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Los españoles tardan 62 días de media en saber cómo y, más concretamente, en qué invierte el gestor de su fondo de inversión. Este periodo es el doble de tiempo de lo que tardan los inversores estadounidenses en conocer los pormenores de sus fondos, aunque la mitad que en Bélgica. España está en la media de transparencia de las principales economías en cuanto a sus fondos de inversión.

Así lo atestigua un estudio elaborado por Morningstar, la principal firma independiente de análisis de fondos en el mundo. Según el ‘Global Investor Experience Study: Disclosure’, el mercado español de fondos se encuentra en la media de los 26 países comparados, en el décimo séptimo puesto, en un grupo donde le acompañan economías como China, Francia, Alemania, Reino Unido, México, Nueva Zelanda o varios de los países nórdicos.

En cabeza, están India y Estados Unidos, que repiten con respecto al estudio anterior, mientras que a la cola de este particular índice se sitúa Australia, que retrocede desde el anterior análisis de 2017.

El 58% de los países analizados por Morningstar exige a sus gestoras que divulguen la totalidad de las posiciones en cartera que tienen sus fondos de forma semestral y en un 23% esta exigencia es trimestral. Australia sigue siendo el único país donde la regulación no obliga a publicar las posiciones, mientras que Canadá y Singapur solo tienen que hacerlo de forma parcial.

Pero, como destaca Morningstar, más importante aún es cuánto tiempo después del final de un trimestre (u otro periodo) un fondo publica su listado completo de valores, su nivel de liquidez y las operaciones de compraventa que ha realizado. “Aunque no se espera que la publicación de la cartera sea en tiempo real, lo cierto es que la divulgación de las posiciones se vuelve menos relevante y menos útil cuanto más largo es el retraso”, explica la firma de análisis.

España, peor con el nuevo baremo

Los reguladores financieros de estos mercados han bajado este periodo desde los 60-90 días hasta los 30-60 días actuales, si se pone como referencia el estudio anterior. Por ejemplo, con 62 días transcurridos, España cumpliría con celeridad bajo los parámetros anteriores, pero con el baremo actual se retrasa en dos días frente al plazo máximo.

Por ponerlo en contexto, en Estados Unidos se tardan 33 días en saber cómo es la cartera de un fondo al dedillo, mientras que en Bélgica este plazo se eleva hasta los 124 días.

Escultura del toro de Wall Street, símbolo del optimismo del mercado.

En India, el país más rápido en este sentido, solamente se tardan diez días, y en Suecia y México, 14 y 15, respectivamente. Por el contrario, en Japón son 102 días; en Singapur, 114, y en Hong Kong, 132, esto es, un tercio del año en cuestión. Desde Corea del Sur hasta Italia se mueven con periodos similares al español, entre los 58 y los 70 días.

Este dato es importante porque muchos inversores, además de medir la rentabilidad y la volatilidad de sus fondos, quieren saber en qué entran y salen sus gestores, y hacerse un mapa completo con las inversiones de sus productos.

Tirón de orejas

Imagine que quiere comparar si está pagando una alta comisión por dos fondos en cartera que, en la práctica, invierten casi en lo mismo reduciéndose así el beneficio de la diversificación, o que desea comprobar si su fondo está expuesto a acciones o bonos poco sostenibles. Cuanto mayor sea el retraso en publicar todas las líneas de sus carteras, menor capacidad de reacción tendrá el cliente.

Índice de transparencia de Morningstar.

La radiografía que hace Morningstar de los fondos españoles subraya algunos de los defectos de forma. Los autores critican que el Documento de Datos Fundamentales para el Inversor (KIID, por sus siglas en inglés), en la práctica, el lenguaje que utiliza es “algo complejo para el inversor medio”. Aunque esta especie de folleto simplificado incluye varias métricas y conceptos, “la información es ciertamente fácil de entender para un inversor profesional, pero no siempre para un inversor minorista”. Sin ir más lejos, se suele hacer referencia a la duración media de la cartera de renta fija, pero sin la explicación correspondiente de qué significa la duración.

También en el KIID se menciona el indicador de riesgo del fondo (de 1 a 7), pero sin explicar realmente los riesgos materiales a los que se enfrenta el inversor. En el folleto, Morningstar también echa en falta cifras detalladas de rentabilidades históricas, y en los informes anuales, pone el acento sobre la ausencia de los costes de transacción que tiene el fondo y la no aclaración respecto al coste del análisis financiero, si lo pagarán los inversores o las gestoras.

Otro apunte. Aunque algunos pocos fondos meten en su folleto si son de autor y quién es, no es un requerimiento ni una práctica común en España que los gestores concreten si invierten en su propio fondo y cuánta parte del patrimonio es suya. Solo a veces, en el informe de auditoría, hay mención acerca de la remuneración de los gestores y resto de empleados, pero es “muy vaga”. 

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