No tan rápido como se preveía, pero las grandes fortunas mundiales sí están tanteando en qué consiste el mundo de los activos digitales. Un 26% de los family offices ya invierte en criptomonedas y un 14% guarda en cartera los populares tokens no fungibles (NFT, por sus siglas en inglés).
Así lo pone de manifiesto el ‘Global Family Office Report 2022’ elaborado por el banco suizo UBS. En este informe, se observa que muchas oficinas familiares (los brazos de inversión de las grandes fortunas y sus familias) están invirtiendo en tecnología blockchain y criptoactivos no tanto por razones financieras, sino más bien “para aprender sobre los pagos descentralizados”.
Si la inversión en este tipo de activos financieros aún no se ha convertido en el estándar es, básicamente, por su falta de regulación, “el mayor obstáculo para invertir” como atestiguan los 221 family offices que han participado en el estudio de UBS.
Para ponderar su importancia en el ecosistema inversor, estas oficinas supervisan un patrimonio conjunto de 493.000 millones de dólares (unos 461.000 millones de euros) y manejan un promedio de activos bajo gestión de 2.200 millones de dólares (casi 2.100 millones de euros) por cada oficina familiar.
Con todo, su adopción poco a poco empieza a calar. Un 35% invierte en tecnología de contabilidad distribuida, un 22% en finanzas descentralizadas (DeFi), un 20% en intercambios digitales y un 7% en activos digitales. Además de las ya mencionadas criptodivisas y los NFTs.
Entre sus razones prioritarias para hacerlo están aprender sobre la tecnología (53%), conseguir una buena rentabilidad (49%) y construir una fuente activa de diversificación (49%).
A todo esto se le suman las diferencias regionales. Las grandes fortunas que más posicionadas están en las criptomonedas, por ejemplo, son las estadounidenses (36%), y las que menos las latinoamericanas (14%). Por su parte, el 21% de los family offices europeos tiene criptodivisas.
En cuanto a los NFTs, un 24% de los ultrarricos de Oriente Medio y África reconoce contar con ellos en cartera, por un 11% en China o un 10% en Latinoamérica y Europa. Son los dos extremos.
Fotografía de la cartera tipo
En un escenario de mercado caracterizado por una presión inflacionista al alza y una expectativa de rentabilidad a la baja, los grandes patrimonios se afanan en buscar fuentes alternativas que les den un extra de rendimiento y les añadan diversificación o descorrelación con los activos más tradicionales. En este sentido, los activos privados son la única categoría cuya exposición crece año tras año.
La inversión directa en capital riesgo ha crecido en cuatro puntos porcentuales sobre el total de la cartera en los dos últimos años: de un 9% a un 13%. Y la inversión indirecta en capital riesgo a través de fondos o fondos de fondos, en un punto, del 7% al 8%.
De tal forma que la cartera tipo de una gran saga familiar hoy día contendría un 57% de activos tradicionales (32% en acciones, 15% en bonos y 10% en liquidez) y un 43% de activos alternativos o ilíquidos (21% en capital privado, 12% en inmobiliario, 4% en hedge funds, 2% en deuda privada y el resto en oro y metales preciosos, materias primas, arte y antigüedades e infraestructuras, a razón de un 1% cada uno).
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