Aunque la semana pasada los dos implicados, el presidente del Banco de la Reserva Federal de Dallas, Robert Kaplan y Eric Rosengren, presidente del Banco de la Reserva Federal de Boston, dieron por zanjado el asunto al anunciar que desharían los activos que compraron en 2020, la polémica no ha terminado.
Los documentos mostraron que Kaplan, por ejemplo, compró y vendió al menos 18 millones de dólares en acciones individuales en 2020, sobre todo acciones tecnológicas como Apple y Amazon. y acciones energéticas como Marathon Petroleum. Todas esas transacciones fueron revisadas por el consejero general de la Fed de Dallas, dijo el portavoz de la Fed de Dallas, James Hoard.
Por otra parte, Rosengren compró y vendió valores respaldados por hipotecas, un tipo de deuda que la Fed está comprando a una tasa mensual de 40.000 millones de dólares como parte de sus políticas de "dinero fácil".
El hecho de comprar y vender en 2020, cuando la Fed estuvo tan activa y, según el consenso de expertos, más influyeron sus decisiones en los mercados bursátiles, no es ilegal pero despierta dudas éticas que no se diluyen, y no cambia nada el que ahora vendan algunos activos.
El problema que encuentran los más críticos estriba en el conflicto de intereses: «Olvídese de las operaciones individuales», dijo Benjamin Dulchin, director de la Campaña Fed Up del Centro para la Democracia Popular, un grupo que aboga por que la Fed se centre más en las necesidades de los trabajadores estadounidenses.
Y añade: «La cuestión es que un presidente de un banco de la Fed -uno de los pocos que establecen la política monetaria de nuestro país- tiene tan claramente sus intereses personales alineados con el éxito de nuestras mayores corporaciones».
Los que defienden a Kaplan y Rosengren afirman que las declaraciones de movimientos financieros de todos los miembros de la Fed, incluido Powell, son similares todos los años, y que 2020 no fue especial.
Si se lee de forma estricta el código de conducta de la Fed prácticamente no podrían hacer nada con sus ahorros ya que establece que aquellos que tengan acceso a información sobre el mercado «deben evitar participar en cualquier transacción financiera cuyo momento pueda dar la impresión de estar actuando con información privilegiada sobre las deliberaciones y acciones de la Reserva Federal».
«Un empleado debe evitar cualquier situación que pueda dar lugar a un conflicto de intereses real o incluso la apariencia de un conflicto de intereses», y dado que la Fed mueve los mercados de renta variable, fija, divisas, etc. con cada decisión que toma, es muy difícil que esa apariencia no exista.
La polémica tiene más trasfondo
Dentro del partido demócrata hay movimientos para que Biden no renueve a Powell, republicano nominado en su día por Trump, y esta polémica les está dando argumentos ya que, desde hace un tiempo, se piden cambios en la Fed.
Por ejemplo, se pide que la Fed incluya también el cambio climático y el racismo sistémico entre las actividades del banco central. Ven en esta polémica un ejemplo de que es necesaria una transformación radical.
«Esto es una prueba más de que la supervisión de los presidentes de los bancos regionales de la Reserva Federal no funciona», dijo Aaron Klein, miembro de la Brookings Institution. «No sé si se trata de un fallo en la aplicación de las normas, o de un fallo de las normas».
La senadora estadounidense Elizabeth Warren, desde hace tiempo una de las más firmes críticas de Washington al enfoque del banco central sobre la regulación financiera, dijo que los funcionarios de la Fed no deberían estar autorizados a operar.
«Lo he dicho antes y lo diré de nuevo: A los miembros del Congreso y a los altos funcionarios del gobierno no se les debería permitir comerciar o poseer acciones».
El objetivo puede ser Powell
Powell, como Lagarde, es abogado. Ninguno de ellos es economista aunque son las personas que probablemente más influyen en la economía mundial. E hizo fortuna en la banca de inversión, en la que entró tras varios años dedicado a la abogacía.
Powell se licenció en políticas antes de doctorarse en derecho, y como republicano trabajó un año como asesor legislativo del senador Richard Schweiker, que compitió sin éxito por el cargo de vicepresidente acompañando a Ronald Reagan en 1976 y reconoció haber donado 30.800 dólares a la campaña presidencial de John McCain en 2008.
Según los datos que él mismo hizo públicos en 2017, cuando accedió al cargo, tenía entonces una fortuna de entre 19,7 y 55 millones de dólares, lo que le convierte en el presidente de la Fed más rico desde el banquero Marriner Eccles, que lo fue entre 1934 y 1948.
Aunque no se sabe la cifra exacta puesto que en sus declaraciones siempre se habla de rangos, se le asigna a día de hoy un mínimo de 55 millones de dólares sólo en inversiones, que algunas fuentes consideran es el doble.
En sus declaraciones casi todas sus inversiones son en fondos diversificados, y las únicas críticas que ha recibido son porque coinciden el nombre de las gestoras de esos fondos con entidades financieras que han recibido ayudas de la Fed o que incluso participan en alguno de sus programas. Pero es difícil sacarle punta a ese tema ya que no hay nada extraño en ello puesto que no supone ningún trato de favor para nadie.
El consenso cree que Biden le nominará para un segundo mandato en febrero de 2022 pero cada vez hay más voces críticas dentro del partido demócrata que no dejan de resaltar su carácter de millonario blanco republicano.
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