¡Levantemos Europa!
Una de las palabras más conocidas en el mundo de la bolsa es la incertidumbre. Los mercados cotizados tienen la ventaja de la liquidez, lo que permite a los inversores poder rescatar su inversión en cualquier segundo del día.
Sin embargo, lo que a priori parece una ventaja es claramente un problema, puesto que por culpa de la incertidumbre la liquidez es más una ventana de salida al dolor, que una solución racional al problema psicológico que supone tanto la euforia, como el pánico.
Como nos enseñó Benjamin Graham, el inversor que permite que el resto le arrastre a las estampidas, o que se preocupe indebidamente por las retracciones injustificadas provocadas por el mercado en sus carteras, estará transformando perversamente su ventaja básica hacia una desventaja esencial.
La liquidez puede convertirse en un problema
El mercado ama la liquidez, de la misma manera que detesta la incertidumbre. Y es precisamente la incertidumbre hacia lo desconocido lo que ha hundido los mercados durante el mes de marzo de 2020, un marzo que quedará grabado en los libros de historia de las bolsas mundiales.
El irracional castigo vivido en las bolsas mundiales durante la pandemia del coronavirus, ha tenido mucho que ver con ello, puesto que los extremos vividos en los índices de volatilidad, así como la ruptura de un proceso de reconstrucción alcista de largo plazo que vivimos durante el tramo final de 2019, cogió por sorpresa a absolutamente todo el mercado. ¡Y no es de extrañar!
Los mercados reflejan el pensamiento de la sociedad y, desafortunadamente, la pandemia nos ha cogido a todos por sorpresa y desprevenidos. El mercado, como no puede ser de otra manera, reaccionó con mucha violencia y lo hizo principalmente provocado por la incertidumbre.
Los principales agentes económicos se enfrentaban a un confinamiento global sin precedentes, llevando a cabo economías de guerra, mediante la aplicación de un Estado de alarma. Ante ello, las bolsas empezaron a discrepar sobre datos de destrucción de la economía y como siempre, extremando su opinión. Ante la duda, ¡descuento el peor escenario!. Así ha sido siempre y en esta ocasión no podía ser menos.
Como hemos podido comprobar, tras el colapso de los mercados financieros vino la calma. Los datos empezaron a aflorar el verdadero desastre económico y social con datos de empleo nunca vistos desde la gran depresión y con el consabido desarrollo de los datos de mortalidad de la pandemia.
A medida que avanzaba el tsunami sanitario, las bolsas lograban retomar el camino alcista ante el asombro del público general. ¿A qué se debe que las bolsas puedan retomar su camino alcista delante de la complejidad de los datos?
La respuesta a todo ello es simple y nos devuelve nuevamente a la incertidumbre. Los mercados ya saben que la respuesta a la pandemia es liquidez y deuda. Aquello que jamás podríamos haber imaginado ha sucedido. Los gobiernos han aprendido la lección de 1929 y saben que para evitar la Gran Depresión, hay que inundar de liquidez los mercados. Esa es la conclusión que sacó Bernanke tras estudiar durante toda su vida la Gran Depresión.
No conocemos a día de hoy los efectos colaterales de estas medidas, pero sí intuimos que inundar de liquidez la economía especulativa es peligroso, al menos debería serlo.
A día de hoy desconocemos los efectos colaterales de las medidas adoptadas por los bancos centrales
La respuesta de los principales gobiernos y bancos centrales del mundo ha sido rápida y sin precedentes. Europa ha implementado un plan de compra de activos en los mercados de 750.000 millones de euros para tranquilizar a los inversores y equilibrar el coste de financiación especialmente de Italia y España.
Ayer conocíamos que Ursula von der Leyen va a proponer a los socios europeos un plan de reconstrucción de 750.000 millones de euros compuesto por deuda y transferencias a los países más afectados, a cambio de reformas y objetivos para la reconstrucción de una Europa verde y digital.
Este escenario nos presenta la oportunidad de pensar en los principales desafíos de Europa y en cómo podemos tener visibilidad sobre su futuro. En el corto plazo, aquellos que teman un proceso de rebrote en la pandemia llegan tarde. Como decía anteriormente, los mercados temen la incertidumbre, pero un posible rebrote de la pandemia es algo ya complicado.
Primero, porque socialmente ya no estamos desprevenidos y segundo, porque los mercados saben que la respuesta económica a una pandemia es liquidez y deuda. A largo plazo, la reconstrucción de Europa pasa por todo aquello que tenga que ver con lo ecológico y lo digital.
Las compañías eléctricas y ferroviarias verán un importante auge en las inversiones públicas. Las industrias aeronáuticas y de la automoción vivirán la era de la transformación. Y el conjunto de la economía dará el paso definitivo hacia una nueva era de transformación, no conocida desde la revolución industrial.
La revolución digital es el hito que está marcando nuestras vidas y cambiando para siempre el orden social que hasta la fecha venía establecido. La llamada disrupción no es casual y no solamente el teletrabajo ha venido para quedarse, la disrupción digital va mucho más allá.
Las empresas que no sepan adaptarse a esta revolución morirán y precisamente eso es lo que pesa sobre los sectores más cíclicos del mercado, la incertidumbre que una vez más pesa sobre ellos.
El lema de Europa es claro, renovarse o morir. Y el lema unánime que como sociedad debemos comprender, es que si somos capaces de estar a la altura de los retos que nos propone esta nueva revolución, seremos capaces de levantar otra vez Europa.
** Marc Ribes es CEO de Blackbird Bank