Cerca de 500.000 jóvenes españoles, de entre 12 y 17 años, sufren adicción a las nuevas tecnologías. Los datos corresponden a un informe del comparador online Kelisto.com que toma como referencia un estudio de la Universidad del País Vasco y las estadísticas del INE. El acceso a internet y la popularización de las redes sociales han favorecido que los jóvenes pasen más tiempo ante las pantallas.
Mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el trastorno por videojuegos en la Clasificación Internacional de Enfermedades existe todo un debate científico sobre si se puede llamar adicción a la ‘necesidad’ que tienen los jóvenes de consumir contenido online. La OMS señala que para diagnosticar un trastorno por videojuegos se debe detectar un deterioro de las relaciones “familiares, sociales, educativas y ocupacionales” en los últimos doce meses.
Jose Moreno es el responsable del Servicio de atención en adicciones tecnológicas de la Comunidad de Madrid. Moreno confirma que existe ese debate y añade que “se ha descartado incluir esta adicción o este trastorno comportamental en el DSM5, el manual de diagnóstico para los psicólogos”.
El motivo, según este psicólogo de formación, es que “hay una gran diferencia con otras adicciones y es que el punto saludable no es el consumo cero”. Esta máxima se ha convertido en una insignia para el servicio que dirige, un lugar que pese a que su nombre “genera cierto reparo”, según Carmen Blázquez, psicóloga del servicio, pretende inculcar entre los jóvenes que “las redes sociales no son malas, pero su uso abusivo, sí”.
Desde el Servicio de atención en adicciones tecnológicas han atendido a más de 2.300 personas en algo menos de un año. Para acceder a él es necesario mandar un correo electrónico y a través del primer contacto se decide si es necesaria la prevención o el tratamiento. Mientras que a la prevención pueden acceder directamente las familias, para el tratamiento es necesario el ‘diagnóstico’ de un profesional de referencia que puede ser el profesor del niño.
¿Cómo se detecta un uso abusivo?
Jose Moreno explica que existen varios indicadores para evaluar los diferentes casos. Uno de ellos es la falta de control, “observamos que algunas personas no eligen cuánto tiempo quieren estar frente a las nuevas tecnologías”; otro factor es que “esa persona cada vez necesita más tiempo aunque eso suponga no ir al colegio”. El último factor es que “haya un alteramiento significativo de tu vida”.
El psicólogo explica que “la autoestima siempre está involucrada de alguna forma”. “Aunque eso ocurre en otras patologías”, añade. Sin embargo, cree que el uso excesivo se puede medir “cuando la única motivación son las redes sociales”. “No pasa nada porque te guste internet, el problema es que solo te guste eso”, explica.
Llegar al problema
Desde el servicio intentan “crear un espacio donde puedan hablar, donde puedan contar sus necesidades e intereses sin que nadie les de una chapa”, resume Carmen Blázquez. Organizan sesiones con los padres, charlas en colegios e institutos y terapias de grupo con adolescentes de distintas edades.
“El fin del tratamiento es cuando todos los miembros de la familia se encuentran bien. Nosotros no tenemos el poder de cambiar a nadie, nosotros asesoramos y acompañamos”, explica Jose Moreno. Aunque no siempre es fácil, “nos ha pasado que en una terapia un padre saque el móvil mientras habla otra persona”, bromea el psicólogo.
Brecha generacional
En este sentido, la psicóloga explica que “algunos padres están escandalizados por los videojuegos o las redes sociales, pero cuando les llevas a su tiempo, se colocan en su adolescencia, y desde ahí podemos establecer un canal de comunicación”. “Algunos adolescentes se quejan de que los padres recriminan el uso de los videojuegos pero luego no les dejan hablar durante la cena porque hay que ver el telediario”, relata como anécdota.
Facebook, Instagram y videojuegos
En la ecuación por la corresponsabilidad, en el servicio no se olvidan de los gigantes tecnológicos. “Creo que podrían limitar el tiempo de actividad en los videojuegos o en las redes sociales. Están hechas para fomentar la dependencia y usan un sistema de refuerzos positivos”, explica el psicólogo.
“Facebook o Instagram deberían fomentar más la autoestima, pero nuestra imagen y la apariencia en las redes es muy importante. ¿Y cuál es la imagen que tenemos de nosotros?”, critica Moreno.
En definitiva, las pantallas forman parte de nuestro día a día y cuidar el uso que hacemos de ellas es responsabilidad de todos. Desde el Servicio de atención a las adicciones a las nuevas tecnologías seguirán trabajando porque las nuevas generaciones las utilicen de forma responsable.