El sector gasista español está en el foco de la actualidad. Los precios del gas disparados a niveles que no se veían desde hace más de una década han hecho saltar todas las alarmas y, más aún, cuando se acerca el invierno a Europa y todo indica que seguirá subiendo.
Y al margen de todo esto, en España se suma la situación entre Marruecos y Argelia. Este último dijo que dejaría de usar el gasoducto que pasa por su vecino magrebí hasta España tras la ruptura de relaciones diplomáticas entre los dos países.
EL ESPAÑOL-Invertia ha hablado con Joan Batalla, presidente de Sedigas, sobre esta situación, la evolución de esta materia prima, su papel en la economía circular y las alternativas en los biogases o gases renovables.
El viaje del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, junto con el presidente de Naturgy, Francisco Reynés, y el de Enagas, Antonio Llardén, a Argelia, ¿qué debería aportar a España?
Para España es importante que haya buenas relaciones entre Argelia y Marruecos, los dos gasoductos que llegan a nuestro país provienen del gas argelino, pero uno de ellos cruza por territorio marroquí. Y aunque está asegurado el suministro, confiamos en que se resuelva el conflicto del Magreb.
Beneficia a todos que se establezcan buenas relaciones, porque siempre es mucho mejor contar con dos gasoductos que con solo uno.
El problema es que los precios del gas siguen disparados y se espera que continúen así a lo largo del invierno. ¿Qué alternativas hay para evitar que se encarezca la factura de los hogares y pymes en los próximos meses?
Se espera que hasta marzo sigan los precios del gas elevados, pero se acaba de aprobar un Real Decreto que limita hasta un máximo del 4,35% esa subida aunque solo va dirigida a la tarifa TUR (Tarifa de Último Recurso), es decir, hogares y pymes. Una tarifa que también cambia. A partir de ahora, se diferencian tres tipos de consumidores TUR.
De los 7,95 millones de consumidores de gas que hay en España, afecta a menos del 20% del total, unos 1,5 millones. Y es a estos consumidores a quienes se les aplica esa congelación en el marco de estas medidas de protección a los consumidores más vulnerables.
Hasta ahora, el mecanismo para fijación de esa tarifa de último recurso era fijado por el Gobierno y se revisaba trimestralmente en función de una fórmula que incluía el coste de la materia prima indexada a la evolución del barril de petróleo Brent y a la evolución de la cotización del gas en determinados mercados globales, y después la cotización del euro en relación al dólar.
Pero, a partir de ahora y de manera temporal, van a cambiar los cálculos para fijar ese precio.
Con esos datos, ¿cuánto se espera que podría subir el precio del gas en los próximos meses?
Lo que sabemos hasta ahora es que el incremento del coste de la materia prima es del 129% respecto a julio, y ahora tocaría la revisión, el 1 de octubre. Eso no quiere decir que podría subir la factura del gas un 129%, sino que, en función de lo que representa el coste energético, subiría un 28%.
Y para los consumidores de la tarifa regulada, el Gobierno ha puesto un límite. No deja trasladar toda la subida del gas a la tarifa regulada, sino solo hasta el 35% del incremento del coste de la materia prima respecto al que había el día 1 de julio, cuando se hizo la última revisión.
Eso significa que para la TUR 1 (los que solo tienen ACS y cocina, por ejemplo, menos de 5.000 kWh) la factura anual subirá un 0,91%, y sin la limitación hubiera aumentado un 25,8%. Para la TUR 2 (que además ya tienen calefacción, entre 5.000 y 15.000 kWh), la factura anual subirá un 4,4%, y sin la limitación hubiera aumentado un 36,1%. Por último, para la TUR 3 (pymes, de 15.000 a 50.000 kWh), la factura anual subirá un 10,6%, y sin la limitación hubiera aumentado un 47,6%.
Falta todo el desarrollo normativo, pero también sabemos que el 1 enero solo podrá subir un 15% respecto a los precios existentes. Y si hay posibilidades, ya se podría ir recuperando ese déficit. Sino, a lo largo de los próximos trimestres se debería poder hacer.
Las comercializadoras tendrán que comprar el gas a precio de mercado, pero no lo podrán trasladar a sus clientes. ¿No creará este desajuste un déficit de tarifa, como ocurrió con el sistema eléctrico?
Si hay una insuficiencia crónica y estructural de ingresos versus costes, sí se podría producir un déficit de tarifa, pero esperamos que este periodo de precios altos sea temporal y se pueda recuperar la diferencia en los meses de precios bajos, es decir, en verano.
¿Existen otras alternativas para poder bajar el precio de la factura del gas?
Nuestras propuestas miran las medidas que el Gobierno ha aprobado para rebajar la factura de la luz a los consumidores vulnerables, a los hogares y pymes. Primero en julio pasado redujo el IVA del 21% al 10%, y ahora además de mantenerlo hasta final de año, se baja el impuesto eléctrico del 5,11% hasta el 0,5%, además de otras rebajas fiscales.
¿Por qué no hacer lo mismo para los clientes de gas? Son los mismos, hogares y pymes, familias vulnerables que deben hacer frente a una factura para calentar sus casas este invierno.
