Las ha tenido el emperador de Japón, Marilyn Monroe y hasta los Beatles. Las muñecas Marín, icónicas como adorno de televisores y repisas de España en los años 60, su momento de mayor esplendor, regresan ahora a primer plano con el último anuncio de Cruzcampo, abriendo con ello una veda para los coleccionistas.
Porque quien desee una deberá necesariamente acudir al mercado de segunda mano, donde están a punto de revalorizarse; ya no se fabrican. La empresa familiar Marín, que comenzó el negocio cuando hace 80 años el padre tuvo que buscarse la vida en Madrid como fuera, cerró en 2014.
"Los gustos cambian, la forma de fabricar cambia. China nos ha cambiado todos. ¿Qué es lo que realmente se ha llevado por delante? Todas las fábricas de España, sobre todo las dedicadas al regalo", expone a EL ESPAÑOL-Invertia como toda explicación al desenlace de esta sociedad Ernesto Marín, hijo del fundador.
Marín, que también fue subgerente durante los últimos 38 años de vida de la empresa, ha acudido a la presentación de Cruzcampo en Sevilla. Su protagonismo es parejo al de la actriz que encarna a esta muñeca que revive al escuchar a Lola Flores.
Se quita la peineta y se "empodera", resume la marca, para mostrar su "poderío".
Una muñeca con mercado
El spot incluye una grabación inédita de Camarón registrada en 1989, durante la grabación del disco 'Soy gitano'. "De la Cruzcampo yo no me quito, de la Cruzcampo yo no me aparto", canta por bulerías el artista. Y enseguida, de nuevo la flamenca.
¿Qué queda de la muñeca? La familia asegura que no hay stock, aunque Marín lanza: para quien quiera comprarla hay mercado. "La muñeca siempre está ahí. Si te metes en Internet y vas bicheando muñecas de Marín, se encuentran por todos sitios. Hay un mundo de compraventas muy interesante, de gente que colecciona", comenta.
Actualmente en la web pueden encontrarse en una horquilla de precios que van desde los 22 a los 40 euros. Con la renovada fama de Cruzcampo, lo razonable es que se revalorice, apunta.
"Así que aquel que la tenga... Yo tengo muñeca, pero no la voy a vender de ninguna manera", ríe.
En todo caso, por la mente de la familia no pasa recuperar el negocio para aprovechar la ola que intuyen que viene, teniendo en cuenta el éxito del último spot de la cervecera hace tres años, protagonizado por Lola Flores.
"Yo tengo claras las cosas. Ya está. Luché mucho, sé lo que es montar y manejar una empresa. La historia ya está ahí", asegura.
Hasta el emperador de Japón
Esa historia arrancó hace 80 años con su padre. "Era un artista en su pueblo", cuenta Marín, pero al llegar a Madrid a ganarse la vida como pintor el éxito se le resistió y decidió hacer una muñeca de trapo. "Las pintó, porque pintaba muy bien, y las vendió", resume.
Así empezó todo. Luego llegó el taller familiar, y la cima en los años 60, cuando se convirtió en objeto decorativo habitual. Dentro y fuera de España, donde ascendió a símbolo y llegó incluso a ser enviada como regalo al emperador de Japón.
"Era una locura, los clientes pedían lo que hubiera", recuerda. Después, los cambios de gustos en la transición y el auge chino iniciaron el declive.
La familia donó 50 de esas figuras al Museo de Muñecas de Marín, en Chiclana, donde ahora sí espera que lleguen más visitas por el anuncio para conocer la historia empresarial y el buen puñado de anécdotas que hay detrás.
"Hicimos, por ejemplo, una muñeca de la Virgen del Rocío. Hemos hecho muchas cosas. Una Virgen Dolorosa. Bueno, hemos hecho cantidad de cosas distintas, además de muñecas, de cosas simpáticas que hicimos al final en los nueve últimos años. Muchos muñequitos toreros, para el turismo nacional. Había que sobrevivir", cuenta.
Llegó a verlas una tarde de preocupación y hastío con el devenir de la empresa. En el sofá, viendo una película americana, una escena mostró a la familia protagonista en su salón; al fondo había una muñeca Marín.
"Entonces dije: esto no se puede acabar. ¡Arriba otra vez! Pero ya no. La muñeca vive y vivirá. Ahí está la historia", zanja.