista socialdemócrata. Tanto Biden como Trump son antes presidentes americanos que liberales o conservadores. Lo curioso es que los otros seis países del G7 hayan aceptado el acuerdo. En particular los que pertenecen a la Unión Europea, porque socios como Irlanda, Luxemburgo o Hungría ya han manifestado su desacuerdo y, ya se sabe que Bruselas no aprueba nada que no sea firmado por los 27 de manera unánime.
O sea, que de momento, ese acuerdo puede ser papel mojado en la UE. Y sí lo es aquí ¿por qué lo van a respetar otros países, especialmente los llamados 'paraísos fiscales'?
Si a efectos prácticos es posible que no sea viable el acuerdo del G7, lo que sí indica es que EEUU con Biden, como con Trump, quiere defender su economía. Pero no a costa de hacerla más productiva, sino dificultando la competitividad de otros países vía reglamentos y legislación global.
De alguna manera, siempre lo ha hecho. Las barreras fitosanitarias han sido muchas veces la excusa para impedir la entrada en su mercado de importaciones. El lobby agroalimentaria es poderoso en Washington. Pero ahora la maniobra es más burda. ¿Será capaz de imponerla? Tengo mis dudas a pesar de la poderosa diplomacia económica estadounidense.
En todo caso EEUU no debe preocuparse. Las nuevas deslocalizaciones ya no se hacen por coste de mano de obra o temas fiscales. Se deciden más por la disponibilidad de talentos y el entramado de clústeres empresariales de un territorio. En eso tiene ventaja, especialmente en las tecnologías de vanguardia.
*** J. R. Pin es profesor del IESE.