En los últimos seis meses 15.400 empleados en toda España han entrado o formarán parte de algún tipo de despido colectivo en el sector bancario. Desde que tuvo lugar la GCF hasta hoy, contando los últimos ERE anunciados por Caixabank, Bankia y BBVA, el sector ha prescindido del 43% de los empleados desde el pico máximo de 2008.
Según datos del Banco de España, por aquel entonces la banca contaba con 278.300 trabajadores, o lo que es lo mismo, daba empleo al 1,2% de la población activa. Asumiendo el 100% de los ajustes de plantilla, ese porcentaje no será de aproximadamente el 0,7% en 2021.
A la vista de los datos, es evidente que la banca española no es un sector creador de empleo. La pregunta es ¿ha merecido la pena un ajuste tan brutal?
En 2007, el beneficio agregado generado en nuestro país, incluyendo por tanto a las extintas cajas de ahorro y excluyendo el negocio internacional, rozaba los 13.000 millones de euros según los datos de la patronal. Eran días de vino y rosas gracias al boyante e insaciable ciclo inmobiliario.
Solo en dividendos, la gran banca repartió 8.200 millones de euros, equivalentes al 0,76% del PIB español
Ese mismo año, el beneficio neto acumulado se elevó nada menos que un 16% que contrasta con un crecimiento del 3,1% de la economía española. Solo en dividendos, la gran banca repartió 8.200 millones de euros, equivalentes al 0,76% del PIB español. Un pay-out del 63% que, por aquel entonces, generaba riqueza. No en vano el retorno del sector sobre activos totales medios era del 1% vs el 0,6% actual.
Desde el estallido de la GCF, si bien los bancos no han sido un negocio ruinoso han sufrido las consecuencias de su propia muerte por éxito. Desde entonces el ROE bancario ha pasado del 13,73% hasta el magro 6,45% actual, según los últimos datos disponibles. Es muy posible que el sector no retorne nunca al doble dígito.
La banca nacional es por tanto un negocio poco o nada rentable, en continuo ajuste de tamaño y en una necesidad constante de reinvención por un entorno tan agresivo como competitivo, que le sobrepasa. Ya no es solo la banca universal, más conocida como retail, la que es deficitaria sino que su tradicional coto privado, la banca de inversión, empieza a sufrir los devastadores efectos de la desintermediación.
Gracias al entorno de tipos negativos, las entidades prefieren emitir su propia deuda antes que pedir prestado a los bancos. Las empresas de nueva creación acuden a fórmulas novedosas como el listing o los SPAC como vías alternativas a cotizar en mercados mediante un sindicato de bancos asesores y colocadores.
Solo en EEUU en lo que llevamos de año, se han conseguido 250.000 millones de dólares a través de SPAC que comparan con los 180.000 millones de dólares que se han emitido en el mercado de deuda high yield. En Europa se está transitando aceleradamente hacia ese modelo.
Los banqueros ven mucho más atractivo dejar sus entidades y renunciar a los cada vez más fiscalizados y regulados bonus para actuar como consultores privados
Las empresas acuden cada vez menos a los bancos de inversión para que les asesoren en la venta de un negocio o para realizar una restructuración. No en vano, los banqueros ven mucho más atractivo dejar sus entidades y renunciar a los cada vez más fiscalizados y regulados bonus para actuar como consultores privados.
En materia de asesoramiento, es donde todavía se aprecia una bancarización casi monopolística. Ocho de cada diez fondos de inversión está gestionado por un banco. Lamentablemente, y a pesar de su mediocre performance histórico, el proceso de cambio no termina de arrancar en este segmento de negocio lo cual no significa que sea más rentable en relación a su dominio abusivo.
Las comisiones medias de gestión y depósito se han reducido en aproximadamente un tercio mientras que el patrimonio total gestionado se ha mantenido invariable en relación al PIB.
Volviendo al ajuste de la banca en este período de crisis existencial del sector y su relación con la destrucción de empleo, se podría decir que en términos agregados por cada empleo amortizado los bancos han generado 510.000 euros de beneficio. No está mal. Si se hubiera hecho una defensa del empleo en detrimento de la rentabilidad, tipo gestión en el sector público, es muy posible que esa ganancia se redujese a mucho menos de la mitad. Pero seguiría siendo beneficio.
De los 15.000 despidos que se llevarán a cabo este año, seguramente la mitad formarán parte de desempleo de larga duración
El problema también es de la sociedad española, no tanto la banca que por suerte sigue importando dividendos de su actividad exterior. Los casi 120.000 empleos destruidos no han tenido una recolocación fácil. Y a medida que se ha avanzado en el tiempo, la reinserción en el sector se puede decir que es prácticamente imposible.
De los 15.000 despidos que se llevarán a cabo este año, seguramente la mitad formarán parte de desempleo de larga duración pues su absorción por otra actividad financiera es muy compleja a la vez que difícil. Y una cuarta parte nunca volverá a trabajar. Son cifras muy duras. Mientras, la búsqueda laboral de la banca será marginal y mediante ofertas poco remuneradas pero muy exigentes, que los jóvenes no tendrán más remedio que aceptar porque detrás de eso no hay nada.
El problema es que edad y coste van lamentablemente unidos cuando se habla de empleo bancario. Un sector que hoy por hoy se ha convertido en netamente destructor de empleo. Que el sector no sea rentable, proporcione servicios de escaso valor añadido y no sea un buen gestor patrimonial, son temas menores mientras el BCE sigua soportando su actividad como ha hecho hasta la fecha.
Pero sabiendo que es un sector que no crea empleo, la pregunta que emerge bien podría ser ¿son los bancos prescindibles desde un punto de vista social? Una cuestión que por cierto no reflejan los criterios de sostenibilidad.