Juan Abarca es una de las voces más reconocidas dentro del sector sanitario español. Doctor en Medicina y licenciado en Derecho, lleva años trabajando en la gestión hospitalaria. Una doble vertiente profesional que le ha dado una visión de trescientos sesenta grados sobre los problemas de la sanidad española.
Presidente de HM Hospitales desde 2016, es un firme defensor de nuestro sistema. “Tenemos la mejor sanidad porque lo quieren los ciudadanos y nos los creemos, pero si nos organizáramos sería todavía mucho mejor”, explica en conversación con EL ESPAÑOL.
La entrevista se produce en su despacho del Hospital de Sanchinarro a escasos días de la presentación en sociedad (este lunes) de su libro: El sistema sanitario español: de sus orígenes hasta nuestros días. Propuestas para un modelo sanitario viable”, una obra que pretende ser “una llamada de atención a la sociedad para decirle que esto va a ir a peor” si no se toman medidas urgentes.
Visto el título de su obra, ¿el modelo sanitario español ya no es viable?
Con la financiación que tiene y cómo está organizado es inviable. No tiene recursos para atender todo lo que dice la ley: igualdad, accesibilidad y universalidad para todos los ciudadanos. No tiene sentido, por ejemplo, dar cobertura a la parte sanitaria y no cubrir las necesidades de dependencia de mucha gente. Ahí es cuando te das cuenta de que el sistema no está correctamente financiado.
Al sistema de salud le faltan 20.000 ó 30.000 millones de euros. Es el Estado el que debe decidir cuánto dinero nos podemos permitir gastar en sanidad y, a partir de ahí, que prestaciones son las que deben ofrecerse a todo el mundo.
España está abocada a ser uno de los países más envejecidos del mundo, ¿cómo hacemos esa reestructuración del sistema para que todos tengamos cubiertas las mismas necesidades?
El sistema debe considerarse como un todo. Desde que nacemos hasta que morimos. A partir de ahí hay que ver el mapa de los recursos públicos y privados que tenemos, sin aislarlo unos de otros. Después, plantear junto a los profesionales las necesidades que tenemos y cuantificarlas para, posteriormente, ver a cuáles podemos dar cobertura. Creo que debe haber unos mínimos: niños, enfermedades graves y prevención, que debe ser una prioridad porque influye en la sostenibilidad del futuro.
A partir de aquí tendremos que definir cuánto y en qué nos queremos gastar. Pero hay que tener claro que no hay dinero para todo. El español entiende que tiene derecho a tener cubierto todo, pero eso no puede ser.
¿Debería entonces tenderse a una cierta recentralización de competencias?
Ahora mismo las Comunidades Autónomas son soberanas en la gestión de las competencias. El Estado sólo podría ejercerlas si se aplicara un 155, pero sí tiene una cierta competencia vigilando. Por eso es importante un pacto sanitario entre partidos políticos, que sirva para generar unos mínimos y que diera al Estado una labor de liderazgo y coordinación efectiva para que todo funcione como debería hacerlo.
Y, ¿cuál debe ser el papel que juegue la sanidad privada en todo esto? porque hay un sector amplio de la sociedad que no está muy de acuerdo en que participe en todos estos cambios de los que usted habla.
Como explico en el libro, lo primero que se desarrolla en España es la sanidad privada. Después llega la sanidad pública. La Constitución lo que dice es que el fin de la parte privada es complementar al sistema público y ayudar a perfeccionarlo porque nunca tuvo capacidad para alcanzar a toda la población.
La sanidad pública tiene que gestionarse por sí misma, pero no puede vivir de espaldas al sector privado. Ahora mismo hay una sociedad a dos velocidades: los que sólo pueden acceder a la pública y aquellos que sí tienen capacidad de acceder a la privada en donde está la innovación. No puede ser. Es injusto.
