Los datos macroeconómicos que se siguen conociendo, especialmente en EEUU, mantienen el ánimo inversor en zona de máximos. La sensación de los agentes económicos es que, en Norteamérica, la Covid-19 es ya cosa del pasado, al menos por lo que respecta a la macroeconomía y a los mercados financieros. Observando su reciente evolución, ambos parecen soslayar la realidad sanitaria con razonable contundencia.
Como ejemplo de lo anterior, las ventas al por menor y las peticiones de desempleo, un indicador fabuloso de consumo (y, por ello, de recuperación) resultaron no solo buenas sino mejores de lo esperado. Además, está la perspectiva de nuevos planes de estímulo por parte de la Administración Biden, en este caso a través del multimillonario programa de infraestructuras que, probablemente, se lleve a cabo por fases.
Por si fuera poco, la confianza en que la Reserva Federal (Fed) no va a incrementar los tipos de interés ha originado, en estos últimos días, un rally en el bono a diez años americano, que contrapone con la moderada subida de rentabilidades del bono equivalente alemán. La teoría económica clásica nos dice que el movimiento debería ser justo al contrario, a tenor de cómo se encuentran un país y otro. Es evidente que vivimos tiempos nuevos, por lo que se refiere a los fundamentos de la economía.
Las correcciones son los elementos clave para retomar las posiciones de compra, especialmente en renta variable
Por todo ello, y en un contexto en el que los datos empresariales siguen resultando positivos, los mercados de activos parecen mantener una aparente fortaleza, sin apenas fisuras. Y decimos “parecen” porque siempre hay nubes en el horizonte.
A corto plazo, una buena parte de los índices mundiales siguen moviéndose en zonas de razonable o incluso fuerte sobrecompra (no es el caso, por cierto, del Ibex 35). Ello es consistente con unos niveles ínfimos de volatilidad, medidos en términos de VIX. En otras palabras, los mercados están actuando con unos bajísimos estándares de aversión al riesgo... lo cual es positivo... Hasta que deja de serlo.
La realidad es que el impulso inversor en lo que llevamos de año está siendo espectacular, y una continuación del último tramo de 2020, una vez que se metió en la ecuación económica la salida de Trump y la aparición de las vacunas contra el coronavirus. Llegado este momento, con mayo a las puertas -mes bajista donde los haya-, la pregunta que nos debemos hacer es si es sostenible mantener este ritmo de subida. Es más, conviene preguntarse qué puede ocurrir para que veamos alguna corrección. Más allá de posible, cosa que lógicamente es, ¿resulta probable?
La realidad es que sí existe una razonable probabilidad de corrección, obviando la consolidación “sana y razonable” que acontece en todo impulso alcista. Esta corrección puede derivar no tanto de una involución de la normalización sanitaria como de lo contrario: una mejora notable de actividad, que origine un shock (concreto y no estructural) de inflación. Ya hemos visto un dato de IPC en EEUU de 2,6%, de momento, con nulas consecuencias. Pero ¿qué ocurrirá si sistemáticamente vemos datos parecidos durante los próximos meses?
Es evidente que vivimos tiempos nuevos por lo que se refiere a los fundamentos de la economía
La respuesta a esa pregunta es muy indeterminada. No olvidemos que la inflación, en buena medida, responde a una mayor actividad económica, esto es, deviene en expectativas futuras de mayores beneficios empresariales. Por lo tanto, nada de lo dicho en este artículo debe ser interpretado de manera negativa.
La corriente de fondo es muy positiva, tanto por lo que está ocurriendo como por el punto de partida del que partimos (el efecto base). Ello no obsta para que encontremos escollos en el corto plazo, algo incluso necesario para evitar posibles burbujas. Por todo ello, precaución, prudencia… y mucha atención: no olvidemos que las correcciones son los elementos clave para retomar las posiciones de compra, especialmente en renta variable. Y, por lo que se refiere a renta fija, con estos tipos y estas perspectivas, buena dosis de paciencia.
***Pedro del Pozo es director de inversiones financieras en Mutualidad de la Abogacía