El intento de toma de un símbolo de la democracia como el Capitolio norteamericano el pasado enero, y las previsibles dificultades a las que se enfrenta la recién llegada Administración Biden a la hora de conseguir armonizar un país profundamente dividido tras cuatro años de un Donald Trump que ganaba claramente pescando en río revuelto, convierten en muy relevante e interesante el análisis de las llamadas "cámaras de eco" como fenómeno y como subproducto del momento tecnológico que vivimos.
Una cámara de eco se define como un estado de aislamiento intelectual que resulta de unas determinadas prácticas de acceso a información. En tiempos pasados, cuando el acceso a la información se producía fundamentalmente a través de unos pocos canales, las cámaras de eco se producían cuando una persona, voluntariamente, decidía informarse de manera limitada en tan solo algunos de ellos, un efecto que, además, se veía reforzado cuando muchos de sus contactos tomaban la misma opción.
En ocasiones se vincula con la formación: personas más ignorantes tienden a escoger líneas editoriales muy definidas, a renunciar a informarse en otras, y a adoptar, en consecuencia, posiciones más radicales y desinformadas.
Este fenómeno, reflejado en refranes como el conocido 'Dios los cría y ellos se juntan' o, en inglés, 'birds of a feather flock together', resultaba en grupos a veces cerrados que incubaban puntos de vista notoriamente diferentes a los del resto de la sociedad de la que formaban parte.
Con la adopción masiva de internet y de otros medios de comunicación, llegaron dos cosas: por un lado, un incremento brutal del número de fuentes de información disponibles.
Personas más ignorantes tienden a escoger líneas editoriales muy definidas y a adoptar posiciones más radicales y desinformadas
Si comparo la época en la que cursé mi MBA, en el año 1989, con la actual, la diferencia es clara: en mi época, la recomendación era que un directivo en formación leyese al menos tres periódicos al día, uno general, uno internacional y uno económico (el deportivo ya se consideraba vicio).
Ahora, recomendamos a nuestros alumnos que se construyan portfolios sistematizados de fuentes de información, a los que se unen sistemas algorítmicos de recomendación e incluso determinados filtros sociales. La tarea de simplemente mantenerse informado se ha complicado una verdadera barbaridad.
Lo segundo que llegó con internet, vinculado a fenómenos como los buscadores y las redes sociales, fueron los algoritmos. Su efecto es, sencillamente, brutal, y es fundamental entenderlo bien.
Tomemos el ejemplo de Facebook: una red social cuyo único criterio, nacido del intelecto de un joven que creó una red en Harvard para decidir quién en el campus era 'hot' o era 'not', es que incrementes tus métricas: tu tiempo de consumo, tus clics, tus 'likes', etc. Es puramente lineal: cuanto más tiempo pases en Facebook, más publicidad recibes, y más gana la compañía.
En esas circunstancias, lo que la compañía intenta, en primer lugar, es darte más de aquello que más te gusta: todo aquel contenido que leas, en el que comentes, en el que le des al botón de 'me gusta', etc. es automáticamente considerado una indicación de 'dame más de lo mismo'. Muy primario, pero funciona: si te dan más cosas parecidas, eres susceptible de seguir manteniendo tu comportamiento.
Si te dan más cosas parecidas, eres susceptible de seguir manteniendo tu comportamiento
Eso, ya de entrada, tiende a privarte de la diversidad de puntos de vista, de ideas distintas a las tuyas. No es que simplemente te den más de lo mismo, es que conscientemente te ocultan lo que no es así, entierran aquello que podría llevarte a cambiar de opinión, o a matizarla. Esto ocurre también con buscadores: si quieres comprobarlo, compara el resultado de tus búsquedas en tu navegador habitual, y en otro que no utilices habitualmente y en el que no te hayas identificado nunca.
El siguiente efecto es todavía más perverso: las redes sociales, además, comprueban lo que leen las personas que has definido como tu red de contactos, y tratan de darte más de lo que ellos consumen. Eso, que en principio sirve para que tengas temas de conversación comunes, produce un sesgo de confirmación, y te reafirma más aún en tus creencias.
Dejas de sentirte solo en tus opiniones, te ves legitimado y hasta protegido por tu entorno, con el que, además, generas dinámicas de retroalimentación: el que más destaca suele ser el que expone las ideas de manera más radical o categórica.
El que más destaca suele ser el que expone las ideas de manera más radical o categórica
El resultado es bien conocido: entre los asaltantes del Capitolio, la idea generalizada no era solo que las elecciones habían sido un fraude, sino que, en muchos casos, los ganadores formaban parte de una secta pederasta que devora niños, y que ellos formaban parte de una cruzada de liberación completamente legítima. En su distorsionada visión del mundo, las cosas, simplemente, "no podían ser de otra manera".
Las cámaras de eco son un fenómeno complejo, consecuencia de muchas cosas. Pero como sociedad, tenemos el deber y la necesidad de luchar contra ellas. En lo personal, analizando cómo nos informamos y cuál es nuestro nivel de riesgo con respecto a ellas, y en lo colectivo: con quiénes hablamos, con quiénes trabajamos o a qué grupos pertenecemos.
Entender e internalizar el concepto de cámara de eco debería considerarse algo fundamental para aprender a vivir en sociedad.