Desde el estallido de la crisis financiera global, en el año 2008, las distintas autoridades públicas mundiales han tratado de seguir una estrategia de ser previsibles. Esto es, marcar hojas de ruta conocidas por todos los actores económicos con la intención de afectar lo mínimo posible a una confianza muy endeble. Todo por el bien de la demanda interna: consuman e inviertan, que todo va a ir según lo planeado.
El propio Mariano Rajoy dijo en su llegada a La Moncloa que se comprometía a ser “previsible y cumplidor”. Esta era la intención de todo el mundo y, al margen de que se haya conseguido, la economía se recuperaba no sin dificultades. El terrible atentado del viernes en París ha dado un vuelco a la agenda y todas las decisiones que estaban encarriladas, han vuelto a quedar suspendidas en el aire.
El mundo ha entrado en un nuevo escenario de tensión internacional que afectará a la economía global, ya sea para bien o para mal. “Los atentados han vuelto a poner el riesgo geopolítico en el punto de mira”, indica el equipo de análisis de Royal Bank of Scotland (RBS). “Es previsible un incremento de los riesgos de tipo geopolítico en el corto plazo”, indica el departamento de estrategia de Banca March.
Guerra, ¿temor o deseo?
“Francia está en guerra”, advirtió tajante en la mañana del lunes el presidente francés François Hollande. El expresidente del país, Nicolas Sarkozy, también fue en esta misma línea: “Estamos en guerra”. Francia ha bombardeado objetivos del Estado Islámico en los últimos días en colaboración con otras potencias internacionales y los dirigentes del país han advertido que seguirán haciéndolo. “Los atentados de París servirán de catalizador para que otros países se unan a Estados Unidos, Francia y Rusia en el lanzamiento de ataques aéreos contra posiciones del Estado Islámico”, indica el equipo de análisis de Citigroup.
Un escenario bélico genera una situación de incertidumbre que amenaza con pesar sobre la débil economía global. “Las implicaciones a medio y largo plazo en la economía mundial en términos de incertidumbre y seguridad son complejas de valorar”, reconoce José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España. Los niveles de inversión todavía son muy débiles en todo el mundo, los países emergentes están en su peor momento de los últimos 25 años, el comercio mundial languidece con las importaciones de China contrayéndose a ritmos del 20% anual y los mercados financieros están sobrevalorados después de los billones de dólares imprimidos por los bancos centrales. Demasiadas debilidades como para afrontar un problema internacional.
Una guerra podría frenar la recuperación... o espolearla
En este escenario, un conflicto bélico podría frenar la recuperación… o espolearla. No hay más que recordar que la Gran Recesión de los años treinta no acabó con el New Deal (programa de estímulos económicos aprobado por el Gobierno de Franklin D. Roosvelt), sino que se prolongó hasta el estallido de la II Guerra Mundial. La economía bélica sirvió para sacar al mundo de la crisis más profunda del mundo contemporáneo, como defienden las tesis keynesianas, y hay quien cree que un nuevo conflicto podría sacar al mundo de su mayor crisis desde aquella.
Kenneth Rogoff y Paul Krugman bromearon en una entrevista en la televisión estadounidense CNN: “Si descubriéramos que unos alienígenas del espacio están planeando atacarnos y necesitáramos propaganda masiva para contrarrestar la amenaza, de modo que la inflación y el déficit presupuestario quedasen en segundo plano, el descenso de la economía estaría acabado en 18 meses”, indicó el Nobel de Economía de 2008. “Necesitamos un Orson Welles con La Guerra de los Mundos”, bromeó el profesor del MIT, Rogoff.
En medio de todo esto, la economía global se debate entre la recuperación de Estados Unidos, la debilidad de los países emergentes y las pobres cifras de inversión productiva y de comercio global. Sólo el tiempo dirá cuál es el impacto del nuevo escenario geopolítico sobre todas estas variables.
