Si algo ha sabido explotar España es, sin duda, el turismo de sol y playa. Pero no es el único país que tiene una posición privilegiada, una geografía amable y muchas cosas que ofrecer a los visitantes de otros países. La costa del mar Negro y sus alrededores llevan años presentándose como una alternativa a un Mediterráneo saturado que puede no estar tan al alcance de la mano de muchos mercados emergentes en emisión de turistas.
Y es ahí, en ese caladero, donde destaca Batumi, conocida como la 'Perla del mar Negro'. La ciudad georgiana puede convertirse en un competidor inesperado con un gran potencial para hacerse un hueco entre los destinos favoritos para tomar el sol y bañarse en el mar. Pero no sólo es eso.
En un primer vistazo por su paseo marítimo, Batumi parece a ratos una ciudad en construcción. Grandes torres de apartamentos y edificios de estructura retorcida (como la del Alfabeto, una especie de Torre Eiffel) que hablan de la internacionalización de la ciudad anclada a un país lleno de tradiciones propias, como las letras únicas que conforman un idioma no emparentado con ninguna rama conocida.
Una especie de 'Benidorm' a lo georgiano que promete explotar como puerto turístico importante en la próxima década. De hecho, sus responsables aclaran que los inversores han puesto sus ojos en la zona y que los edificios de oficinas y de apartamentos se van a ir terminando y ocupando en los próximos años. O eso esperan.
Su ubicación, en pleno mar Negro entre Turquía y Rusia, y, sobre todo, la relativa estabilidad política (para lo que es la zona) de la que goza desde que se independizara de la URSS en 1991, la convierten en una oferta muy apetecible para el turista asiático y el del Golfo.
De hecho, en los primeros seis meses del año, según datos de la Administración Nacional de Turismo de Georgia, más de 3,8 millones de personas eligieron este país para pasar sus vacaciones, un 8,4% más que en el mismo periodo de 2018. Y siguen creciendo.
El sector turístico se está asentando a un ritmo de casi el 10% de subida en los ingresos por visitante, lo que significó el 19,6% del PIB de la zona el año pasado, una base que resulta clave para la economía del país que busca diversificarse.
La región de Ayaria
En esta apuesta decidida de Georgia por convertirse en un destino internacional dentro de los planes de los touroperadores, no sólo la capital, Tiflis, o la segunda ciudad del país, Kutaisi, tienen un papel importante, sino que la costa del mar Negro, con la provincia de Ayaria a la cabeza, ha ido acaparando la atención de cada vez más turistas y responsables de negocios.
La zona es una oportunidad de desarrollo más accesible para determinados turistas que tienen a España también como uno de sus destinos preferidos. Como ocurre con el mercado ruso o los países del Golfo.
El año pasado, España recibió más de 1,2 millones de turistas rusos, un 23% más que el año anterior, y que eligieron, mayoritariamente, las zonas de sol y playa como Baleares, la Comunidad Valenciana y Andalucía.
Se trata, en general, de un perfil de visitante que busca servicios de calidad y facilidades para disfrutar de sus vacaciones. Dos aspectos que ofrece Batumi (y Ayaria) donde la mayoría de la población habla ruso y donde la calidad de los servicios alcanza buenos estándares.
De hecho, casi 1,5 millones de rusos optaron por visitar Georgia en ese mismo periodo y no pocos reservaron sus vacaciones en esta región, un público que ve con muy buenos ojos las bondades climáticas y de ocio que ofrece esta zona.
En el caso de los turistas de los países del Golfo, no es la playa lo que más les atrae, sino que hay un atractivo más en la ciudad que les invita a aprovechar la cercanía de este puerto: los casinos que se multiplican por la ciudad.
El juego está prohibido en todos estos países, incluido en la vecina Turquía, que se encuentra a pocos kilómetros de Batumi, por lo que Ayaria se muestra como una región muy fácil para acercarse, disfrutar de un buen hotel, jugar, apostar y, de paso, aprovecharse de una gastronomía exuberante y muy variada.
Los responsables de turismo de la zona de Ayaria explican que su capacidad de crecimiento tiene que pasar por abrirse a nuevos mercados, como el español. En 2018, sólo unos 11.000 españoles eligieron Georgia para pasar sus vacaciones, pero la cifra creció un 45,8% respecto a 2017 y lo que esperan es que continúe en ascenso.
Mar, montaña, leyendas... y mucha gastronomía
¿Qué puede ofrecer esta zona para ser atractiva al turista español? Además de las playas, limpias y poco saturadas, Batumi también cuenta con la montaña a un paso donde los planes de desarrollo de ecoturismo permiten al visitante quedarse a comer con una familia autóctona en un viñedo en pleno valle o alojarse en hoteles rurales de donde salen rutas de trekking para todos los niveles.
Además, Georgia es uno de los lugares donde la gastronomía puede llegar a ser apabullante por su variedad y, sobre todo, por su cantidad: quesos de mil y una formas, carnes guisadas, verduras especiadas (sobre todo la berenjena), frutos secos hasta en las salas y el famoso khachapuri, el plato nacional georgiano que mezcla pan, queso y huevo pero que se cocina de forma muy diferente en cada región.
La cultura georgiana se encuentra ligada desde su nacimiento al vino, de quienes aseguran orgullosos que fueron sus descubridores. Los restos más antiguos cuentan cómo enterraban las barricas en la tierra y conservaban los caldos a la misma temperatura todo el año para una perfecta fermentación. Una tradición que puede todavía verse en las bodegas antiguas que siguen en pie.
Cualquier valle en mitad de sus montañas es aprovechado para plantar olorosas vides y su museo arqueológico conserva las piedras antiguas talladas para poder pisar las uvas y sacar el mosto. Y esa comunión con la uva se sienta a la mesa de cualquier georgiano: hay buenos vinos blancos y tintos, dulces hechos con la pasta de la uva y frutos secos y un mosto de uva que se sirve casi al nivel del agua en cada comida.
Hasta la mezquita de Batumi cuenta en su puerta de entrada con una decoración original a base de racimos de uva que la hace única en el mundo, por estar prohibido el alcohol en la religión musulmana.
Un detalle más de la forma de ser georgiana: orgullosa de una historia propia, con una cultura única y costumbres que poco tienen que ver con el resto de sus vecinos y que se han ido preservando pese a los conquistadores que arrasaron sus tierras, ya fueran turcos, rusos o europeos.
Empezando por el primero, Jasón y sus argonautas, que buscaron cerca de Batumi el vellocino de oro y sólo lo consiguieron gracias a Medea, la princesa georgiana y primera mujer médica reconocida en la historia, que se enamoró de él y le facilitó la tarea. Una leyenda más, en una tierra donde emanan historias tras cada piedra, y que aseguran que Jasón no sólo se llevó el vellocino sino también a Medea.
Les siguieron los turcos y los zares, los ingleses y los franceses que hicieron de Batumi un puerto franco donde negociar con el petróleo y los soviéticos que dejaron su lengua como segundo idioma y cierto estilo arquitectónico en algunos edificios de la zona donde choca ver la austeridad típica de este periodo con edificios de estilo romántico.
Lo único que lograron imponer los que quisieron conquistar esta tierra rebelde fue el nombre del país, Georgia, aunque oficialmente este territorio se sigue llamando Sakartvelo.
Georgia es un exónimo que usaron los occidentales en la Edad Media por el fervor que tenían los habitantes de este territorio a San Jorge y que los georgianos han acabado asumiendo con la sonrisa amable que les caracteriza y sólo en homenaje a un santo que da nombre a más de la mitad de la población.