Se trata de un servicio de cetrería único dentro de la ingente actividad que tiene Airbus en sus plantas. La naturaleza que rodea a las instalaciones de San Pablo ha obligado a ello: gorriones, perdices y toda suerte de pequeñas aves paseaban impunes por las naves, generando riesgos a la actividad.

Uno podía ser el daño sobre la chapa de los aviones que causan los excrementos de las aves; otro, el más grave, era la posibilidad de que generasen nidos dentro de la estructura o incluso el motor. 

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"Afectar a un motor implicaría revisar todo, que la entrega se retrase y, con ello, todo el proceso de producción. Las consecuencias pueden ser muy graves", subraya a EL ESPAÑOL-Invertia Cecilia Cano, responsable de cetrería en San Pablo.

Un águila. Cedida.

En 2021, cuando la planta retomaba la velocidad de crucero para atender una importante cartera de pedidos, desde el A400M al C295, comprobaron que el sistema de megafonía que simulaba al ave rapaz no era suficiente. 

"Había pequeños pájaros que estaban en los hangares o se posaban en aviones en línea de vuelo", recuerda Cano, y "antes de que causaran un problema mayor" se decidió prevenir, ahora sí, con aves auténticas.

Vuelos diarios

Así llegó el equipo rapaz a San Pablo. El servicio es proporcionado por Gestión de Fauna, una empresa que ya cuenta con experiencia en evitar problemas en aeropuertos y que ha desplegado a cuatro halconeros para vigilar, hacer informes y echar a volar a las aves rapaces, que consideran el remedio perfecto.

"La anidación es el acto más difícil de evitar, y la técnica más eficaz es la cetrería. Para los pequeños pájaros, el ave rapaz es la muerte", sentencia Francisco José Llopis Rosado, responsable de la empresa.

El día a día en San Pablo, donde hay instalada una halconería, comienza con el recorrido de una de las cuatro personas del equipo por las naves y alrededores de los hangares. El objetivo es elaborar un informe diario.

Una de las aves, en una jornada de puertas abiertas. Cedida.

"Se identifican las posibles especies, medianas o pequeñas, invasoras, como gorriones, que aprovechan cualquier recoveco de la factoría para anidar. A veces también hay perdices y hasta pequeñas cigüeñas de paso", sostiene Llopis.

Después se echan a volar las aves, que han sido entrenadas "de sol a sol" durante cuatro meses. Media hora en total cada día para revisar, sin perjuicio de salidas "de emergencia" si los trabajadores alertan de cualquier avistamiento durante la jornada. 

"Tenemos un sistema de alarma con toda la plantilla de Airbus, que sabe que tiene que llamar al halconero si ve un ave", acota Cano.

Coste compensado

Discretos en el aspecto de mantenimiento económico, en Airbus no ocultan su satisfacción ante una cuenta que les sale a ganar.

"El coste de mantener el servicio merece muchísimo la pena teniendo en cuenta lo que nos costaría no tenerlo. Si pensamos en la posibilidad de retrasos de entrega, o lo que puede suponer un cambio de una pieza, tenemos un ahorro importante. Se paga con creces con el servicio de cetrería, por no hablar de la seguridad aérea", insiste Cano.

Cedida.

Le ven más ventajas. Está por ejemplo la cuestión medioambiental. Reducir este problema de seguridad en las operaciones a una lógica de depredadores y potenciales presas genera, recuerdan, cero emisiones.

Al trabajo de Kobu, Broly, Thor, Peryan, Goliath y Yanky se suman sistemas complementarios. Láseres y trampas para que los pájaros de paso no dejen de sentir que están en territorio hostil. 

Con el tiempo, las aves se han hecho muy populares entre el personal de la factoría y los halconeros, que, sin embargo, se han resistido a la tentación de ponerles nombres locales. Recurrir al nombre dios del trueno parecía una mejor forma de llamar a quien les aleja los peligros del aire.