La figura retórica de que se puede votar con algo distinto de una papeleta se hizo popular (por culpa de los anglosajones) cuando cayó el muro de Berlín y se derrumbó el glacis de la Unión Soviética. Los que huían de esos países “votaban con los pies”, se decía entonces.
La semana pasada, la política sanitaria de Pedro Sánchez recibió un voto de castigo con la afluencia masiva a recibir la segunda dosis de AstraZeneca por parte de quienes ya habían recibido la primera, a pesar de la recomendación de la ministra de Sanidad para que no se hiciera así.
Votar con la vacuna es una de las muchas maneras en que, sin un sentido abiertamente político, un gobierno recibe un varapalo y un rechazo claro a las vagarías, antojos y caprichos de su política general, sanitaria y propagandística.
En ocasiones, Pedro Sánchez, con sus rotundas afirmaciones, así como con sus giros de guion y sus rabietas durante la pandemia, recuerda a Mani (el padre del maniqueísmo, que se autodenominaba cristiano, pero al que la Iglesia aborrecía con la misma saña con que lo hacía Diocleciano, el emperador que la perseguía a ella también), que se expresaba con paradojas, que es la manera piadosa de llamar a las contradicciones. Decía Mani: “Amén, fui conquistado; Amén de nuevo, no fui conquistado… Amén, sufrí; Amén de nuevo, no sufrí…”.
Lo giros súbitos de los gobiernos desconciertan a todos, pero cuando las piruetas son excesivas y habituales, llega un momento en que muchos dicen basta. AstraZeneca es uno de esos momentos.
Aunque las paradojas son la sal de la tierra. En estos últimos días se ha hecho evidente un efecto secundario de la política monetaria y fiscal superexpansiva de EEUU: parte del dinero creado de la nada que sale del banco central de EEUU (Reserva Federal) para comprar bonos en los mercados, así como del que sale de las arcas del Tesoro, vuelve por la puerta de atrás a la misma Reserva Federal mediante las operaciones en que esta drena la liquidez excesiva que hay en el mercado monetario (lo hace gracias a una herramienta horrísona llamada “repo inverso”).
Los movimientos de Blackstone auguran una buena perspectiva económica general para los próximos cinco años a pesar de las volteretas a que nos someterán nuestros políticos
Es un fenómeno que conocemos bien en Europa y que, aunque ahora ya no sorprende a nadie, dejaba a todo el mundo patidifuso hace casi diez años, cuando el dinero que el Banco Central Europeo prestaba a los bancos volvía al mismo BCE en forma de depósito. Para poder hacerlo, los bancos utilizan un vehículo que les ofrece el BCE, llamado “Facilidad de Depósito”, en el que son penalizados con un -0,50% por no preferir prestar ese dinero a empresas y familias
Pero esto es algo casi nuevo en los EEUU (solo se ha dado en momentos puntuales de 2014, 2015 y 2016), aunque allí se conforman, de momento, con retribuir al 0% a esos fondos que vuelven a la Reserva Federal, sin que haya todavía una penalización, aunque todo se andará.
Se ve que los bancos en EEUU, como en Europa, rechazan ya los depósitos de clientes y votan la política monetaria con el repo o con la facilidad de depósito.
Esta paradoja de que la liquidez que se inyecta al sistema financiero regrese a su origen no es nada en comparación con la paradoja de la desigualdad que genera la política de emergencia perseguida tanto por el gobierno de EEUU como por los de los demás países: para evitar una gran depresión, los tipos de interés se bajan a cero, se montan los ERTE y se da un sustento mínimo a las familias más desfavorecidas, lo que es de justicia hacer, pero esas mismas medidas ponen en circulación enormes flujos de dinero que provocan movimientos especulativos que, cuando salen bien, aumentan la desigualdad al favorecer un enriquecimiento extraordinario.
Así, en el mes de marzo, la Administración Biden envió la última ronda de transferencias de dinero a las familias de EEUU y justo en ese momento empezó el fenómeno comentado de que hasta medio billón (trillion) de dólares volvieron a la Reserva Federal, mientras, simultáneamente, y claro está, por causa de las transferencias, los fondos de la Cuenta General del Tesoro disminuían.
¿Lleva esto a un callejón sin salida en EEUU, habida cuenta de que la Administración Biden tiene un ambicioso programa de “más de los mismo”? No necesariamente: en Europa llevamos casi diez años así, aunque es de esperar que en EEUU no coincida con los mismos efectos negativos aparentes aquí: crecimiento económico poco vigoroso.
El que haya demasiado dinero en busca de activos en que invertir lleva siempre a aventuras especulativas y arriesgadas, y suele ser el heraldo de futuras crisis. Aunque también hay indicios, anecdóticos, de que pudiera suceder lo contrario.
Se ha hablado poco de que el fondo de capital riesgo Blackstone va a comprar por tercera vez en 18 años el mismo grupo hotelero: Extended Stay. Las otras dos veces, tras comprarlo, lo vendió o lo sacó a bolsa, con las correspondientes ganancias de capital: en 2003, compró por 3.000 millones de dólares y vendió en 2007 por 8.000 millones. Tras la quiebra del comprador, Blackstone lo volvió a comprar por 4.000 millones y lo sacó a bolsa (otra vez por 8.000 millones) en 2013 (¡el infausto año de su compra de las VPO de Madrid!). En esta ocasión, Blackstone está interesado en comprarlo de nuevo.
Es decir, Blackstone realizó esas dos compras justo en el peor momento de las dos crisis anteriores a la actual (en 2003 y en 2010) para vender tres o cuatro años después con enormes plusvalías. Si los directivos de Blackstone no han perdido su buen ojo, esta tercera compraventa del mismo grupo hotelero augura una buena perspectiva económica general para los próximos cinco años.
A pesar de las vagarías y volteretas a que nos someterán nuestros políticos. Nosotros, en justa reciprocidad, votaremos con los pies, con las vacunas y, si hace falta, con nuestras oraciones. Maniqueas, claro está: “Amén, fui vacunado; Amén de nuevo, no fui vacunado… Amén, sufrí; Amén de nuevo, …”.