En 1999, China parecía mirar más hacia el pasado que hacia el futuro, a pesar de la inminencia del nuevo milenio. Las exportaciones arrojaron la peor cifra de los últimos 15 años, no se alcanzó el 8% de crecimiento prometido por Jiang Zemin y con 170 millones de “mano de obra sobrante”, lo único que el país podía celebrar eran aniversarios, y no todos buenos: 10 años de Tiananmen, 50 de la fundación de la República Popular, 80 del Movimiento del 4 de mayo…
No era un buen momento para emprendedores ni empresarios y en un país de mil millones de personas, destacar como individuo era casi imposible. Pero una tarde de octubre de ese difícil año, en un pequeño apartamento de Hangzhou, Jack Ma y un grupo de amigos estaban a punto de crear una de las empresas más grandes del mundo.
El currículo de Jack Ma (cuyo verdadero nombre es Ma Yun) no era lo que se dice deslumbrante. Ha contado en entrevistas que, antes de decidirse por el mundo empresarial, intentó ser contratado por el departamento de policía (“no vales para esto”), por la cadena de comida rápida KFC (“éramos 24 candidatos y escogieron a los otros 23”) y en otros 30 trabajos que le permitiesen abandonar su ocupación de guía turístico que chapurreaba inglés y que le obligaba a recorrer 100 kilómetros diarios en bicicleta.
Finalmente, en 1995 decidió poner en marcha con un amigo un servicio de páginas web para empresas chinas, pero el estreno fue, digamos, poco espectacular: “pasamos tres horas y media jugando a las cartas, viendo la tele y bebiendo mientras la página web se cargaba. En todo ese tiempo solo se cargó la mitad de la página”. Hoy, el grupo Alibaba es un coloso del comercio electrónico que mira sin complejos a Amazon o eBay y Ma es uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo.
Resulta difícil explicar los últimos 20 años en la vida de Jack Ma sin recurrir a las hipérboles. Enumerar la ristra de curiosidades asociadas a su historia equivale a un repaso por los tópicos del mito del emprendedor moderno: no tocó un ordenador hasta los 31 años, pero ha construido el mayor mercado virtual del mundo; los únicos socios que consiguió convencer para crear Alibaba fueron sus ex alumnos; y las tres razones de su triunfo las enumera así: “no teníamos dinero, no teníamos un plan, no teníamos tecnología, así que tuvimos que gastar cada dólar con sumo cuidado”.
Nuevas dedicaciones
Para completar la lista de clichés, el señor Ma ha elegido su 55 cumpleaños para retirarse del mundo de los negocios y, con una fortuna de 40.000 millones de euros, dedicarse a la filantropía y “a disfrutar de las cosas buenas de la vida”.
Empezó por dar un concierto multitudinario en un estadio abarrotado de ¿fans? ¿clientes? ¿admiradores? Ante los que se presentó disfrazado de estrella de rock, uno de sus números favoritos.
El segundo hombre más rico de Asia cederá la batuta a Daniel Zhang, mucho más introvertido que él y, en palabras de Ma, un hombre “con una mente analítica como la de una computadora”.
Los más de 100.000 empleados del grupo Alibaba (valorado en más de 400.000 millones de euros) ha multiplicado sus beneficios por 11 desde 2013 y a su sombra han crecido otros 10 multimillonarios aparte de Ma (quien conserva un 6% del capital).
El reto de Zhang
El gran reto para Zhang está en hacer crecer algo que ya es gigantesco, pero por el momento ya ha anunciado que para el cierre del presente año fiscal la compañía habrá alcanzado los 903 millones de euros en volumen de ventas si se confirma el 17% de incremento proyectado.
Cuando el éxito de un negocio es tan apabullante, rápido y reciente, parece normal que se intente destilar la fórmula que pueda haber detrás. Alibaba partía, es cierto, con la ventaja de tener a su disposición un mercado inmenso, el chino. Pero no es menos cierto que la coyuntura de 1999 no era la de la China actual; se puede decir, incluso que fue más bien Alibaba quien consiguió crear el escenario adecuado que le permitiera expandirse.
El sistema Alibaba se basa, según Ma, en crear un ecosistema de empresas complementarias -logística, finanzas, marketing, manufactura…- que se beneficie de los éxitos mutuos, de manera que el crecimiento de uno ayude al crecimiento de los otros sin interferir ni competir entre ellos. Jack Ma sigue perteneciendo al Partido Comunista Chino y asegura que su “instinto callejero” es lo que le ha guiado en el mundo de los negocios, más que el conocimiento formal o teórico de la jungla capitalista (entre otras razones, porque jamás consiguió que le admitiesen en una escuela universitaria de negocios).
Hacerse grande vendiendo cosas pequeñas (véase el ejemplo de Aliexpress) y comprar a los rivales cuando crecen demasiado (hace poco Alibaba compró la plataforma de comercio electrónico Kaola, que era la segunda en cuota de mercado mundial, por 1.800 millones). Tal, ha sido la filosofía de Alibaba hasta ahora.
Cotización en bolsa
Para no poner todos los huevos en la misma cesta, y tras afianzarse en Wall Street, el grupo planeaba empezar a cotizar en la Bolsa de Hong Kong. Situarse en las dos mayores economías del mundo podría dar cierta seguridad frente a bandazos del mercado, guerras comerciales o eventos inesperados, pero las protestas en la ex colonia británica han puesto la operación en pausa.
El sucesor Daniel Zhang tiene el mérito de haber convertido el 11.11 (“día de los unos”) en la mayor fiesta del consumismo del planeta. Cada Once de Noviembre, las ofertas y promociones de Alibaba hacen que las ventas tripliquen a las del Black Friday. Su carácter, ciertamente más reservado que el del extrovertido Ma, pueden darle una nueva dirección a la empresa, lo que casi equivale a decir que puede cambiar el comercio electrónico mundial.
Hace exactamente un año que Jack Ma le designó como su sucesor por, entre otras cualidades, “tener el coraje para afrontar la industria del futuro”. Al ser palabras de un hombre que tras 20 años de trabajo se ha retirado como uno de los más ricos del mundo, se diría ese futuro empezó ayer y avanza de manera vertiginosa.
A partir de ahora, la atención del Rey Midas chino se dirigirá a obras de beneficencia, defensa del medio ambiente y ayuda al desarrollo de carácter humanitario. “En China hay un gran problema de contaminación y de calidad de la comida”, ha dicho. “Quiero cambiar eso”.
En vez de “convertir a la empresa en una máquina de hacer dinero”, al señor Ma le gustaría ver cómo Alibaba se convierte en “un motor de innovación para el mundo este siglo”. Su consigna de “Hoy es malo, mañana será peor, pero pasado mañana veremos el arco iris”, parece una muestra de optimismo hueco por parte de un triunfador que lo tiene todo, pero es también la declaración de intenciones de una persona que tuvo que luchar por ello y a la que tildaron de loco más de una vez; “y yo”, ha dicho, “estoy loco y eso es bueno, soy Jack el loco, pero no Jack el estúpido”.