En marzo, una palabra inundó Twitter, Instagram y los titulares de todas las cabeceras: NFTs o non-fungible tokens, por sus siglas en inglés. Artistas digitales, músicos e incluso el CEO de Twitter, Jack Dorsey, se subieron a la ola con ganancias millonarias. Aunque los NFTs no cambien cómo hacemos periodismo o arte, sí transforman lo que entendemos por propiedad, convirtiendo internet en un coto de caza de lo coleccionable.
Los NFTs son unidades de datos que certifican la autenticidad de un objeto digital que se almacenan en una red blockchain, un sistema de almacenamiento digital distribuido que es a todos los efectos imposible de ser hackeado. Únicos e imposibles de modificar, la mayoría de NFTs son parte del blockchain de Ethereum, una criptomoneda que permite almacenar esta información.
El auge de estos tokens permite que el contenido digital, que de por sí es replicable, sea único y vendible. Memes, cuadros, canciones, columnas… todo es susceptible de convertirse en inversiones digitales. Puede haber muchas copias idénticas de un contenido digital, pero solo una está etiquetada por un NFT como el original.
Los NFTs empezaron a sonar durante el verano de 2020 cuando la socialité Paris Hilton vendió un cuadro digital a través de una subasta en una plataforma de Ethereum.
Hilton es una firme defensora de los NFTs, ya que considera que democratizan el arte y crean una relación directa entre los artistas y los fans. A partir de entonces, otros siguieron su estela.
La banda de rock Kings of Leon lanzó un álbum de música como NFT, la liga de baloncesto NBA sacó a la venta varios clips como NFTs, y el artista Mikel Winkelmann, también llamado Beeple, se llevó 69,3 millones de dólares (57.4 millones de euros) por un archivo JPG, rompiendo todos los récords. Y el mercado de NFTs sigue creciendo.
Dorsey, fundador de Twitter, vendió el primer tuit jamás hecho por 2.9 millones de dólares (2.41 millones de euros), la Associated Press subastó una pieza artística como NFT, Quartz se lanzó con primer artículo como este tipo de token y el New York Times se llevó medio millón de dólares (poco más de 400.000 euros) por una columna.
Los NFTs tienen algo de revolucionario. Convierten contenidos replicables en originales y únicos, salvaguardados por la tecnología blockchain. Podemos poseer algo que antes no admitía posesión por ser replicable idénticamente at infinitum. El propietario tiene una inversión y el artista monetiza su trabajo. Permiten poseer algo único que por su propia naturaleza no admitía unicidad. Los NFTs apelan a nuestra necesidad de poseer, de ser dueños de un trozo del mundo, en este caso del mundo digital. Como un Picasso, se convierten en moneda de cambio.
Podemos poseer algo que antes no admitía posesión por ser replicable idénticamente 'at infinitum'
Ahora bien, que un producto digital se venda como NFT dependerá de si los inversores lo consideran coleccionable. Porque recordemos que no todo lo es: queremos guardar la portada del New York Times sobre la muerte del presidente americano John F. Kennedy, pero no la de un día cualquiera. La venta también dependerá del apetito de los inversores, que, de momento, es copioso pues se espera que en el futuro suban los precios.
Además, no todos los productores querrán subastar su trabajo ya que vender un NFT tiene costos fijos. Primero se ha de crear una cartera digital para guardar los tokens, después generar una cartera vacía para la moneda Ethereum, buscar un lugar de subastas, conectar la imagen digital (la pieza de arte) al token y pagar las tasas —a veces más de 100 dólares (más de 80 euros), muchas en torno a 50 dólares (más de 40 euros). Para que la subasta sea rentable, el NFT tiene que venderse por más que estos gastos.
Toda revolución tiene su talón de Aquiles y el de los sistemas blockchain es medioambiental. Esta tecnología necesita que millones de ordenadores estén funcionando sin descanso para que las transacciones se graben sin intermediarios y sean indestructibles. No es de extrañar que entonces crear un token de NFT genere casi tanto CO2 como viajar 1.000 kilómetros en coche.
Aún es pronto para saber cómo los NFTs transformarán los medios y el entretenimiento más allá de la monetización. Pero el auge de los productos basados en blockchain acaba de empezar. Acabará por cambiar todos los sectores, aunque aún está por ver cómo.
*** Josep Valor es profesor del IESE Business School y Carmen Arroyo es investigadora del IESE y periodista financiera en Euromoney Institutional Investor en Nueva York.