Pero, ¿por qué está tan disparado el precio del gas en todo el mundo? ¿Qué se está haciendo mal?
Es cierto que estamos en un momento de precios elevados, pero es coyuntural. Las tensiones de oferta del gas ruso, la reactivación económica tras la pandemia con un incremento de la demanda de gas asiático o los problemas de huracanes en EEUU.
Y, también, se habla poco pero es algo positivo y es que ese incremento de demanda es porque determinadas economías están en procesos de descarbonización, abandonando la generación eléctrica a partir de carbón para sustituirlo por gas. El mercado asiático es un ejemplo.
Esa descarbonización también debe hacerla el sector gasista español. ¿Cuáles son los planes que se están desarrollando en la actualidad y qué se espera hacer en los próximos años?
Desde Sedigas y las empresas gasistas, llevamos ya una serie de años trabajando en innovación, y ya existen iniciativas muy interesantes. El sistema energético europeo está en un proceso de descarbonización y transformación. Avanzamos hacia un modelo 100% renovable en un horizonte de 2050, y eso también incluye gases renovables. Y, obviamente, aquí hay diferentes tecnologías, diferentes opciones, algunas en diferente grado de maduración. Por ejemplo, el biogás está ya maduro, el biometano está en condiciones para su uso y en el resto de Europa se está apostando para que sea un gas renovable a corto plazo.
En el caso del hidrógeno, ese horizonte se alarga más allá del 2030.
En la medida que seamos capaces de desarrollar y avanzar en esa curva de aprendizaje del hidrógeno a partir de fuentes renovables, podremos empezar a hablar del hidrógeno verde.
Mientras tanto, centrémonos en el biometano. ¿Por qué? Básicamente porque España tiene un enorme potencial. Incluso la Comisión Europea en un informe de 2020 nos reconocía como uno de los países de mayor potencial a nivel europeo. Francia o Alemania también están apostando por el biometano porque presenta toda una serie de ventajas.
Es la respuesta o la solución a la gestión de los residuos de todo tipo: ganaderos, agroalimentarios, residuos sólidos urbanos, depuración de aguas, etc. Y en nuestro país es un problema obviamente grave, porque se tiene que cumplir con las directivas y la gestión de residuos que van a vertedero no es la solución, ni óptima ni eficiente. Además, al mismo tiempo, tiene oportunidades en el mundo rural, de generación de oportunidades, de crecimiento económico o de economía circular.
También es la tecnología más madura y tiene una ventaja incuestionable, no requiere adecuarse a la infraestructura gasista, es decir, una molécula de gas renovable se puede mezclar perfectamente con el gas convencional.
¿Qué desarrollos se están llevando a cabo en España para producir biogás o hidrógeno verde?
Ya hay proyectos en España que están generando biogás, aunque en fase incipiente. Por ejemplo, en Madrid desde hace muchos años está funcionando en Valdemingómez, pero hay desarrollos en Murcia o en Cataluña que demuestran que esto puede ser una realidad, siempre y cuando lo acompañemos de la hoja de ruta oportuna y de una normativa adecuada.
Acaba de publicarse la Hoja de Ruta del Biogás, pero además necesitamos una certificación que garantice el origen renovable de ese gas. También se han producido avances en este sentido porque se acaba de sacar a consulta pública una transposición parcial de la directiva europea que obliga a tener esos certificados.
Y es importante porque podría suponer la descarbonización de una parte importante del consumo energético. Por ejemplo, en España, el consumo de gas está alrededor de unos 388 TWh/año, tanto para la generación eléctrica como para usos convencionales. El potencial del biometano, con los números que hemos actualizado del informe de la Comisión Europea, lo estima en unos 137 TWh/año. Es decir, en un plazo razonable de tiempo se podría descarbonizar prácticamente más de una tercera parte del sistema gasista. Eso sin contar con la incorporación del hidrógeno verde, que llegaría más tarde.
¿Para cuándo se espera que el hidrógeno verde sea competitivo y se incorpore al uso diario como el resto de gases?
Al hidrógeno le falta por hacer la curva de aprendizaje en reducción de costes y todavía es necesario adaptar algunos aspectos de la infraestructura gasista para el blending, la mezcla en las infraestructuras.
La electricidad representa alrededor del 20% de la energía final consumida, y de esa electricidad, el 73% debe proceder de renovables. Al menos ese es el objetivo para 2030. Y mientras los ciclos combinados sean críticos para garantizar la seguridad de suministro, hay una opción para que sean más verdes: podemos utilizar gases renovables. Por lo tanto, sería factible un 100% de descarbonización del sistema eléctrico.
Sin embargo, no hay que olvidar que tenemos que descarbonizar el otro 80% del consumo energético restante. Tenemos que dar una respuesta, donde sin duda habrá avances en el proceso de electrificación. Pero hay determinados usos finales que no pueden transformarse, como es el transporte pesado, necesidades térmicas, industria intensiva en calor, etc.
En estos últimos, el proceso de descarbonización, en una primera etapa, fue gracias al gas natural que permitió eliminar el carbón, pero en una segunda etapa hay que apostar por gases renovables, que pueden ser gas sintético, biometano o hidrógeno a la hora de dar respuesta a estas necesidades industriales.