La ‘guerra del petróleo’
Uno de los factores que más han ayudado a la recuperación de la economía española y europea en el último año y medio ha sido el desplome del precio del crudo, que ha servido para aliviar el peso de las importaciones y mejorar la renta disponible de las familias. Distintos analistas y organismos se han aventurado en valorar el impacto positivo sobre el PIB español entre tres décimas y un punto completo para el conjunto del año. En otras palabras, que la recuperación depende en gran medida de que el petróleo siga barato.
La recuperación de la economía europea y española dependerá de que el precio del petróleo siga bajo
El escenario de Oriente Medio abre ahora un escenario nuevo para el petróleo en el que el crudo barato no está garantizado. ¿Qué ocurrirá con las exportaciones de la región? ¿Y con los oleoductos que pasan por Siria y llevan el petróleo a Europa? Preguntas y más incertidumbre.
El petróleo vivirá una jornada clave el próximo 4 de diciembre. Ese día se reúnen en Viena los líderes de los países de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en su cita semestral en Viena. En estos encuentros, los miembros del cártel deciden su objetivo de producción de petróleo para los siguientes seis meses, lo que marcará claramente la dirección del precio del barril en los mercados. Esta reunión estará marcada por la situación geopolítica que vivan los países de Oriente Medio y también por la evolución que haya experimentado el precio del crudo hasta entonces.
Hora de revisar los estímulos monetarios
Tras los atentados del 11-S en Estados Unidos, los tres grandes bancos centrales mundiales: la Reserva Federal (Fed), el Banco de Inglaterra (BoE) y el Banco Central Europeo (BCE) se reunieron de emergencia para bajar de forma coordinada los tipos de interés. Su objetivo era limitar la incertidumbre que pesaba sobre los mercados y tratar de frenar el avance de la volatilidad. En los atentados de Londres del 7-J, el BoE siguió la misma estrategia y bajó sus tipos de interés después de los ataques.
Esta situación demuestra que los bancos centrales son proclives a introducir estímulos monetarios para ayudar a la economía y los mercados financieros ante estas catástrofes. El BCE y el Banco de Japón (BoJ) ya estaban valorando aprobar nuevos estímulos antes de los atentados, por lo que ahora tienen un motivo más para hacerlo. Dos en el caso del BoJ, ya que en la madrugada del lunes se conoció que el país ha vuelto a entrar en recesión: la segunda en menos de tres años de mandato del primer ministro Shinzo Abe y la quinta en siete años.
La entidad nipona se reúne el próximo viernes y es probable que anuncie una nueva ronda de estímulos. Por su parte, el BCE se reúne el próximo 3 de diciembre y las posibilidades de que impulse su programa de compras, el QE, han crecido de forma exponencial. Entre las decisiones que podría emplear la institución se encuentran ampliar la fecha actual de finalización del programa, que actualmente es septiembre de 2016; ampliar el abanico de bonos que está comprando, o bajar más la facilidad de depósito (que está en el -0,2%).
El mercado ha reducido la probabilidad menor de que la Reserva Federal empiece a subir los tipos este año
La cita más importante de todos los bancos centrales es la reunión de diciembre de la Reserva Federal que celebrará los días 15 y 16 de diciembre. Todas las miradas están puestas en esa fecha para saber si será entonces cuando realice la primera subida de los tipos de interés en casi una década. Hasta hace una semana el consenso en el mercado era mayoritario: otorgaban una posibilidad del 70% a que, efectivamente, elevase el precio del dinero, pero los atentados pueden cambiarlo todo.
La entidad quiere que los mercados a su alrededor estén calmados para iniciar el proceso de normalización de su política monetaria sin afectar demasiado a la recuperación. Por este motivo, si las relaciones internacionales se tensionan, la Fed podría retrasar hasta 2016 la subida de tipos. La probabilidad que descontaba el mercado el lunes de subida de tipos en diciembre cayó hasta el 64%, el nivel más bajo en 10 días.