¿Fórmulas para que colaboren? Los conciertos. Son necesarios para perfeccionar aquellas listas de espera a las que la sanidad pública no llega. Luego dirás, ideológicamente, si quieres hacer un concurso o no; si quieres entregar la gestión o no. Lo que está claro es que contar en la planificación con el sistema privado es esencial porque el sistema público no llega mi económicamente ni en recursos.
Hombre, habrá quien piense que está usted arrimando el ascua su sardina.
¡Claro que la habrá! Pero hay que tener en cuenta una cosa: si al sistema público le va mal al privado le va mal. Nos interesa una sanidad pública que sea eficiente, que invierta, porque si no lo hace no tiene acceso a la tecnología y a la innovación. Eso es un retraso para que el privado avance.
Todos deberíamos trabajar en el mismo servicio y en la misma dirección. No como ahora, en el que la tecnología está en el sector privado y no el público. La innovación va a tal velocidad que en los últimos años los únicos que invertimos somos nosotros. Por eso este libro. Porque debe ser una llamada de atención de que esto va a ir a peor.
Nosotros estamos centrados en el interés de los pacientes, la sanidad pública se organiza en función de los intereses de los profesionales.
Dice en su libro que la inversión en sanidad ha caído casi un 10%, algo que está pasando factura al sistema, ¿llegamos a tiempo de revertir la tendencia?
El sistema sanitario público tiene perdida la batalla de la innovación. Por mucho que invierta no va a coger ese carro. Ojalá hubiera muchos Amancio Ortega que pudieran ayudar a implementar esas tecnologías. Si intenta solventar ella sola todos los problemas del sistema no podrá hacerlo. Debe contar con los agentes privados.
Ahora mismo tenemos tal nivel de contrapeso que aislar al sector privado supone generar una sanidad de dos velocidades.
Por cierto, ¿qué le parece la polémica en torno a las donaciones de Amancio Ortega? ¿las habría aceptado? ¿o las habría rechazado como dice Pablo Iglesias?
Lo que ha hecho Amancio Ortega, con independencia de la ideología y del régimen fiscal que se tenga que aplicar, es una aportación impagable e irreconocible a la sociedad. Cualquier Administración tendría que darle las gracias.
Todo lo que ha ocurrido es un ejemplo extremo de la politización con la que se maneja a la sociedad. Puedes pensar que no quieres que la sanidad pública dependa de las donaciones, pero la realidad es que en muchas Comunidades los tratamientos y las máquinas estaban obsoletas. La aportación de valor que ha hecho con esta donación no tiene precio. Me resulta un ejercicio extremista y demagógico.
¿Es mejor tener más hospitales, aunque ofrezcan menos prestaciones o tener pocos más concentrados con más servicios?
Eso es planificación. Dependerá de la casuística, y ahí juegan un papel fundamental las asociaciones de pacientes. El exceso de hospitales de algunas Autonomías produce peores resultados que si la actividad se concentrara. Eso debería hacerse en función de criterios demográfico y en consenso con la sociedad científica.
También los pacientes deben opinar. Es fundamental que digan si les interesa o no tener una lista de espera, aunque esto es una discusión vacía. ¿Cuál es la lista de espera para un juanete? En realidad es lo de menos, lo importante es que quien tenga un nódulo en un pulmón esté diagnosticado en 72 horas.
¿Cree que hay voluntad política para poner solución a los problemas de la sanidad española?
No. No está en la hoja de ruta de ningún partido político. Todos los españoles quieren tener el mejor Estado del Bienestar posible. Por eso están obligados a hacerlo.
¿Y qué piensan los profesionales de todo esto?
Son los grandes damnificados y son el auténtico motor. Los profesionales ejercen porque están convencidos de que trabajan en el mejor sistema sanitario. Tienen una actitud inmejorable. El problema es que es un acto más volitivo que real porque no se ponen los medios. Tenemos el mejor sistema sanitario porque nos lo creemos, porque tenemos grandes médicos, pero si nos organizáramos sería mucho mejor.